Mostrando las entradas con la etiqueta Mario César Lamique. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Mario César Lamique. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de junio de 2014

Búsqueda segura - Mario César Lamique


Y acá estoy en plena búsqueda, te tengo que dejar; en el mismo movimiento corta y cierra el celular
Martino Ruiz Navarreto estaba enfrascado revolviendo su casa, dándola vuelta como él decía .
Martino refería que se trataba de una deformación profesional ya que los directores técnicos siempre están buscando , variando, tratando de encontrar lo mejor para el equipo y eso...eso mi querido ...lleva tiempo.
Martino Ruiz abría cajones y los cerraba violentamente al descubrir que lo que había adentro no era precisamente el objeto de su búsqueda, esta acción le aumentaba la ansiedad a cada momento, la visión se volvía acotada, nublada, apunto de llover, esto no le dejaba tomar debida cuenta de los lugares en los cuales ya había buscado y el volver a ver la misma ausencia en el mismo espacio lo llenaba de inquietud...y algunos me dijeron una vez y la verdad creo que no están muy equivocados, que por ahí pasaba su buscar, lo mismo le pasaba al costado de la cancha.
Martino Ruiz Navarreto Caminaba sin parar dentro de su casa como si pisara una línea de cal y se dirigía a cada rincón, y esto le lavaba toda la noche, toda la madrugada. Los vecinos se quejaban de los ruidos que producía.
¡Pero buscar hace ruido che! gritaba hasta que lo hacían callar, pero buscar hace ruido...che... repetía pero en voz baja, pero triste, pero esta vez nadie lo oía
Martino regresaba del entrenamiento subido en su apuro y entraba casi con desesperación tirando el bolso, la campera en la entrada y va corriendo detrás del televisor donde esconde una llave Trabex que encontró hace muchos años cuando era chico y volvía de la panadería, la escondía para buscarla y para tardar en encontrarla
Martino Ruiz abre el botiquín, busca debajo de la cama, busca adentro del ropero donde a veces encuentra "alguna ropa que su esposa se dejó olvidada”. Esa es la gran diferencia con ella: "deja cosas pero no las busca”. Busca en el tacho de basura revolviendo bandejas con restos aceitosos , buscaba detrás de los azulejos (para lo cual hay que sacarlos), buscaba entre los libros (pocos), buscaba entre los videos con los partidos de su equipo, buscaba en el cajón llenos de fotos, de su época de jugador, de su época de alcohólico, fotos en general.
Martino Ruiz Navarreto decía que un director técnico se debe entrenar en la búsqueda, que tiene que haber un método, una disciplina y siempre un margen de error, eso decía, él que no era de hablar mucho.
Martino se comunicaba la comisaría 37 para hacer la denuncia del robo de una llave...cada noche llamaba, ninguna noche venían.
El buscar cansa che, el buscar cansa, pensaba mientras se dejaba caer en el sillón, no sin antes volver a mirar debajo.
Martino Ruiz se levantó con cierta dificultad y se dirigió detrás del televisor agarró la llave y se la puso en el bolsillo, el entrenamiento de hoy, había finalizado.

Sobre el autor: Mario César Lamique.

viernes, 18 de octubre de 2013

Triple W - Mario César Lamique


Con una energía surgida del miedo, con un potente derechazo se sacó de encima la pelota y con ella todo tipo de responsabilidad.
El balón gira egoncéntricamente sobre si mismo, como acurrucado, vuela como bala, como carne de cañón.
El botín derecho; nene atate los cordones; salió volando detrás de la pelota persiguiéndola y ambos en la noche en el aire, evidenciaron su deseo de permanecer juntos o dominados.
Wilson Washinton Waldemar Crosa, mas conocido como Triple W, Uruguayo de nacimiento y goleador por adopción, fue a recibir lo que no podríamos denominar pase.
Wilson con los brazos en alto para darse envión en el salto se elevó en la media luna del área cabeceando el balón, sin darse cuenta, sin sentir el golpe contra su brazo izquierdo del botín que se lo arrancó con precisión quirúrgica.
Todos quedaron por un instante sin reacción sin moverse de su lugar como jugadores de metegol.
La pelota rebotó en varias cabezas hasta que estando a punto de entrar al arco se cruzó con el brazo izquierdo de Triple W. Entraron juntos brazo y balón.
W.W.W. Levantando su único brazo disponible quiso festejar pero al sentir ese pinchazo punzante e insoportable solamente pudo gritar de dolor, todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, todo se volvió, borroso, en blanco y negro, salvo el amarillo de la tarjeta que le mostraba el arbitro quien al mismo tiempo que autorizaba el ingreso de la asistencia medica le explicaba que no le quedó otra alternativa que anular el gol ya que la mano no se encontraba pegada al cuerpo. Este gol, aunque no cobrado, fue el último de la carrera Wilson Washinton Waldemar.


Acerca del autor: Mario César Lamique

domingo, 20 de enero de 2013

Barrilete cósmico - Mario Lamique


Seguir con la mirada el recorrido descendente y parsimonioso de las gotas de lluvia en la ventana,te aleja por momentos de esa inseparable sensación de soledad.
Vas recorriendo la habitación con paso distraído sin poder evitar que los pensamientos se multipliquen, cercándote, sitiándote y luego invadiéndote, se que quisieras llorar pero sin que tus padres te vean, para no preocuparlos ya que si por vos fuera le evitarías todos los sufrimientos como ellos tratan, sin éxito, de hacerlos con vos.

Tu mirada se fija en tu cama y ves tu mochila abierta con los útiles y los cuadernos desparramados….¿ tenés mucha tarea?
Te imaginas haciendo los deberes, te imaginas siendo felicitado y abanderado y en esa escolar imaginación ves a tus padres orgullosos, tanto que podrías llorar delante de ellos y creerían que es por la emoción.

Tu paso distraído se vuelve retraído y mientras tocàs los muebles pensás porqué la mesa se llama así, podría haberse llamado auto y el auto árbol, el árbol cristal y el cristal sol y el sol mirada ,la luna queso, las manos estrellas y los ojos luna, si queso no se llamara…le cambias el nombre a cada uno de los objetos de tu pieza: la cama, abrazo; la puerta, abismo; las cortinas, torbellino; a la silla donde estas sentado esperando que en quince puntuales minutos tu mama venga a buscarte, si no se te ocurre otro nombre, silla se seguirá llamando.

Vas cerrando los ojos y al nombrar silla ves silla que comienza a volar con respaldo y sin alas, garabatea en el aire dibujando tu rostro sorprendido, levanta bien pero bien alto sus patas de silla imaginada, silla volátil y va recogiendo todas las cosas que ya a tu edad fuiste perdiendo, te acerca un semáforo que dentro de tus ojos cerrados no saben a quién dar paso, recoge las llaves de tu casa, aunque ya no sirven porque se mudaron, recoge varios muñecos, incluso algunos que no recordás el haberlos tenido, esquiva broncas y sueños que nunca quisiste recordar...

La silla planea dentro de una habitación muy parecida a la tuya y de la que recién notás que existe y no te diste cuenta en que momento la inventaste, en la pared ves un cuadro que no sabés de que se trata pero seguro, seguro que está sin terminar; dijiste y abriste los ojos viendo de frente otra silla, esta no vuela, sólo camina.

Alcanzas a ver pequeña grieta en pared, ves un florero, una mesa y ventana abierta aunque llueve.

Un ruido te sobresalta, la silla chocó en el aire con un globo que desorientado buscaba la dirección del cumpleaños al que estaba invitado.

Al darte vuelta viste salir el primero con bastante dificultad, al segundo le costó un poco menos, te quedaste estático contrastando con la destreza y rapidez con la que iban saliendo, pronto la habitación quedó repleta de miedos que emergían de la casi imperceptible grieta, pensaste en salir corriendo y simplemente caminaste, pero al hacerlo te tropezás con un miedo, le gritas, te zamarrea y te comienza a perseguir alrededor de la mesa, pasás por debajo y le tirás con el florero que al caer se rompe en miles de pétalos, dos de los miedos te agarran de los brazos, los empujás con una fuerza que no creías tener... logràs una gran corrida, pero igual un miedo te intercepta y te saca a bailar, así estuvieron inventando pasos de baile, te balanceas ahora en un columpio hecho de miedos y flores, los abrazás y jugás al básquet con un planeta salido del dibujo de una sábana de cuado eras más chico.

Armaste una pelota de fútbol con las partes sueltas de los muñecos rotos, y comienza el juego, agarras el balón en la media cancha, un miedo desconocido con un leve quiebre de cintura quedó desairado, te sale al encuentro otro que hace poco conocés, al inclinarte hacia el medio y salir por la derecha, queda eliminado, sentís un poco de cansancio pero en lugar de frenar, acelerás de golpe y en tu carrera dejás atrás a dos miedos que si bien eran diferentes, no podrías identificar cuál es cuál.

Entrando al área te inclinás un poco hacia la derecha y el miedo más cercano no logra alcanzarte, enfrentás al arquero de los miedos y amagando a rematar lo dejas desparramado y con la punta del pie definís al lado del palo entrando la pelota mansita y obediente.
Salís corriendo gritando el gol, tus juguetes festejan como locos y gritan: “genio, genio, barrilete cósmico ¿de que planeta viniste, para dejar atrás tantos miedos?” Tus miedos te abrazan, todos menos el arquero que sigue desparramado en el piso.

Los miedos se van metiendo ya cansados en la grieta, pequeña grieta en pared, el último te dijo algo al oído que no lograste oír....

Te llama tu mamá.

Sobre el autor: Mario Lamique

domingo, 15 de abril de 2012

Biografia prometida - Mario César Lamique


1

—En tu biografía lo voy a poner —dije.
—¿Vas escribir mi biografía?... siempre quise conocer quién lo iba a hacer —dijo ella.
Cada uno con su cuerpo a cuestas, después del cumpleaños las acompañé a tomar un taxi; una vez perdió algo en uno y lo intenta recuperar.
El viento enrojecía los rostros de ella y de su amiga; sabe que no salió del todo abrigada pero le gusta la ropa que se puso... ¡taxi! (acompaño el gesto con el grito), les digo adiós, que lleguen bien, pero no les digo que me siento solo.

2

Está en un tren —movimiento continuo— confiado en que lo llevará a algún lugar. En medio de personas que están a punto de bajar, recuerda cada una de sus palabras y espera estar a fuera para escribir que una tarde, hace tiempo, le pareció ver su futuro y se escapó hacia él; escribir que por esperar se olvidó de tomar decisiones, escribir que ayer se miró al espejo y al no reconocerse, se saludó.

3

Abajo también es noche, y hace más frío. Abro la puerta del ascensor y mi amiga abre la puerta de la calle, con el paso apurado, la mano tratando de cerrar bien el tapado y ruidos de tacos en una noche sin ruidos.
En el cumpleaños, uno de los invitados contó un secreto, pero nadie se dio cuenta; en el cumpleaños de su amiga le prometí escribir su biografía, y aquí estoy.
“También estamos locos, pero la nuestra es una locura más barroca "(sic).
Se contaron historias de otros cumpleaños, de las mismas tortas y abuelas que las saben hacer; se contó que hubo quién regaló una caja, hermosa dijeron, totalmente vacía, y esa caja sin ser abierta fue regalada a otra persona que sin abrirla, también la regaló, esa persona a otra, y esa a otra, hasta que se perdió el rastro, lo cual no hace circular la historia de la caja, hermosa, dijeron, completamente vacía, que nadie abrió, hasta lo que se pudo saber.
Ella regaló bombones, porque es lo que le hubiese gustado recibir de ser su cumpleaños.
Paso acelerado para dejar antes de caminar, mano que se extiende; los taxis llegan cuando no tienen que llegar, o no lo hacen nunca. Pero no les dije nada sobre la soledad.

4

" Y después....
la noche enorme en el cristal
y tu fatiga de vivir
y mi deseo de lucha.
(Homero Manzi)

5

Siguieron contando anécdotas de otros cumpleaños, contaron que alguien —nadie quiso decir quién— escribió una historia y la regaló en un cumpleaños y la persona que la recibió le cambió el final y la volvió a regalar, esta vez a una amiga que le sacó varios diálogos y le agregó un personaje que se enamora de una fotografía, después de hacer estos arreglos se la regaló a un amigo que le puso recuerdos propios e investigaciones históricas para luego volverla a regalar a otra persona —nadie quiso decir a quién— que haciendo sólo cambios de fechas y nombres, escribió su autobiografía.
"¿Cuánto hace que nací?, es solamente un detalle, no lo pongas".
No me dijo en que barrio vive, lo único que sé es que su casa está enfrente de una plaza, a dos cuadras de una estación de tren y a media cuadra de una panadería.

6

Salgo del tren —movimiento continuo— sol de frente en la cara, como dato estadístico recuerdo su forma agazapada de estar sentada, como dato relevante anoto que algún día piensa comprender a su madre, y dejar de recordar.

7

" Que escribas mi biografía no quiere decir que sepas quién soy" (sic).

jueves, 5 de abril de 2012

La noche de un personaje - Mario César Lamique


Hace quince minutos que la estoy mirando, podría decir también que hace media hora o tres cuartos de hora o una hora o media vida, nunca calculo bien el tiempo mientras miro. La duración de una mirada no se mide con un reloj.
Comienzo a pensar en las miradas de las demás personas que están en el lugar, me pregunto si se fijarán en mí y si por mi manera de mirar se habrán dado cuenta de que soy un personaje, sólo un personaje de ficción que mira de forma obcecada a la mujer de la otra mesa que insiste en permanecer de espaldas.
La mesera no deja de sonreírme mientras le pido un cortado, tengo ganas de preguntarle si por un chiste que le contaron esta tarde y recién ahora lo entendió o es parte de su contrato el mostrar sus dientes a la clientela.
Cuando la miro el tiempo va hacia otro lado, se escapa, se retoba, se cierra atrás como equipo que quiere cuidar el resultado.
Vuelve la mesera con su insoportable sonrisa, quizás le paso algo divertidísimo en el viaje desde la barra hasta aquí.
Hace más de quince minutos que estoy mirándola y sigue de espaldas, bebe minuciosamente y seguro que tiene la mirada perdida como recordando o no pudiendo dejar de hacerlo... es posible que haya venido a olvidar, como yo, no es que piense que se pueda olvidar así no más, en realidad vine a recordar bajo protesta.
Norma tenía tantas cosas parecidas a mí y yo encantado con esas coincidencias comencé a rechazar todo lo que hacía o decía sin que yo lo compartiera, le dije bien en la cara que era una egoísta, porque no pensaba solamente en mí...En sus ojos había un presagio, que puede descifrar justo cuando se cumplió.
Norma vivía apurada por llegar —¿a dónde?— tenía mucho miedo a quedarse sola, haciendo todo lo necesario para estarlo, creo que eso fue lo primero que nos unió.
Hace más de media hora que la estoy mirando, veo formarse con su transpiración mares en su cuello; con mis ojos hago fuerza para que se dé vuelta y lo único que consigo es que todos giren sus cabezas y me miren entre sorprendidos y ofuscados mientras ella, ajena, sigue de espaldas y probablemente tratando de olvidar, como yo.
Norma tenía mucho miedo a quedarse sola aunque ese era su lugar de lucha. En sus ojos había un presagio que se cumplió.
Hace más de tres cuartos de hora que la estoy mirando y aprendí de memoria sus movimientos, que los cumple siguiendo un riguroso ciclo, si la música estuviera más baja podría escuchar el sonido de su respiración.
En el esfuerzo por olvidar recuerdo los detalles más nimios que nunca pensé que podía recordar, camperas, gestos, colectivos, caminatas y cada parte de su rostro, surcos, lunares y el recorrido de sus lágrimas cuando repetía situaciones y derrotas como si lo disfrutara.
Hace más de media vida que la estoy mirando y todavía no terminé de inventar su rostro, únicamente la pude imaginar pensando algo terrible y luego ver sus intentos para que eso no suceda en realidad. Miro mi cortado y no tengo ganas de terminarlo, revuelo los miedos que la gobernaban —y seguramente la siguen gobernando— a Norma y no sé la mujer de la otra mesa, que no sé si está dándome la espalda o está de frente a algo que no logro ver...
Entran dos policías y piden documentos, el "por favor" con el que terminan la frase está dicho con el tono menos amable que escuché en mi vida y en todos los libros de ficción donde trabajé.
Les doy mi carnet de "Personaje de ficción literaria" lo miran, le dan vuelta y me lo devuelven. Los personajes no somos bien vistos, hoy en el lugar de estar tratando inútilmente de olvidar tendría que estar trabajando en alguna novela, pero no está nada fácil el conseguir trabajo, tengo un proyecto de tener un papel en una obra sobre un jugador de fútbol que fue vendido a los cinco años a Tanzania y llegó a jugar en la selección de ese país, no creo que sea un éxito pero algo es algo, igual yo no me desespero ni mucho menos busco trabajar en el exterior. Un amigo mío acepto participar en un libro de S. King, pobre no sabe que lo espera una muerte segura.
La mujer parece no tener documentación encima, los policías le dicen que los tiene que acompañar. Sin pensarlo salto de la silla y golpeo a uno de ellos que tambalea pero no cae, el otro intenta sacar su revólver, me tiro sobre él y lo desarmo, el primero me agarra por atrás del pelo y me apunta en la cabeza. Desde esa posición puedo ver como su compañero se lleva a la mujer de espalda a mí. Me pregunté por qué no me arrestaban, con la ilusión de estar en el mismo patrullero y descubrir el presagio que seguramente escondían esos ojos; "a nadie le importan los personajes" —me contestó.
Pago y la mesera se sigue sonriendo, algunos me dijeron que la vida les sonríe (así como la mesera).
Salgo y no sólo no olvidé a Norma, ahora sumo recuerdos que acabo de sembrar...
Hace quince minutos que estoy esperando el colectivo, podría decir que media hora o tres cuartos de hora o media vida, nunca calculo bien el tiempo cuando espero.

martes, 22 de noviembre de 2011

Los robadores - Mario Cesar Lamique


La primera vez que entraron en casa nos asustamos mucho. Mi papá no se movió de su lugar en ningún momento, parecía que no respiraba; mi mamá gritaba cosas que nadie de los presentes se tomó el trabajo de entender, mientras nos abrazaba —muy fuerte— a mi hermana y a mí, como si nos fuera a asfixiar.
Ellos hacían todos sus movimientos de forma maquinal, como siguiendo paso a paso una coreografía; mi papá no salía de su insoportable quietud, y mi mamá, en un intento desesperado por escapar, corrió hacia la puerta, pero le fue imposible abrirla: ya no era la nuestra.

La segunda vez que entraron se hizo de noche en ese instante. Saltaron la verja, se metieron por la puerta, que estaba mal cerrada y volvieron a hacer sus movimientos maquinales, manipulando las armas; una bolsa vacía y otra llena. Robaron el televisor a color y pusieron otro falso en su lugar, hicieron lo mismo con el equipo de música, el microondas y los cuadros de paisajes que tapaban manchas de humedad en la pared; cuando ellos se fueron la noche siguió.

La tercera vez que entraron nos habíamos mudado de casa pero nos encontraron igual. Estábamos solos, mi mamá ya se había ido y mi papá tardaba en llegar; ellos entraron sin esfuerzo y con sus dos bolsas robaron cada uno de los artefactos del hogar y los muebles, y pusieron otros falsos en su lugar, sin mirarnos. Siguieron robando, un florero, expresiones de fotos familiares y hasta pósters de la habitación de mi hermana, que abría la boca como si estuviera por decir algo y se balanceaba de atrás para adelante como presagiando una caída.

La cuarta vez que entraron los maté.

Mi mamá viene a verme seguido y me cuenta mentiras sobre su vida, continúa diciendo frases incomprensibles aunque ya no me puede abrazar —muy fuerte— como si me fuera a proteger.

Mi padre está tranquilo en casa, a salvo de sobresaltos, ya sin nada verdadero que le puedan robar. Mi hermana a veces emite algún sonido, pero de su boca nunca sale una palabra, mientras balancea el cuerpo de atrás para adelante, estando siempre, a punto de caer.

viernes, 24 de junio de 2011

Esquina Center – Mario Cesar Lamique


Miro la esquina y no puedo evitar el recordarte, la encuentro muy parecida a vos, pero en otras cosas, ya que en varios aspectos se diferencian, la esquina, por ejemplo, no se va.
Veo los movimientos repetidos, ensayados, aprendidos, aquí vengo todas la tardes a esperar tu regreso con injustificada esperanza pero lo que sale a mi encuentro es esta ya conocida oscuridad que de apoco cambia la fisonomía del lugar, gana terreno, viene cliente, saluda y la compra se concreta; “venì que esta es mi oficina y la otra esquina, es el salón probador”
Miro las caras conocidas, las risas estridentes, los empujones amistosos y la seriedad repentina cuando un auto pasa muy despacio.
Lo que logro recordar de vos de cuando no eras ausencia se parece mucho a esta esquina, o a esa desazón que veo en ella.
La esquina no te conoce, los que ahora la recorren tampoco, un patrullero pasa pero ni mira, todo está bajo control, pensarán.
Hoy en la esquina hay inquietud, caminata nerviosa y pocos clientes, los empujones no se muestran tan amigables, la palabra “buchón” se escuchó, creo que fue lo único que oí, en cuanto a palabras, porque sonidos no faltaron y el disparo intentó acallarlos a todos, en segundos quedaron la soledad del muerto y mis recuerdos, nada más.
La policía viene y pregunta, nadie sabe que pasó, nadie contesta, comienzo a mirar para otro lado sin dejar de pensar en que hoy tampoco habrá reencuentro en esta esquina que se parece mucho a vos, pero claro que en otras cosas, en otras ausencias.