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martes, 30 de octubre de 2012

Arroz con leche – María Pía Danielsen


“Arroz con leche”…
Mmmm me gusta. Mejor si lleva canela y vainilla. Tiene que ser cremoso y dulce.
“Me quiero casar”…
Eso no. Ni aun cuando las leyes lo permitan. No uso corsé. Me ahoga. ¿Porqué ceñir el amor desde el pecho hasta las caderas?
“Con una señorita”…
Ay si, si, si. Mil veces si. Tiemblo cuando labios femeninos me besan, manos de seda exploran mis convexidades y concavidades, susurros agudos se instalan en mis oídos y desaparezco disuelta en el éter cuando me roza esa piel sutil, lisa y almibarada.
“De San Nicolás. Que sepa tejer, que sepa bordar”…
Si llega de la luna, del Barrio La Católica o de Villa Atamisqui es igual. La discriminación de cualquier tipo me saca de mí. ¿Bordar, Tejer? Si lo hace con mis sentidos y el alma, dudo que la deje ir alguna vez.
“Que sepa abrir la puerta para ir a jugar”…
Definitivamente imprescindible. Mucho aire, viento, caricias, risas, sexo, amor, lealtad, libertad. Para jugar el inveterado juego prohibido de las copas sin falo.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

Sobre la autora: María Pía Danielsen

jueves, 25 de octubre de 2012

La otra fundación - María Pía Danielsen



Cuando el tiempo no existía, o más bien cuando el tiempo era tierra de suelo y naturaleza, conjunción concentrada en manantiales y esteros, la Pachamama la fundó en sus sueños. No una vez. Tres veces. Guiada por Amaru, serpiente alada que atrapa la vitalidad del agua en ríos o vertientes y lleva los componentes de la vida escrito en sus escamas, la ubicó a la derecha del río que atraviesa la llanura. La hizo a su imagen, sencilla y proveedora, pero por sobre todo fecunda. Le donó su esencia femenina que engendra y proteje.
Con la sapiencia de lo inevitable y los dolores del inicio, amalgamó formas, tradiciones, razas y creencias. Fusionó deidades, santos, vírgenes, pueblos originarios, conquistadores, aventureros, música, bailes, rezos y alimentos.
La soñó eje del sincretismo cultural del norte y centro de Argentina: Ciudad Madre de Ciudades y cuna del folclore.
La Pachamama aun duerme y sueña. La Muy Noble Ciudad de Santiago del Estero la cobija en su regazo.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

Sobre la autora: María Pía Danielsen

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Viceversa – María Pía Danielsen


—¡Te voy a desnudar! ¡Esos trapos de colores son hojarasca, neblina con perfume a sal! —acusó enhiesta en sus sólidas estructuras.
—-¿Envidias mi vuelo? ¿Deseas mi infinitud? —replicó su interlocutora, mientras arrojaba sus prendas al fuego y se calzaba a la perfección la última proclama ambiental del novísimo congreso internacional del medio ambiente.
—Me asqueas, deberías desaparecer, nadie te necesita.
—¿Crees eso? La humanidad me adora. Me encuentran en el sentido de la vida, en los huecos vacíos que completo, en las respuestas a las preguntas ciegas, en los recuerdos más vívidos y en la justificación de las acciones equivocadas.
—No habitas el alma de los humanos, entras y la corrompes. ¡Te desprecio tanto!
—No deberías hacerlo —respondió mientras bailaba con el arte, los sueños, el análisis, la democracia, el amor. —Eres fría, por tanto no cobijas ni empalagas. Un páramo al que también doy vida e identidad. Me provoca risa tu inmovilidad y el orgullo que acarreas. ¿Alguna vez pensaste que soy absoluta? ¿Y que aun puedo llevar en mi vientre partes tuyas? ¿Qué sin mi te evaporas bajo el fuego del instinto? No reniegues, eres mi hermana, mi viceversa, el anverso y el reverso, unidas siempre la Mentira y la Verdad.

Tomado de: El hueco detrás de las palabras
La autora: María Pía Danielsen

lunes, 24 de octubre de 2011

Y ese día - María Pía Danielsen


Y ese día supo que las puertas estaban abiertas. Simplemente no supo mirar bien. Que se escapaba de noche y era su dueña. Que su Señorío inspiraba las visiones de luces y espectros, lo impregnaba de olores embriagantes y sabores irreconocibles, transformaba sus pensamientos en borbotones de palabras inconexas, risas y silencios obstinados. Y no sólo de noche. Se escurría en iras, odios y revanchas. En ausencias y silencios de muerte. En su ingobernable impulso de herir, de dañar lo más amado.
En su incapacidad de ver la belleza y no degradarla, en el placer insano de trocar toda felicidad en llanto. Siglos de guardián de las puertas cerradas y vigilia eterna de las cadenas que paralizaban a la bestia. Una vida entera dominada por su voluntad de encajar en la lógica de los parámetros de la normalidad. Sin tregua, sin concesiones, sin lamentos. Con la herida siempre abierta de adivinarse distinto. Con el terror siempre latente al dominio de la bestia. Con el inconmensurable peso de saberla agazapada en lo profundo, siempre viva, siempre alerta y tan segura.
Y ese día y tan seguro, cerró sus ojos a la vida.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Road movie – María Pía Danielsen


Agosto
El mago: ¿Te espera?
Ángel sin alas: No.
El mago: ¿Podemos caminar juntos a la par?
Ángel sin alas: Dale.

Septiembre
El mago: ¿Miras hacia atrás? ¿Te busca?
Ángel sin alas: Me distrajo el ruido del viento entre las hojas. Miraba un olmo. No, no me busca.
El mago: Es tiempo de desechar las hojas marchitas. Mira, tengo un collar de luces para tu cuello, aros de flores, pulseras de caracoles. Te sientan muy bien.

Octubre
El mago: ¿Te hago reír? Debes saber que mi magia está rendida a tus pies.
Ángel sin alas: Sorprendes, asombras y veo estrellas caer a mi paso.
El mago: ¿Es que vas a mirarme alguna vez?
Ángel sin alas: Tienes mis ojos, ya diste vuelta el disfraz.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

María Pía Danielsen

sábado, 9 de abril de 2011

Elección – María Pía Danielsen


—¡Eres verde! Nunca te hubiese imaginado así —aseveró Pablo.
—En realidad, no siempre soy verde. Algunas veces estoy roja o azul o naranja o incluso negra- contestó el alma.
—¿Porqué el cambio de colores?
—Bueno, depende de lo que hagas conmigo. Si estás belicoso me conviertes en sangre. Si reflexionas cambio inmediatamente al azul. Cuando imaginas adquiero los tonos de la puesta del sol, naranjas y amarillos. Si el dolor no te permite abrir los ojos clausuras mis matices y viro al negro.
—Perdón —masculló algo avergonzado—. Lamento que tu destino haya sido el de acompañarme.
—Te equivocas. Yo te elegí. Porque mientras corres detrás de tus sueños me pintas de verde. Porque cuando asciendes a los cielos me aferro muy fuerte a tus alas y disfruto el placer de planear. Porque cuando me miras, mi verde se hace más intenso y brillante.
—Pero jamás hable o te vi antes de hoy —repicó Pablo.
—Error. Hablas conmigo mientras piensas y escribes. Me miras cuando te conmueves al leer un texto. Me acaricias cuando juegas con tus niños. Me lustras cuando, cual Quijote, emprendes contra los molinos de viento.
—Te elegí porque casi siempre me tiñes de verde.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

sábado, 1 de enero de 2011

Disparidad binocular – María Pía Danielsen


Ante sus ojos, el tenía la grandeza de lo inconmensurable. Mar de aguas calmas, paciencia azul y besos de goma espuma.
Claro que Mariana carecía casi por completo de visión en el ojo derecho.
—Puedes estar tranquila. Me importas mucho- le dijo Benjamín en el oído una noche de brillo y tormentas. El único ojo sano de ella lo percibió gigante, luminoso como el Rockefeller Center en Navidad.
Ya que el destino siempre corre hacia adelante y casi siempre lo que ves, es; la mujer resolvió ir al oculista mientras el hombre decidía salir con amigos.
Simultáneamente al tratamiento previo a la cirugía ocular, Benjamín inició la ronda de miedos, dudas y espejos.
Sorprendida hasta los tuétanos, Mariana observó como la silueta de el se encogía, poco a poco y sin pausa.
Desdibujado detrás del -te llamo después- y del -nos vemos la semana que viene- , pronto cabía en la palma de su mano. Terca como una mula, lo aferró en su puño y se encaminó a la operación reparadora de la visión.
Mariana recuperó la vista de su ojo derecho y con ello, la disparidad binocular que es la forma de percibir profundidad, relieve y dimensiones. Abrió el puño para reconocer a su hombre y se encontró con una caricatura minúscula. La observó detenidamente. Sonrió y sin vacilación alguna, la arrojó bien lejos por sobre sus espaldas.


jueves, 18 de noviembre de 2010

Rompecabezas - María Pía Danielsen


De nuevo, era libre. Despaciosamente, separó cada una de las piezas. La primera, de forma ovoide y ubicada en el extremo superior izquierdo. La segunda, con una cuña pequeña, hizo un mínimo ruidito al desprenderse. La tercera, casi romboidal, estaba prácticamente suelta, en la zona media de su cabeza. La siguiente fue la del extremo inferior derecho, de aspecto sinuoso. Esta costó despegar, tal vez por su forma enredada. La del extremo inferior izquierdo casi salió despedida, ser redondeada fue lo que le dio el impulso. Y así sucesivamente, separó las piezas de su cuerpo y cabeza durante toda la noche. Cada compartimiento estanco cobró vida por si mismo. La soledad se estiró a sus anchas, sin preocuparse por aplastar a la empatía. El egoísmo creció hasta el infinito: la solidaridad se hallaba muy lejos, hablando con el estímulo. El orgullo planeó por sobre los sentimientos, que en realidad no se adaptaban a ser piezas desarticuladas de una personalidad fragmentada y compleja.
En la oscuridad, el yugo cede. Y se agigantan los monstruos que permanecen cautivos.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

sábado, 23 de octubre de 2010

La doma – María Pía Danielsen


Las neuronas del cuentista literalmente se burlaban de el. Bailaban la danza del olvido sobre la laguna del desierto, a más de confundir vocablos e imágenes en cámara lenta que se negaban terminantemente a coincidir en secuencia. Cual zombi fue hacia el equipo de audio, colocó el CD de ACDC en potencia máxima. Bailó moviendo los brazos como aspas, elevando las piernas como si las impulsaran los hilos de un titiritero, sacudiendo la cabeza de manera frenética. No importa saber si el cuento elaborado en el túnel del movimiento voluntario fue lo mejor que escribió en su vida. Lo que es imprescindible saber es que cada giro violento de su cabeza enlazaba letras con conceptos, imágenes con descripciones, música con cadencia, recuerdos con imaginación transformadora.
Después de ello, desenchufó el audio y se tendió en el sofá. Cerró los ojos y como tetris virtual, se concentró en ir haciendo coincidir los bloques de distinta forma de tal manera que encajaran a la perfección. Con el tetris resuelto en su cerebro, ordenó a las palabras su traducción inmediata.
Ese cuento, “El Sacudón” fue el más elogiado por la crítica y el más recordado entre los lectores del escritor domador de neuronas.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

miércoles, 13 de octubre de 2010

Atrapasueños – María Pía Danielsen


Su mesa de luz tenía brazos. Lo descubrió la madrugada en que se despertó después de soñar con rústicos brazos de tronco de árbol que desacomodaban los objetos a su antojo. Finalmente encontró la razón de tanto desorden. Lejos de sentir temor o desconcierto, el escritor observó la veta práctica de la situación: A la medianoche, antes de dormir le escribió una nota: “Estimada mesa de luz. En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento por los servicios prestados, a saber: sostener el velador, los libros, el vaso, y cuanto objeto dejo bajo su guarda. En segundo lugar, veo que se aburre y juega con mis pertenencias. Se me ocurrió otra actividad beneficiosa para ambos. Sugiero que usted anote con sus preciosas manos los sueños que se me escapan mientras duermo. Son muchos porque me despierto al alba vacío de contenido y debo esforzarme demasiado para hilvanar ideas coherentes en mis textos. Es un acuerdo conveniente para ambos: usted se entretiene y yo jamás pierdo la inspiración. Le dejo, a tales efectos, el cuaderno de notas y la lapicera. Afectuosamente”.Aquel fue el verdadero inicio, nunca revelado por su autor, de la famosa novela “El Atrapa Sueños”.

Tomado de El hueco detrás de las palabras

martes, 5 de octubre de 2010

Pérdidas – María Pía Danielsen


Se desprendió sin que pudiera yo evitarlo. Sucedió de repente, mientras el asombro y la incredulidad ocupaban cada espacio de mi miedo. Mientras bajaba, mi cerebro funcionaba a mil, buscando razones. La segunda caída hizo que el dolor que provoca lo definitivo se estrellara en mis oídos. El tercer desgajamiento lo presentí, por tanto, acerqué mi mano y lo recibí suavemente. A la altura del cuarto derrumbe, solo buscaba soluciones para semejante devastación. Si el alma se retuerce de dolor, ese día la mía fue convertida en chicharrón por el aceite más caliente que el infierno. El suplicio invalidante dio paso a la idea de reparar el daño. Me convencí que un excelente dentista abriría mis encías y fijaría los dientes sustitutos. Uno a uno se habían derrumbado todos los dientes de mi boca.
Después de encontrar una posible reconstrucción al estrago bucal, me desperté con la boca abierta. Juro que fui feliz. Cada pieza dentaria ocupaba su sitio, y a pesar de empujarlas con los dedos, permanecieron en su lugar.
¿Tal vez mis pérdidas se volvieron dientes?
¿Encontré en las prótesis dentarias las respuestas a la angustia existencial?

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

sábado, 11 de septiembre de 2010

Destino - María Pía Danielsen


—¿Me escuchas? ¿Puedes hablar?
La médica de guardia interrogaba a Rosa mientras era trasladada en una ambulancia al hospital.
—¿Hace mucho que estás así? ¿Hiciste algo?
Rosa apenas salía del sopor por breves instantes. La hemorragia llevaba cinco días, mientras yacía tirada en un catre de su rancho. Sus cinco hijos nada pudieron hacer para socorrerla. Hugo le preparaba una infusión de jume y Ester, de cuatro años, le daba mate cocido al bebé en una sucia mamadera.
—Me tienes que contar para que te ayude —insistía la doctora.
Rosa era un animalito asustado. Su mente divagaba: —el Señor de Mailín me va a salvar. ¿Quién se va a ocupar de mis chicos? La policía. El juez. La cárcel. La Antonia, que me hizo el favor con la aguja de tejer.
La ambulancia continuaba atravesando los polvorientos caminos aun lejos de su destino.
—¿Estabas embarazada y lo perdiste? ¡Avísame!
Rosa abrió los ojos. Vio al Señor de los Milagros de Mailín que le tendía sus brazos, la cara de sus cinco hijos sin padre, la miseria, el destino de paria que le tocó en suerte por ser mujer y pobre y musitó: —No doctora. No estaba embarazada. Jamás aborté.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

viernes, 23 de julio de 2010

Trenes – María Pía Danielsen


Juan contaba los vagones pasar. El ritual era idéntico todos los días. La policía no lo molestaba. No robaba ni provocaba disturbios. Cuando le tocaba la ronda al agente López conversaban. Era su único amigo y lo hizo partícipe de su secreto: mirar los trenes no significaba matar el tiempo.
El tren de la aurora llevaba el rostro del padre, muerto en la zafra azucarera. El segundo, el de su madre, que hacía las más ricas tortillas. El tren del mediodía era de Julia, su compañera y mujer. La que cuidaba de él y de los tres hijos. El siguiente tren de la tarde, el más largo y bullicioso, reflejaba la cara de sus tres varones. Que jugaban a la pelota y remontaban barriletes.
Los vagones del ocaso resultaban difíciles de observar, por eso se acompañaba con un tinto. El chirrido repicaba en sus oídos de igual manera que el impacto del choque al ser atropellado por el autobús sin frenos.
El último tren de la noche, negro y hermético, que llegaba cuando el alcohol ya había hecho su efecto, se parecía a las tumbas que se llevaron no solo los cuerpos, sino también la cordura de su vida.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

sábado, 19 de junio de 2010

El abandono – María Pía Danielsen


Por tercera semana consecutiva, Joaquín se acostó sin una letra en su haber. Su musa había desaparecido. Antes de cerrar los ojos, alcanzó a divisar su falda a lunares. Instantáneamente, la atrapó por la cintura.
—¡Suéltame! —dijo ella con voz de huída.
—¡Quédate! ¿Porqué me abandonaste? —replicó sin aflojar el amarre.
—Te hice un altar, te invoque, dejé mis ilusiones rendidas a tus pies e ingrata, me transformaste en páramo. —La musa levantó la mirada casi con furia y espetó:
—¡Me aburres! No estoy interesada en ritos, plegarias ni en sueños grandilocuentes alrededor de mis piernas. ¡Ya no juegas conmigo! Volé tus alas mientras recogías en palabras las imágenes del viaje, canté tu melodía mientras me la dictabas al oído, reíamos al unísono sobre el puente entre mi vestido y tu imaginación. Una tarde me veneraste y te creíste mi dueño. ¡Ese día mi magia murió!
Joaquín reaccionó rápidamente, aflojó un brazo e inició una caricia en el rostro de ella.
—Mea culpa. Ven. Acompáñame a bucear en las profundidades de mi océano esta noche, necesito que me ayudes a encontrar mis perlas. Te prometo que, en la mañana, bailaré mientras te preparo el desayuno.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

miércoles, 9 de junio de 2010

La estrategia – María Pía Danielsen


Sabía bien los movimientos. Los tenía estudiados. No porque fuese una preocupación. Simplemente no conocía ni se imaginaba otra manera de actuar. Ella no fue la excepción. Ni sus ojos azules, ni su dibujado cuerpo de mujer abrieron la puerta a otra dimensión en el encuentro. Calculó meticulosamente los casilleros que los separaban. Entonces, se movió dos casillas hacia adelante, sin alejar sus ojos de su anhelo. Inmediatamente, giró una casilla hacia el costado izquierdo. Desde ese lugar expectante, analizaría el desplazamiento de ella, guarecido de cualquier posición de riesgo. La mujer, dueña de una intuición casi clarividente, absorbió la estrategia y se movió una casilla hacia delante y una al costado derecho. En ese sitio halló protección, serenidad y confianza. El, a su pesar, se notó molesto. ¿Por qué utilizaba su mismo plan? Resultaba más lógico y previsible que ella fuera directamente a su territorio, sin advertir el damero invisible dibujado en el suelo.

Desde donde él estaba, dos casillas adelante y una a la izquierda de la posición original, avanzó tres hacia delante y una a la derecha, mientras el olor femenino invadía el centro de sus sentidos. Ella se movió dos casillas a la izquierda y una adelante, con las sienes palpitantes, las rodillas flojas y la anticipación incrustada en la espera.

Esta vez, el no avanzaría. Calculó que sólo restaba aguardar la rendición. Miró hacia atrás, se obligó a pensar en su armadura y fortaleza, brillo y vanidad. En la perfección del plan que desde toda la eternidad, se había ideado sólo para él. Una vez más, el rompecabezas volvía a armarse a su antojo. Miró a la mujer fijamente, escudriñando su ya conocida alma, copia infinita de todas aquellas que antes estuvieron en su lugar. Sin apartar sus ojos de los de ella, en un breve minuto observó el principio de su herida, el movimiento perfecto que grabaría, en forma indeleble, la cicatriz más humillante de su orgullo níveo: la mujer bajó la mirada, dio media vuelta y se fue. Sin palabras, sin vacilación y con el nombre de la ausencia adherido a la espalda.

Tomado de: http://elhuecodetrasdelaspalabras.blogspot.com/

jueves, 18 de febrero de 2010

La estrategia - María Pía Danielsen


Sabía bien los movimientos. Los tenía estudiados. No porque fuese una preocupación. Simplemente no conocía ni se imaginaba otra manera de actuar. Ella no fue la excepción. Ni sus ojos azules, ni su dibujado cuerpo de mujer abrieron la puerta a otra dimensión en el encuentro. Calculó meticulosamente los casilleros que los separaban. Entonces, se movió dos casillas hacia adelante, sin alejar sus ojos de su anhelo. Inmediatamente, giró una casilla hacia el costado izquierdo. Desde ese lugar expectante, analizaría el desplazamiento de ella, guarecido de cualquier posición de riesgo. La mujer, dueña de una intuición casi clarividente, absorbió la estrategia y se movió una casilla hacia delante y una al costado derecho. En ese sitio halló protección, serenidad y confianza. El, a su pesar, se notó molesto. ¿Por qué utilizaba su mismo plan? Resultaba más lógico y previsible que ella fuera directamente a su territorio, sin advertir el damero invisible dibujado en el suelo.


Desde donde el estaba, dos casillas adelante y una a la izquierda de la posición original, avanzó tres hacia delante y una a la derecha, mientras el olor femenino invadía el centro de sus sentidos. Ella se movió dos casillas a la izquierda y una adelante, con las sienes palpitantes, las rodillas flojas y la anticipación incrustada en la espera. Esta vez, el no avanzaría. Calculó que sólo restaba aguardar la rendición. Miró hacia atrás, se obligó a pensar en su armadura y fortaleza, brillo y vanidad. En la perfección del plan que desde toda la eternidad, se había ideado sólo para el. Una vez más, el rompecabezas volvía a armarse a su antojo. Miró a la mujer fijamente, escudriñando su ya conocida alma, copia infinita de todas aquellas que antes estuvieron en su lugar. Sin apartar sus ojos de los de ella, en un breve minuto observó el principio de su herida, el movimiento perfecto que grabaría, en forma indeleble, la cicatriz más humillante de su orgullo níveo: la mujer bajó la mirada, dio media vuelta y se fue. Sin palabras, sin vacilación y con el nombre de la ausencia adherido a la espalda.