jueves, 13 de noviembre de 2008

Más vale solo que mal acompañado - Oriana Pickmann


Se levantó. Adolorido, resaqueado. No recordaba lo sucedido, había mucho desorden a su alrededor, cristales rotos, extraños, cortantes, colorados como la sangre. Sin saber por qué, los recogió, los unió, y cuando hubo formado ese bulto innombrable, de forma extraña, lo colocó en el hueco que le había quedado en el pecho. 
Volvieron a su mente punzantes imágenes. Fue sacudido nuevamente por miles de relámpagos. El bulto quizo romperse otra vez, quiso saltar de su pecho, pero él no lo permitió. 
—No tienes vida propia —dijo—. Me perteneces y puedo hacer contigo lo que quiera.
Pero el bulto no podía más. El viejo lo supo. Y después de una lucha incansable entre el amor y el desamor, entre imágenes dolorosas y la noche, decidió arrancar de sí ese bulto odioso. Lanzarlo, destruirlo. Quedar con ese horroroso hueco en el pecho.
—Prefiero vivir sin corazón antes que tener uno para armar a duras penas cada vez que se desarme.
Y así fue que el viejo siguió su camino, sin corazón, con un agujero abierto, sangrante, pesado, feliz.

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