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miércoles, 13 de marzo de 2013

Vestimenta matrimonial - César Klauer


Se miró al espejo, la ilusión iluminaba su rostro. El vestido blanco caía en formas esponjosas, como nubes de tul flotando a su alrededor. Con maquillaje tenía que mejorar, pensó; habría que contratar a un profesional. O quizá no, ¿Carlos se animaría? ¿Se veía mejor con guantes? La panza se le notaba. ¡Qué fastidio!
La voz de su madre llegó algo ensordecida por la puerta cerrada: era hora, el carro esperaba. Ya voy, contestó de mala gana. Se quitó el vestido, lo envolvió en la bolsa negra junto a las bolitas de naftalina nuevas. Metió el paquete en la caja que ocultó detrás de los zapatos en el fondo del closet, bien al fondo.
Los toques de su padre en la puerta le sorprendieron: Pepe ya es hora de salir, hijo. Ya papá, ya voy. Se ajustó la corbata michi. Cogió una pelusa de la manga. Acomodó el jazmín en la solapa. Enderezó el fajín.
Apretó los dientes. Salió refunfuñando.

Tomado de: La eternidad del instante (Editorial Micrópolis)
Sobre el autor: César Klauer. 

martes, 5 de marzo de 2013

La forma del tiempo - César Klauer


La forma del tiempo se deslizó con suavidad sobre la mesa. Resbaló tratando de pasar desapercibida, pero sus ojos ya la habían detectado, Así pasa el tiempo, se apodera de nuestras vidas, las consume, las corroe, las destruye. Como siempre que la veía pasar delante suyo, intocable, suspiró: Si sólo pudiese cogerla, detenerla, atraparla entre las manos.
Despegó el brazo con lentitud. La forma del tiempo seguía fluyendo, ondulante afectaba todo a su alrededor, inevitable. Sus manos llegaron hasta la frontera entre el infinito y la temporalidad terrenal. Sus dedos resbalaron por debajo. La levantó de un extremo sin dificultad, la plegó formando un doblez que adquirió un brillo azulado en el borde; continuó plisando la forma del tiempo hasta lograr un diamante de apariencia incorpórea que despedía un halo celeste sinuoso y perdía su luz a los pocos centímetros.
Cogió la gema, con el corazón repicando en el pecho. Sobre las palmas de las manos la alzó delante de sus ojos; a su alrededor una inmovilidad gris negruzca se cernía, abrazando el aire sin tiempo ya, gangrenando la existencia con la intemporalidad que había creado.
Sonrió, movió la cabeza afirmando algo que solo él escuchaba. Puso la forma del tiempo en el bolsillo de su saco.

Tomado de: La eternidad del instante (Editorial Micrópolis)
Sobre el autor: César Klauer

sábado, 29 de diciembre de 2012

Decisión egoísta – César Klauer


Me encontré con este monstruo, así de pronto, en medio del verdor de la maleza mojada. Yo me  había desmarcado de la aburrida fila india para explorar los alrededores con la esperanza de hallar algo que valiese la pena. ¡Y vaya que valió! Las largas patas se proyectaban hacia el cielo, inmóviles, pero aún así fui prudente. Uno nunca sabe si estás cosas están realmente muertas. Me situé a una distancia prudencial. Examiné al bicho. Qué buen color: Estaba fresco. Me acerqué convencido de que no había peligro, le di una mordida. ¡Qué crujido tan delicioso!, un “cranch” tan sonoro que me dio miedo que fuera a llamar la atención del batallón. Fue en ese preciso instante que me entró la angurria, ¿y si me lo llevaba solo?  Calculé el peso, tamaño, distancia. Se supone que trabajamos en equipo, que somos el ejemplo del orden y laboriosidad, ¿por qué entonces ese sentimiento (delicioso, tengo que confesarlo) de egoísmo? Dudé (ya no tendría que trabajar por un buen tiempo). Lo pensé (yo podría con el peso, claro que sí). Volví a dudar (harta comida para mí, para mí, para mí). Finalmente decidí levantarme a la cucaracha yo solo.

Tomado de  La eternidad del instante (Editorial Micrópolis)
Sobre el autor: César Klauer