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domingo, 17 de febrero de 2013

Pueblo de Bluff - Fernando Manzini


En el pueblo de Bluff todos se odian, y cuando escribo “todos”, me refiero a todos: fulano odia a su vecino y éste odia a fulano; los seguidores de la iglesia “Cristo Vivo” odian a los de la iglesia “Cristo No Nato”, éstos a “Cristo Por Nacer” y éstos últimos a “No Hay Cristo”; los seguidores del equipo de las estrellitas odian a los del equipo de la banda vertical, éstos odian a los rojos y los rojos a odian a los colorados con pintitas violetas; los que no tienen MP3 odian a los que lo tienen, los que lo tienen odian a los que tienen uno mejor, y los que tienen los mejores MP3 odian a los que odian la tecnocracia; los almacenes odian a los supermercados, los supermercados a los megamercados, y los obreros de los megamercados odian al sistema capitalista que no les permite poner su propio almacén; los artistas del “Hay Sentido” odian a los artistas del “No Lo Hay”, y éstos a los vanguardistas del “Más o menos”; los industriales odian a los intelectuales del alma, los intelectuales del alma al gobierno y el gobierno a los filósofos chacareros; los rubios odian a los morochos, los morochos odian a los rubios que les quitan las novias, y las novias que se van con los rubios odian a los rubios que las dejan por otras. Lo dicho: en el pueblo de Bluff, todos se odian. Y este odio es infinito, sí; pero circular: cada cien o doscientos años sucede algo que puede ser tanto un terremoto como un incendio o la caída del dólar o el despido de un millón de obreros o un apagón de luz de tres meses y entonces el pueblo se une y sucede lo siguiente: Los de la Iglesia “Cristo Vivo” se juntan con los de “Cristo No Nato”, con los de “Cristo por nacer” y con los de “No Hay Cristo” para protestar en el Vaticano; fulano se junta con su vecino para golpear la cacerola y tomar mate en el centro; los seguidores del equipo de las estrellitas se juntan con los del equipo rojo, con los de la banda vertical y con los colorados con pintitas violetas para organizar un paro deportivo universal; los almacenes se juntan con los supermercados y los megamercados para subir o bajar los precios de los chocolates; los que odian la tecnocracia se juntan con los que tienen MP3 y con los que no lo tienen para compartirlos, dividirlos o romperlos frente a la casa del Intendente de Bluff; los intelectuales del alma se juntan con los industriales, con los filósofos chacareros y con los agentes del gobierno para discutir durante ocho días seguidos las leyes que regulan el comercio de los fierros y los canarios; los rubios se juntan con los morochos para devolverles a sus novias o para pedirles disculpas por habérselas sacado o para excusarse por haberlas arrancado de sus novios anteriores para luego dejarlas por otras; los artistas del “Hay Sentido” se unen con los “No Lo Hay” y con los vanguardistas del “Más o Menos” para crear cosas que por fin alivien o reflejen la angustia del pueblo de Bluff, porque en el pueblo de Bluff ha ocurrido una catástrofe.
Lo dicho: en el pueblo de Bluff todos se odian, y este odio es intensísimo hasta que ocurre algo. Entonces la gente se une para olvidar diferencias, unir esfuerzos, arreglar las cosas, funcionar como antes y volverse a odiar.

Acerca del autor:
Fernando Manzini