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lunes, 13 de agosto de 2012

Pan duro - Mario Cesar Lamique


—Una desgracia con suerte —exclamó Wilmar había caído en lo que parecía ser una arboleda, pero casi esponjosa. Se sintió envuelto y arropado. La sensación de estar cayendo parecía continuar.
Fueron a investigar este extraño planeta y hasta ahora no encontraron nada irregular, salvo por la explosión que los despidió a cada uno en diferentes direcciones, y él justo cayó en el lugar más suave y esponjoso que había conocido.
—¡Una desgracia con suerte! —gritó de nuevo mientras movía sus manos como si estuviera festejando un gol. “Una suerte con desgracia”, pensó mientras miraba a Wilmar; comer humanos por la mañana siempre le caía mal, pero en su planeta había un dicho, “para el hambre no hay humanos”, es mejor sufrir porque algo te cayó  mal que sufrir por hambre, se dijo, afirmó, se autoconvenció.
De la superficie esponjosa comenzaron a salir lentamente garras filosas de diversos tamaños, Wilmar no gritó, simplemente imaginó que seguía cayendo.
“Una suerte con desgracia”, volvió a decir, mientras esbozaba una leve sonrisa, como lo hace cada vez que está a punto de saciar su apetito.

Acerca del autor:  Mario Lamique


sábado, 19 de mayo de 2012

Reportaje - Mario Cesar Lamique


Recuerdo sonidos y olores.
Me dijo.
Pasos... pasos por la escalera, querían ser sigilosos pero pisaban fuerte, aplastaban los escalones.
Después la puerta, se ve que la patearon y cayó contra el piso, en el momento me dio la idea como de un desmayo.
Gritos, entraron gritando, gritaban más fuerte que sus pisadas.
—¿Hubo disparos?
—Sí, muchos y te juro que sentí olor a sangre y a transpiración, me dieron ganas de vomitar pero me aguanté.
—¿Después?
—Parecía que todos los sonidos habían hecho un pacto de silencio, de golpe, nada se escuchó.
—¿Qué rompió el silencio?
—El llanto de mi hermana. Lloraba como resistiendo. Lloraba más fuerte que las pisadas; las patadas; los gritos; las balas.
—¿Se la llevaron?
—Sí, y no dejo de buscarla. Yo pude salvarme, pero ella era muy chica como para tener miedo y esconderse.
—¿Cómo pensás que está ella ahora ?
—Y... como una bebé, todavía sin saber ni su nombre.
—Gracias.

Acerca del autor:
Mario Lamique