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domingo, 29 de diciembre de 2013

La mesa – Pablo Moreiras


Él regresa a la vieja mesa, no se le conoce el rostro, aparta la silla de madera y se sienta. Apoya los codos de pana sobre el polvo que ilumina la ventana como pátina del tiempo decantado. Sus pantalones verdes también son de otra época, gastados pero dignos, sus zapatos atesoran el rastro de sus huellas y el color de la memoria. Nuestro hombre guarda el silencio que no roba a la tarde, que más allá de los alféizares se pierde en un bosque verde, profundo y vivo, donde el grito de los pájaros hace de guardián excelso de lo que no se escucha.
Las manos del hombre, ya maduras, recogen alguno de los amarillentos cuadernos de tapa negra que persisten como signos de un pasado cierto, y lo abren con la suavidad de quien guarda aún el poder del asombro.
El rostro ausente tiembla, por un segundo, una pequeña brisa levanta el polvo de la mesa que queda suspendido en el aire, atravesado por la luz ensangrentada.
Esa mesa nunca ha sido suya, pero sí esas palabras, que ya soñaban con él, en la tinta y la mano del tiempo del padre de su padre.

Tomado de: Se vende poesía

Acerca del autor: Pablo Moreiras

sábado, 13 de octubre de 2012

Cotidianidades - Pablo Moreiras


Hacer la cama es como ordenar el mundo, cada mañana, con la nueva luz y la presión de la sangre estrellándose contra las paredes del corazón, descubrir el lecho de los sueños y limpiarlo de pelos y señales, rastros de realidad desprendidos por lo vivo antes de cruzar los portales de lo eterno, es ordenar la vida, preparar el cielo y las pupilas, estirar las sábanas en un gesto de supervivencia, alisar la colcha sugiere algo así como el amor, o la ternura de esponjar las almohadas hundidas por el peso de los sueños, restaurar el mundo, rehacerlo al capricho de nuestras manos, hacer la cama es casi un ritual, casi un exorcismo para la piel que anuncia su regreso si el crepúsculo la salva una vez más, y sin embargo, las sábanas deshechas, la colcha arropando el suelo, los rastros descubiertos por la luz, naturaleza muerta que conmemora lo ya pasado aún humeante entre las brumas y los fantasmas en disolución de la mañana, desordenar el mundo es también un acto humano, orden y desorden de la razón, porque el mundo nada, el mundo discurriendo, el mundo ajeno a lógicas, filosofías, psicoanálisis y morales, el mundo y su secreto matemático, y la vida y el olvido medidos en años-luz y en cómo brillan las estrellas. Y Dios, un sarcasmo de lo absurdo, recogiendo miedo como peces con sus redes de silencio -quien calla otorga- y los hombres que gritan, hechos y deshechos, y la vida sigue, impertérrita, y atrás quedan, tras puertas y llaves, las realidades más anónimas, más íntimas, más secretas: los lechos de la vida, los mapas de la historia que cuenta, como piezas de un puzzle, todas las historias.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


Acerca del autor:
Pablo Moreiras

martes, 2 de octubre de 2012

Liviano canto – Pablo Moreiras


Amenaza la luz con lluvia, tu rostro sucio lavado por el cielo.Abril dudoso, de ramos de luz y flores, con sombras que se arremolinan tímidas en los rincones.
Llega el tiempo y se pausa, los relojes se contienen, y divisan y escudriñan en silencio el horizonte, tantas horas a punto de incendiarse, ahora espejismos de lo que aún no existe pero las agujas ya saben.
Todo cambia, hoy como siempre, ya olvidamos nuestro rostro de ayer, el que luchó por nosotros y ahora queda borrando huellas en la memoria.
Los pájaros se escuchan, incluso en las ciudades más hondas y oscuras, su canto llega hasta el frágil secreto de nuestro tímpano, para enseñarnos sin palabras.
Hoy me voy, más que nunca, y he de volver, inevitablemente, a estos mismos versos, zurcidos como silencio y escucha de la vida y de la luz, paraguas agitador de gaviotas y sombras, cuerda infinita del todo a la nada.
Esta primavera, como era de esperar, la luz amenaza lluvia, y los ojos sorprendidos rezan una oración que ni siquiera existe, ni tiene dios, ni versos ni palabras, y suena, tan liviana, como el canto de un pájaro.


Acerca del autor:
Pablo Moreiras

miércoles, 28 de marzo de 2012

Algo así - Pablo Moreiras


Era enero, un cielo gris y húmedo, algunos kilómetros más cerca de la infancia, la lejanía del horizonte cuando se incendia, una metáfora, las calles y olores de una ciudad secreta, sus luces, su silencio, sus voces repetidas por cientos de bocas y lenguas y dientes.
Era tu rostro, algo así como el recuerdo de unos ojos confiados y escondidos tras una taza de café, el aire fresco de cualquier mañana blanca, la respiración ausente de tu cuerpo desnudo y también ausente al otro lado de la cama.
Era el momento en el que escribo con la cabeza en otra parte, en otro tiempo futuro, en un salto al vacío con red de pasado. Es este cigarrillo ardiéndome en los labios, este presente que consumen mis latidos, este saberte cerca al otro lado del teléfono.
Es esta cena de ensalada, esta digestión frugal, esta felicidad en vilo cuando felicidad es algo más que una palabra y es algo así como un misterio, como un enero tan distinto, y un contingente proyecto de futuro.


Tomado de: Se vende poesía


Acerca del autor:

sábado, 31 de diciembre de 2011

Página en blanco - Pablo Moreiras


Sueñas con noches largas, al filo de un precipicio blanco. Miedo a no saber volar, cansancio, pereza, urgencia que la vida da, como un tren a medianoche. Paisajes de entresueños, paisajes que se difuminan borrosos y fugaces a lo largo de la ventana de los días y los años. Siempre queda un rincón, algunos minutos para la nostalgia, algún cadáver de entre todas las horas consumidas que revela la oscura atracción hacia la muerte, cálida, también por un instante. Las mismas palabras que caen como gotas de un grifo roto, intemporales medidas de tiempo en combustión eterna. Palabras que van ahondado el hueco sobre la piedra, sobre el alma vieja y universal, y pequeña, e intangible, acá adentro bajo el pecho, un latido incandescente. Y nos queda, al final de todos los destinos, al final del tiempo y de la vida tan eternos, sólo una lágrima imperiosa, una sonrisa indestructible, y el amor, siempre el amor, más allá de todo lo que existe.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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Pablo Moreiras

lunes, 7 de noviembre de 2011

Lo celeste – Pablo Moreiras


Lo celeste nace de la insondable profundidad del horizonte, del más allá de su levante, de las tierras más al este, de sus ignotos mares, valles y montañas. Lo celeste viene arrastrando su túnica hasta este mundo llano, hollado de cenizas y rastrojos, macilento como el sol en su denuedo cada tarde, donde también cabe la sombra reverdecida de una esperanza ardiente y calma.
Lo celeste, ese lugar adonde vuelan los pensamientos más leves y pesados, sus largas colas cual cometas de palabras, las emociones que trascienden la recia cárcel de la carne y su secreto; lo celeste, red que se extiende y expande como una verdad indescifrable, arrastrando todo instante memorable, todo destello o latido superiores, dignos de la memoria primero y su postrero olvido eterno.
Lo celeste anida en las oscuras horas del sueño y de la muerte, en su urgencia de llama e incendio, en su paciente y segura marcha absoluta y triunfal sobre el ajado calendario de los muertos de los muertos, para luego renacer, triunfo de los días, más allá de todo lo vivido.
Lo celeste son tus ojos, y tu vestido a veces, y tu pañuelo que vuela por encima de los árboles, y tu sonrisa rota por el blanco de tus dientes, y tu vientre, lo celeste a veces, el insomne sueño de tu vientre que crece desde las raíces de tu sexo y de mi sexo, desde tu deseo y mi deseo, porque a veces lo celeste es el amor, y otras sin embargo, la indiferencia de los dioses.
Y lo celeste, más allá de este pobre parlamento, es la excusa que yo tengo ahora, tan sólo ahora para quererte, así, de manera tan ciega, tan ignota, tan oscura y espiralmente celeste celeste celeste, cual misterio que trasciende las fronteras de la pura carne y la materia.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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martes, 6 de septiembre de 2011

Nocturno Ave Fénix – Pablo Moreiras


Tú que ríes, tú que besas, tú que amas; tú que eres una sombra chinesca en la noche anaranjada. Fantasma de la noche, esclava del amor en llamas, tú que estás más allá del miedo y la muerte, más allá de la desidia, más allá del abandono, más allá de toda la mortalidad que nos erige, sirena callada, que miras ausente, que rompes el aire a carcajadas, que bebes, que sueñas, que vives, que ardes como carne de cenizas que habrá de soplar el viento, como carne que no han de catar los gusanos. Tú que eres lo demente y la demencia, la cordura desmembrada, lo real que queda más allá de la piel y sus defensas, al fondo del silencio, en el último confín de la palabra que esconde la única verdad que late en la sangre que nos riega y nos engendra, en el sexo último, pájaro huidizo de sombra y deseo, onírico símbolo y realidad equívoca; yo te he visto, no lo dudes, yo lo juro, yo he escuchado tus pasos en la madrugada, y sé que existes, desvelado sé que pasas, te siento, como recorres mi piel en un escalofrío, fugaz figura en la ráfaga del coche que pasa, irredenta dama de la ciudad nocturna y de todo el universo que late desnudo, cuando tu infinito cumpla y tu hora llegue, sólo tú habrás de resurgir por encima de la colosal e incandescente pira de tu alma.


Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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lunes, 14 de febrero de 2011

Presente, pasado, presente - Pablo Moreiras


Hoy la tarde ha dado un giro inesperado. De repente, al dar las seis en una esquina me he encontrado contigo, o mejor dicho con tu espalda. Y te he seguido, sigiloso y a distancia, me he dejado llevar por tus deseos, por tus calles y rincones, como un espía o un voyeur, y la ciudad ha sido otra, poco a poco, ha ido cambiando de reloj y de horizonte, de sonrisa y de mirada, de paisaje; y su luz se ha vuelto oblicua, y se ha inclinado interrogante, algo más real, con más arrugas e imperfecciones en mi rostro, para luego acariciarme, y entonces los aromas, los colores, el lugar de una infancia extraña y recuerdos que he dudado míos; y he vuelto a descubrir la vida desde abajo, a poco más de un metro del suelo las tardes son más largas, y el horizonte cuando arde es una fábrica de sueños; y así, en mi persecución absorto y perdido te has dado la vuelta, y me has mirado en silencio, y me has preguntado quién soy, y no he sabido contestarte.

Tomado del blog Poesía, se vende


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miércoles, 19 de enero de 2011

Otra vida - Pablo Moreiras


Asustado y repentino desperté y encendí la luz, miré a mi alrededor, observé toda la habitación, escudriñé cada rincón en busca de algo que me fuera extrañamente familiar. Estaba solo. Me levanté aún tembloroso, me dirigí a la ventana y descorrí la cortina, frente a mí la noche aún avanzaba sin prisas, y toda la ciudad y su emjambre de titilantes luces se desparramaba fantasmagórica y onírica hasta perderse en el horizonte y la absoluta oscuridad. El corazón me latía deprisa, mientras yo intentaba entender aquel lugar, aquel instante, aquella fotografía. Finalmente me armé de valor y aún confuso acepté el desafío. Sigilosamente me vestí, me enfundé una vieja cazadora, y llené una pequeña mochila con las pocas cosas que encontré y supe mías. Salí de puntillas de aquel piso, cerrando la puerta lentamente tras de mí, para no despertar a nadie. Me había equivocado de vida.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Una vez más – Pablo Moreiras


La tarde se repite, inconclusa, laberíntica, espiral, renovada, interminable. La tarde y tu rostro. La tarde y tu cielo. La tarde y tus hojas. La tarde y sus ojos. La tarde y tú acá adentro, entre mis manos y mi pecho, la escarlata luz de vuestro sueño, de vuestra inquina, de vuestra esperanza ocupando el presente y mi vacío. La tarde y tú como amantes de un fuego marchito, de una estepa baldía, dueñas de un horizonte que no se alcanza, que no se acaba, que no perece cristalizado en mis pupilas, hombre de provincias, hombre pobre que aspira a la inmortalidad de la tarde, al ideal imposible de tus labios, tú que no habrás de existir nunca, y que no morirás sin embargo, hasta que este corazón lo haga, hasta que estos dedos no bailen, hasta que esta tarde interminable no nos lleve arrastrados por su penúltimo sueño.
La tarde se repite, una vez más, tan sólo es eso.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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jueves, 4 de noviembre de 2010

Disgresiones (en el silencio) – Pablo Moreiras


Es tarde, muy tarde, tan tarde que quema la tarde, ardiente y roja, como un alma a punto de incendiarse.
Es noche ya, y un silencio que no se interrumpe por nada, y una oscuridad que se parece a la muerte o a algo llamado desconocido. Y siempre tú, y yo, y todo lo que no existe pero forma parte de nosotros, todo lo que la vida nos hizo sin darse cuenta, todo lo que somos pese a tantas cosas, y por culpa de tantas otras.
Estas palabras, palos de ciego entre la luz y el sueño, entre la vida y la nada; la angustia de ser en una sola palabra.
Siempre esta espiral que se perpetúa en su crecimiento estancado en una sola tarde, aquella desconocida tarde de una infancia de la que ya casi todo es inventado, y sin embargo es el único mapa del alma.
La vida es otra cosa, una película proyectada en un cine a las afueras, en los arrabales de todo aquello que no se ve, más allá, mucho más allá de uno mismo.


Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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viernes, 29 de octubre de 2010

El cielo es gris (el hilo de Ariadna) – Pablo Moreiras


El cielo es gris, hace frío, y las hojas se mecen despidiéndose, del aire o del mundo. Tu mirada, de colores profundos, se pierde en el rumor del viento nórdico.Todo calla en esta mañana acallada, donde cada uno inspecciona cajones olvidados, y saca poco a poco recuerdos, y los mira con ojos extraños, y se reconoce en alguna mirada, en alguna prenda de vestir en verano, en alguna palabra también lejana.Casi desnuda, en el hueco de tu casa, paseas las estancias, en camiseta, en pantalones de algodón o pijama, con pechos turgentes, con manos inquietas, con amor y sexo en tensa alarma.Rebuscas secretos, cosas que nunca supiste que sabías, sueños que esquivaste para salvarte de no sé qué. La casa en silencio, y un puzzle de infinitas palabras que ordenan tus dedos, rehaciendo laberintos que te guíen, hacia el futuro o hacia el pasado, es decir hacia ti misma, al borde mismo del latido.Como el hilo de Ariadna, las palabras, sorteando la furia de la angustia vital y de la muerte, te acercan al suave y cálido olor de tu cabello rojo, que acaricias despistada, mientras tu mano se introduce entre tus labios, y tus dedos te desbrozan, en un estallido mudo, pasional y gris de hojas despidiéndose, con todas tus palabras que renacen, y te sobreviven, y te abren el camino, desde cajones olvidados a miradas que regresan, al siguiente latido acelerado, en la calma y las voces que te llaman, con tu nombre dulce enamorado.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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miércoles, 29 de septiembre de 2010

La casa – Pablo Moreiras


Llegaste a la casa cerrada sin expectativas. La calle, sus aceras, sus árboles y fachadas eran tal y como las habías imaginado, con los mismos colores suaves pero vivos. El sol iluminaba oblicuo tu vereda y por entre las ramas hacía surgir tu sombra andante sobre las paredes. No hacía excesivo calor y sólo un puñado de transeúntes y coches animaban la escena. Tú caminabas sin prisa, observando cada detalle, paladeando y en definitiva disfrutando de un momento que nunca valoraste como algo más que un mero trámite más bien tedioso y gris. Al llegar te quedaste mirando por un momento la puerta sin pensar en nada, absorto en lo que bien pudiera parecer un sueño. De repente soltaste la maleta en el suelo y sacaste un llavero con una única llave reluciente de tu bolsillo izquierdo. De igual manera te la quedaste mirando por menos de un segundo con un atisbo de incertidumbre. Inmediatamente después y sin más dilación la metiste en la cerradura. Encajó a la perfección. Y giró, una y dos veces, mientras tus pupilas se dilataban discretamente. Al empujar la puerta tu estado anímico giraba en un limbo indeterminado de placer y asombro. La luz entraba radiante desde la ventana de enfrente hasta la puerta. Todo permanecía al igual que la última vez, intacto pero rejuvenecido. El verano había terminado.

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jueves, 9 de septiembre de 2010

Frente a frente (borrador descartado de locura o muerte) - Pablo Moreiras


Qué me queda de ti, sumido en las simas de la tarde, bajo la sombra larga y su olvido alado, qué me queda de ti, en la caída desde el cénit al silencio inerme de la muerte, muerte de viejas luces, horizonte de palabras muertas.
Qué me ha de quedar de ti le pregunto a este espejo, muerte joven que a través de los años me persigues, de sueño en sueño, de cielo en cielo, de noche en noche, de árbol en árbol y voz a voz, sombra a sombra, beso a beso, grito a grito, palabra a palabra, a través del silencio y su desierto vivo, a través de mis ojos y su luz callada, caricia a caricia y odio a odio, a través de los ríos, las ciudades y las montañas, a través del secreto y de sus aguas, a través de la mentira y sus verdades, dolor a dolor, de amor a esperanza, de ciego a ciego, de golpe a golpe, de sexo a sexo, de jaula a jaula, de cordura a locura y viceversa, de ti a mí y a ti y a él y a mí de nuevo, de angustia en angustia, a través de las arterias, de venas a corazón, de sesos a uñas, de palabras, de palabras siempre, de segundo a segundo, de año en año, a través del ocaso y del alba, a través de todos y todos los mundos, a través de la nada, de la nada al infinito y al fin a mí, por mí de nuevo.
Muerte querida, muerte nacida conmigo y para mí, compañera de vida, amante absoluta, vieja amiga qué me ha de quedar de ti, me pregunto y te pregunto frente al espejo.


Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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lunes, 2 de agosto de 2010

Otoño experimental – Pablo Moreiras


Ya va siendo hora, susurras, y el aire frío hace tiritar mi piel, y el vaho de tus palabras empaña mi laberinto mientras la húmeda y macilenta luz de la noche urbana se hace hueco entre nuestros ciegos huesos.
El otoño, indefectiblemente, nos va dejando desnudos, poco a poco, a lomos de silencio, tu memoria queda a la intemperie y tus recuerdos son perros que ladran a la luna, habitantes solitarios del arrabal y el abandono.
Mis mudas manos te buscan en los últimos rincones del pasado, atrapados como barcos hundidos en el acuoso olvido de tus iris, verdes como el musgo de los estanques callados.
Mira, como caen las hojas de los tristes esqueletos blancos erguidos hacia el cielo, tocan sus dedos lo celeste, lo rayan y lo arañan, como esperanzas desesperadas.
El olor a mar llega recorriendo callejones y malditas aceras, llaman a la puerta los astros desterrados de la ciudad, tú los almacenas entre botellas de vino, en la cocina atesoras tu tráfico de estrellas.
Ya va siendo hora, susurras, y ya sé que has decidido adelantarte al destino, y ya sé que mi vida no habrá de sufrir todo el dolor que da el recuerdo, quebrando la piel y los andamios del latido.
Sin más me agredes, me rompes el cuerpo a dentelladas, y todo yo me derramo, entre oscuras luces, en versos no nacidos.

Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/


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jueves, 29 de julio de 2010

Alucinado – Pablo Moreiras


Aquí dormido, callado, silencioso, abro repentinamente los ojos, me acerco al espejo, me miro, me palpo los párpados, los pómulos, las pestañas, me beso los huesos de las manos, me tiro del pelo oscuro que no se cae, lo meso. Me giro desnudo y me visto con la ropa que arropa el suelo. Vuelvo a girarme, me acerco de nuevo y me beso en el espejo. Una sonrisa empieza a surgir, como una flor de acantilado en el olvido, enajenada y roja, imposible. Salgo a la calle de una tarde larga como el tiempo, como el sueño, como el ansia. Camino las aceras de la vida repentina e inconsciente. Veo a tantos sin ver a nadie. Flor enajenada e imposible. Y sin embargo, lúcido y desarmado arribo a tu balcón, y te grito, y te llamo una, dos, tres, infinitas veces, mientras las cortinas blancas se mecen al ritmo de la brisa, hasta que tu cara sorprendida rompe la fugaz eternidad, flor blanca de arena y agua, y yo te grito, alucinado y amante, que no vamos a morirnos nunca.


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miércoles, 14 de abril de 2010

Wanted – Pablo Moreiras


Para encontrarme he decidido asaltar con sigilo mi casa, abrir silenciosamente todas las puertas, y escrutar casi a oscuras todas las estancias. Luego al alba descorreré las cortinas, para que la luz de la mañana ilumine delatora todas las dudas y rincones que hayan podido quedar intactos.
Entonces proseguiré por la cocina, atisbaré entre armarios y cajones en busca de alguna huella de mi vida, empezaré por el azúcar y el café, galletas e infusiones, conservas varias y al fin el frigorífico; los aromas siempre esconden recuerdos, alguna picante pista o una agridulce nostalgia ya caduca; no guardo sin embargo muchas esperanzas en los guisantes congelados o similares provisiones bajo cero.
En el aseo sólo me interesa el cepillo de dientes y la máquina de afeitar, y el olor de las toallas, y los restos de mi rostro en el espejo.
Al llegar al dormitorio es posible que el sueño comience a vencerme, y tras palpar a ciegas el íntimo tacto de las sábanas, y mirar debajo de la cama, abriré el armario y memorizaré los colores de todas mis camisas, y me acostaré, arropado hasta los labios, para descansar un poco de mí mismo y de la vida.
Y si todo sale según lo planeado me despertaré, y acabaré de nuevo en el salón, haré café y abriré algún paquete de galletas, y sentado en ese viejo hueco que el sofá me hizo con el paso de los años, pensaré que todo ha sido un sueño.

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sábado, 20 de marzo de 2010

Entresueños - Pablo Moreiras


¿Has perdido el sentido de tu vida?, me preguntó aquel viejo extraño saliendo de una tienda cualquiera, en una calle cualquiera, fría y gris de este otoño algo más melancólico y lascivo que otros años. Yo lo miré sorprendida, sopesando el silencio asombrado de mi boca; perdone, resolví en contestarle, mi vida no es asunto suyo, y desde luego que no ando perdida, pero dígame, sabe usted acaso qué ha sido de la suya? El viejo, de extraños ojos verdes, esbozó un sutil gesto sonriente sin dejar de clavarme su mirada en las pupilas. Suerte princesa, me respondió calmadamente con un deje de dandi de película en blanco y negro. Inmediatamente después prosiguió su camino, sin apenas rozarme el abrigo rojo con el pardo tejido de su chaqueta. Por un momento quise ver en el rincón más escondido de aquella indescriptible sonrisa el oscuro reflejo de un afilado colmillo. Entonces pensé que quizás me hubiese equivocado de cuento. Una bofetada de frío repentina fue la que me hizo despertar de mis divagaciones, a la vez que recordaba, despejando mis dudas, que hacía tiempo que mis dos abuelas habían muerto. Retomé mi camino y volvieron a mi consciencia vivos y claros todos los sonidos y luces de la ciudad nocturna. El frío parecía anestesiar sin embargo mi nocipercepción, aliviándome de las rozaduras de aquellos incómodos zapatos de cristal, a la vez que también cedía el agudo y localizado dolor en el dedo índice de mi mano izquierda tras el pinchazo horas previas con la aguja de la máquina de coser. Mientras tanto continuaba agarrando con mi mano derecha pegada al costado el libro repleto de poemas, aprovechando el vaivén del paso para ir dejando caer disimuladamente y poco a poco, a modo de reguero, todas las palabras al suelo. Cuando la noche creciera y se hiciera profunda y mágica, sólo ellas podrían devolverme a casa.

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Pablo Moreiras

sábado, 13 de marzo de 2010

Ni siquiera eso - Pablo Moreiras


No sé qué decirte, tampoco sé quién soy. Puedo darte mis señas, mi dirección, mi edad, mi sexo, mi signo zodiacal, mi día preferido de la semana, el tipo de pasta que me gusta, mis miedos, mi angustia, mi ilusión y dónde cultivo mi esperanza, el color de mis ojos, mis recuerdos de niño, lo que quise ser cuando yo sea grande, los viajes que hice, los cielos y mares que crucé, la tierra que pisé con paso más o menos firme, mi deseo, lo que nace de un profundo rincón animal, el asesino que vive en mi inconsciente y el cobarde que lo acompaña, mi instinto paternal, cómo a veces puedo ser el mejor amigo y otras me entran ganas de llorar, puedo atreverme a quedarme desnudo frente a ti con el miedo a que me dispares en el pecho, enseñarte mi posición para dormir, cómo me gusta el café con leche, el número de azucarillos, mis libros preferidos, lo que espero de la vida, lo que no me atreví a hacer y lo que sí, puedo incluso intentar decirte la verdad de lo que pienso cuando te miro, mi odio y mi amor unidos, mi crisol de realidades, cuándo sueño con palomas, plazas y un abrazo, cuándo quisiera estar tan solo en el mundo y cuando me moriría si nadie me diese la mano, puedo contarte de qué podría llegar a ser capaz, para bien o para mal, dónde nací y los aromas que me habitan. Puedo darme a ti hasta la injusticia, entregarte mi última dignidad de vivo. Sin embargo ni siquiera así podrás dar conmigo, porque soy algo mucho más allá de todo esto, que ni siquiera yo sé.

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domingo, 14 de febrero de 2010

Deseos – Pablo Moreiras


Amanecía como cuando amanecen los días que no son del mundo. Con una luz ausente y dormida en el polvo de objetos pequeños. Sobre tus párpados, haciendo columpios entre pestañas, sobre tu piel, prendiendo el ingente amor nacido de la noche.
Amanecía y eras tú de nuevo, era la mitad de una vida arrumbada entre recuerdos y otra mitad al borde del alba, arrastrada por las redes de tu pelo, arrancada del sueño y entregada con rumor de olas y gaviotas.
Amanecía y sabía a mar, a salitre oscuro y a pura sal todo tu cuerpo, abandonada tras el sudor de tu latido, mientras abrías los ojos y tu mirada era de la profundidad más bella, más alucinada, y todo era una pausa, un interludio a la espera de tus labios, a la espera de un gesto mínimo de tu carne para romper el mundo entero en el beso de un instante.
Amanecía, y no sé desde qué mundo o de qué poema viniste a despertarme, con la dulzura rota de mi semen, tu falso recuerdo, y toda una vida por delante.

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