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domingo, 6 de enero de 2013

Succubus – Alberto Benza Gonzáles


Era muy tarde y viajaba solo en el subte. En el vagón donde estaba no había nadie más. En pleno viaje sentí que se me cerraba el pecho y, poco a poco, me iba quedando sin oxígeno. Por un momento traté de controlarme pensando que era algo psicológico, pero fue en vano. Mi pecho silbaba y me atacaba una terrible sudoración, mientras descubrí que no llevaba mi inhalador. Llegué a mi andén y logré bajar, pero me desplomé sin fuerzas y sin poder respirar. Al instante apareció una bella muchacha vestida de negro. Empezó a acariciarme la frente y dijo: “Tranquilo, yo te voy a salvar, no desesperes”. Admito que su presencia me calmó. “Cierra los ojos”, me dijo. Sentí un beso en los labios, seguido por una incisión en el cuello que en un primer momento me dolió un poco.
Ahora vendo diarios y revistas en el subte. Mi organismo no me permite salir a la luz del día. Sin embargo, en las noches, espero pacientemente devolver el favor que un día me hicieron.

Tomado de: A la luz de la luna (Editorial Micrópolis)
Sobre el autor: Alberto Benza González

martes, 13 de noviembre de 2012

Camisa blanca - Alberto Benza Gonzáles


Nunca me gustaron los ternos (y usarlos menos), pero esta vez contraía nupcias una de mis mejores amigas y no tenía más remedio que ponerme mi único terno azul. Sólo necesitaba una camisa blanca para que combine mi corbata (así lo pensaba). No dude dos veces y me fui a comprar con mi padre la susodicha camisa. Ya en la tienda encontré una sola, era blanca y, lógicamente, era para usarla con gemelos (menos mal que incluía los gemelos). El detalle era que la camisa costaba cien dólares. “Es de algodón egipcio”, repetía el vendedor. Me pareció muy cara, sin embargo me resigné a comprarla por la premura del tiempo.
Estando en la caja para pagar la camisa, mi padre me miró fijamente y me dijo bromeando: “Hijo, esa camisa es muy fina para ti, yo debo usarla”.
Pasó un año de este suceso y llegó la muerte de mi padre, intempestivamente, un 24 de diciembre. “Otra vez a usar el terno de siempre”, me dije. Mi asombro fue grande cuando no encontré la camisa blanca, pero en ese momento no había tiempo para pensar en dichas nimiedades. Me presté un traje cualquiera y salí rumbo al velatorio. Ya en pleno velorio me acerqué al lecho de mi padre y quedé sumamente perplejo cuando vi que llevaba consigo mi camisa blanca de algodón egipcio, incluidos los botones ornamentales enchapados en oro.

Sobre el autor: Alberto Benza Gonzáles

sábado, 10 de noviembre de 2012

El rosario - Alberto Benza


Era la primera vez que entramos a la casa embrujada para jugar a la ouija, y sólo recuerdo a David invocando al espíritu (todos empezamos a reír). Después nos dijo: ¡No jodan, esto no es broma! Y la situación se puso más seria. Él continuó invocando: “Si hay un espíritu en esta casa que se presente”. Ni bien terminó el segundo llamado, sentí frío gélido en los pies, en las manos. Abrí los ojos y las lunas de la casa estaban opacas., todos nos asustamos cuando se rajó el vidrio de la ventana. Percy se levantó, y con una voz temblorosa dijo: ¡Vámonos! Entonces empezamos a correr sin parar. Salimos trepando el muro, corrí hacia mi casa. Entré asustado a mi cuarto, era medianoche y encontré a mi abuela molesta. Me reprendió por lo sucedido y me puso a rezar el rosario. Ahora sólo espero terminarlo para que mi abuelita pueda descansar en paz (ella falleció la semana pasada).

Sobre el autor: Alberto Benza Gonzáles