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miércoles, 6 de mayo de 2009

El jinete nocturno - Pablo Dobrinin


Cruzan el cielo como un grito interminable. En una mano llevan las sedientas espadas y con la otra sujetan los rojos dragones que vuelan desesperadamente, creando un viento frío cada vez que agitan sus membranosas alas.
Jinetes oscuros de noches insomnes, Jinetes de brazos terribles y miradas resquebrajadas, Jinetes condenados a cabalgar el eterno viento de la desdicha.
Jinetes de lunas rotas, que han sentido como late el corazón de la lluvia. Jinetes de bestias que escupen fuego y no le temen a nada.
Jinetes de la Venganza, vuelan, vuelan, y sueñan con atrapar al culpable.
Jinetes de una lluvia ardiente que cae en el lago del alma.
Devorando las distancias, con las espadas en alto, se aproximan a su presa.
Jinetes enfermos de Tiempo. Jinetes memoriosos que profetizan la muerte. Jinetes sin presente, sin sombra, sin miedo.
Jinetes de la Venganza... animados por un único propósito.
El joven Jacques da un paso atrás y se aleja de la visión. "¿Hasta cuándo?", se pregunta con desazón. Día tras día, cada vez que se mira en un espejo, vuelve a ver la terrible horda de asesinos. ¿De qué mundo y de qué tiempo provienen? Aunque no sabría explicarlo, tiene la íntima convicción de que lo buscan a él. ¿De qué crímenes atroces lo acusan? Lo ignora todo, especialmente el hecho de que volverá a empuñar una sanguinaria espada, a cabalgar un dragón negro, y a combatir en épicas batallas... Y será esta misma noche, apenas entre en el sueño.

martes, 14 de abril de 2009

El Desierto - Pablo Dobrinin


Año tras año atravesamos el desierto, exhaustos navegantes de una sangre solar.
Nada nos detiene. Los bandidos nos ven desde lejos, pero ya nos conocen y ninguno se acercará.
Atrás dejamos las ciudades luminosas. Las aéreas de construcciones que se extienden como la forma de la música. Atrás quedan nuestras esposas e hijos. Atrás nuestros sueños inconclusos, el agua que tal vez nunca beberemos.
Bajo un silencio de estrellas hay una pregunta que ni siquiera asoma a los labios. La duda es un pájaro negro que aletea en nuestras mentes. El viento desata tormentas de arenas y se burla con acertijos que no tienen solución.
Uno de nosotros no regresará, pero no sabemos quién. La revelación llega siempre en el momento menos pensado.
Por fin, cuando ya estamos cansados, hemos perdido el temor y deseamos que todo concluya, aparece la señal.
En mi mano se ha abierto una herida inequívoca, como un ojo que no hace preguntas. Se la muestro al guía que suspira aliviado.
Casi de inmediato una luz roja e incandescente aparece en el negro cielo. Parece una criatura que agita sus extremidades. Me separo del grupo y avanzo hacia ella.
Me gustaría llorar. Ya no veré más a mi familia. Sólo espero que ellos sean felices.
La luz me apresa con uno de sus tentáculos, me eleva y desgarra mi carne. Un resplandor azul escapa de mi cuerpo muerto. El ritual sucede como siempre ha sucedido, como debe suceder.
La noche mira a través de mi espíritu y ve la caravana que emprende el regreso. Gracias a mi sacrificio, la raza, por un año más, perpetuará su inmortalidad.