Mostrando las entradas con la etiqueta Marcelo Di Lisio. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Marcelo Di Lisio. Mostrar todas las entradas

martes, 2 de septiembre de 2008

Signos - Marcelo Di Lisio


La vieja Elvira es la única que sabe ver. Con su andar encorvado va y viene delante de nosotros, desenreda las calles arrastrando su cuerpo delgado entre las ruinas y los desechos. La ciudad es un remedo de aquella que poco a poco se desdibuja en nuestras memorias, una maqueta arruinada a escala real.
En un momento u otro la vieja se detiene en alguna acera, a la entrada de una vivienda cualquiera y observa la fachada. Mira a los costados desde la perspectiva inusual que le brinda su postura deforme, se acomoda la melena gris y decide entrar.
Como todas las demás, esa casa también está deshabitada y a punto de venirse abajo. A la vieja Elvira no le importa, eso es todo lo que necesitamos. Recorre las habitaciones de paredes descascaradas, deambula por los pasillos apenas iluminados por la luz del día, deteniéndose en los más ínfimos detalles: un sillón polvoriento con sus almohadones hundidos, la mugre que años de manoseo dejaron junto a las llaves de la luz, las marcas en la madera de los zócalos y los muebles, el desgaste en los picaportes, las alfombras raídas por el uso, cada aroma peculiar suspendido en cientos de habitaciones. Es posible que la disposición particular de los libros en una biblioteca, la forma en que se encuentra desordenada una pila de CD’s o las manchas en las paredes de una ducha, la ayuden en sus deducciones. La vieja sabe leer en el abandono y reconstruye sucesos a partir de los objetos presentes y ausentes. En ellos ve los sentimientos y las emociones de quienes los usaron.
Hunde sus manos en las bolsas de la basura o en algún cajón y empieza a relatar. Mientras revuelve llora y hace gestos como lo hacen los malos actores o como si estuviera aprendiendo a llorar. Otras, abre un placard, desliza sus dedos sobre las prendas de vestir y es capaz de ponerse a bailar, reviviendo quién sabe qué momentos de vidas ajenas.
Nuestra tarea es transcribir lo que la vieja Elvira ve para reconstruir la ciudad y las historias de quienes vivieron aquí hace décadas. Juntos recuperamos el pasado. La vieja Elvira dice que por suerte ella olvida todo, que le es suficiente con su propia y anciana vida como para, además, tener que cargar con las vidas y las emociones de los demás.
En el fondo creemos que miente.