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domingo, 4 de enero de 2009

Viejo morador- Wilson Gorj


Comenzaba la noche. Por la calle desierta, una joven pareja paseaba sin rumbo definido. De pronto, comenzó a llover y ambos entraron corriendo en un caserón aparentemente abandonado. 
A resguardo de la lluvia, poco tardaron en descubrir que no estaban solos... 
—Disculpa, viejito. Pensamos que no vivía nadie aquí —le dijo el muchacho al habitante del caserón, un anciano de cabellos canosos que, saliendo de alguna parte se presentó ante ellos. 
—Quédense sin problema, hijos —respondió el otro, educadamente—. Hagan de cuenta que la casa es suya.
Desconfiada, a la joven le extrañó el hecho de que alguien viviera en un lugar como aquel: los muebles estaban arruinados, los zócalos y junturas de las paredes estaban llenos de espesas telarañas, y por el suelo había basura y más basura. De hecho, era extraño, muy extraño... 
—¿Cuánto hace que el señor vive aquí? —preguntó. Como respuesta, el simpático residente rebatió con otra pregunta.
—Depende... ¿La señorita quiere saber desde cuándo?
Igual que ella, el muchacho tampoco entendió lo que el anciano quiso decir con esas palabras.
—Desde cuando... ¿Cuánto tiempo?
A lo que el viejo respondió con la mayor naturalidad: —Ah, eso: en vida yo viví aquí… unos treinta años...

Título original: Velho morador
Traducción del portugués: GvH

martes, 30 de diciembre de 2008

Sequedad - Wilson Gorj


El grifo abierto, el agua borboteando. El hombre se cepilla los dientes. De pronto, el grifo se atraganta, tose algunas gotas y, por fin, lanza un suspiro seco. Para confirmar la falta del agua, el hombre acciona la descarga de la cisterna: también seca. Con la boca aún llena de espuma dentífrica, el hombre va a la cocina (el grifo del lavabo está alimentado por el agua del tanque). Lo abre. Y nada. Semejante sequedad le da una tremenda sed. Limpiándose la boca en la manga de la camisa, atrapa un vaso y lo pone bajo el filtro. Y, triste constatación, ¡ni una gota! La sed se intensifica, se convierte en desesperación. Agua... ¡Agua! ¿Dónde encontrará agua? Sale de casa, comprueba que el sol astilla todo con su calor. En las aceras, los árboles están achicharrados, deshojados. Las calles están desiertas. No hay ninguna señal de vida, no sopla el viento, todo estático, y caliente, muy caliente. El hombre, entonces, escucha un burbujeo distante. De inmediato, le viene el recuerdo de la imagen redentora: ¡la fuente pública! ¡Agua! Corre en dirección a la plaza. Cuando llega, sin embargo, percibe el propio delirio: la fuente está tan seca como su garganta. Intenta llorar, pero es en vano. No hay lágrimas. Sus ojos también son dos fuentes que se secaron.

Título original: Secura
Traducción del portugués: GvH