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viernes, 13 de febrero de 2009

Limitaciones naturales - Marissa K. Lingen


4 de abril de 1876
Estimados Sr. Putnam y Srta. Catherine:
Espero que al recibir esta carta todo marche bien en vuestra apreciada familia. Nos sentimos muy complacidos de añadir la medición del período de 28 Pegasus, realizada por la Srta. Catherine, como otra confirmación de los resultados del Sr. Frederic Bellyer de Anglica, Pensilvania. Estamos seguros de que la paciencia y diligencia que ha demostrado usted en este trabajo, Srta. Catherine, algún día la convertirán en la esposa más excelsa de algún joven afortunado. 
En cuanto a usted, Sr. Putnam, debe sentirse doblemente orgulloso por la guía y supervisión intelectual que ha brindado a su hija, superando las desventajas naturales que ella posee para llevar a cabo una empresa tan masculina como esta. Aquí, en la S.A.A., guardamos la sincera esperanza de que su capacidad de previsión y el arduo trabajo de la Srta. Catherine continuarán ofreciendo sólidos resultados a la comunidad astronómica.
Cordialmente, 
Enoch R. Joy
Presidente, Sociedad Americana de Astronomía

16 de mayo de 1876
Mis queridos Sr. Putnam y Srta. Catherine:
¡Felicitaciones a los dos! Apenas recibimos vuestro informe sobre el cometa, enviamos al secretario de la Sociedad, el Sr. Andrews Pritchett, a verificar la trayectoria por ustedes proporcionada. Luego de su confirmación, hemos bautizado a este objeto celeste con el nombre de Cometa Pritchett-Putnam. Si bien el nombre es algo rimbombante para una luz tan diminuta, creemos que su valor simbólico ha quedado claro. ¡Qué ocasión maravillosa!
Su última carta, Sr. Putnam, evidentemente fue demasiado modesta. El que usted reconozca ser la mano que lo guía y la mente firme que lo sostiene, no empequeñece en absoluto el trabajo de su hija. Por cierto, si no fuese por la aguda vista de esa joven, quizás nunca habríamos detectado ese cometa. Pero tampoco hay nada de malo en reconocer las limitaciones femeninas que Dios le ha dado. 
¡Que Nuestro Señor bendiga esta, una de las combinaciones familiares más fortuitas!
Muy cordialmente,
Enoch R. Joy
Presidente, SAA

12 de julio de 1876
Mi querido Sr. Putnam:
Me entristeció mucho recibir la última carta de su hija. Mi corazón está con su familia en estos tiempos difíciles. Temo que aquí tenemos una demostración de por qué las damas realmente no son aptas para trabajar bajo el aire húmedo de la noche. Es una pena enorme. Espero que la Srta. Catherine haya conservado algún retazo de razón como para no entristecerlos, a usted y su cariñosa madre, con esos balbuceos referidos a un carruaje estelar. Me he preguntado si la perturbación de sus pensamientos se habrá combinado con la jubilosa celebración del centenario de nuestra patria para producir delirios tan extravagantes. En todo caso, nuestras oraciones los acompañan.
Con honda preocupación,
Enoch R. Joy
Presidente, S.A.A.

18 de agosto de 1876
Mi querido Sr. Putnam:
De modo que las cosas empeoran. Quiero que sepa que la S.A.A. de ninguna manera hace responsable a su familia por la desaparición de nuestro querido y joven secretario, Andrews Pritchett. ¡Ojalá se pudiera persuadir a la Srta. Catherine de abandonar sus reclamos por conocer su paradero! Es, desde luego, un signo de su estado, cada vez más trastornado. Una tragedia, realmente, de ambos lados. Rezo por el regreso del Sr. Pritchett sano y salvo, como así también por la pronta recuperación de la Srta. Catherine. 
Con pesadumbre en el corazón,
Enoch R. Joy
Presidente, S.A.A.

2 de septiembre de 1876
Sr. Putnam:
Le sugiero que consulte a un médico, señor. Cualquiera sea el caso, la Sociedad no está interesada en intentar fabricar una réplica del carruaje estelar descripto en las cartas de su hija, ni cree que hacerlo logrará traer de vuelta a la Srta. Catherine o al Sr. Pritchett. Que usted siquiera proponga semejante cosa indica lo profundo de su dolor y su preocupación por la desaparición de la Srta. Catherine. Elevo mis oraciones para que recupere usted la salud; mientras tanto, le ruego no vuelva a comunicarse con esta institución a menos que posea datos astronómicos genuinos.
Atentamente,
Enoch R. Joy
Presidente, S.A.A.

Título original: Natural Limitations
Traducción del inglés: Claudia De Bella

lunes, 12 de enero de 2009

Siete de la mañana, Hora del Pacífico - Marissa K. Lingen


El cielo no es del color de la televisión sintonizada en un canal muerto. Es demasiado indefinido como para eso. Siempre solíamos llamar a la estática de T.V.xzu carrera de hormigas: las hormigas blancas estaban ganando, decidíamos, o las negras.
Las hormigas negras están ganando esta mañana, marchando de un lado al otro del cielorraso de la cocina y entrando en la despensa, alrededor de la firmemente atornillada tapa de mi jarabe Karo. Ya las rocié con insecticida dos veces. El departamento tiene olor nauseabundo, dulzón y mortífero y tengo la inquietud propia de la Guerra Fría, de si viviré lo suficiente como para que, a la larga, el hormiguicida me mate de cáncer.
Parece probable. Me siento tranquilizada hasta que vuelvo a mirar hacia arriba.
Lo bueno de vivir con la Hora del Pacífico es que siempre se sabe que todo el resto del mundo ya está en acción: cuando estoy abriendo las persianas hacia un cielo menos resoluto que la televisión, cuando estoy pensando si he de tomar jugo de naranja o té, ya hay gente con el maquillaje impecable que está respondiendo la primera llamada telefónica del día en Chicago. En Denver ya se han bañado y leído algo del diario, probablemente las tiras cómicas o los deportes. En Toronto ya han transcurrido en el trabajo el tiempo suficiente como para estar aburridos. Y ni pensar en lo que lograron en Londres. Y acá, aún no comí mi adecuadamente fibroso cereal. Heme aquí, llevando pantalones de yoga que han visto semanas mucho mejores, por no decir días, y mi camisola de algodón se ha desteñido y estirado, pasando de sexy y recta a repugnante.
Pero es extraño cuando miro hacia arriba y veo siete de la mañana, Hora del Pacífico, porque el resto de ustedes está en el mismo bote. Como especie, todavía estamos boquiabiertos y no cafeinados aún; todavía ataviados colectivamente con pantalones grises de algodón con un dobladillo en la bocamanga que se está descosiendo. Me pregunto si vinieron a las siete de la mañana a todas partes o si acaban de hacerlo ahora mismo
No importa: vinieron y la nave es hermosa.
Puedo oler lluvia en el aire, que viene por sobre las montañas y desde el otro lado de la Bahía. Sería una tormenta, si supiéramos cómo tener tormentas aquí. La terracita de mi departamento me mantendrá hasta que lleguen las lluvias y desde ella yo extienda los brazos hacia arriba. La voz de mi madre, que me resuena en la cabeza, dice que necesitaré alimento antes de salir, alimento para dar la bienvenida a los recién llegados y, probablemente, también ropa; entonces me di cuenta de que el teléfono estuvo sonando, así que vuelvo a entrar en la habitación: alguien quiere hablar conmigo sobre el mundo feliz, y estoy casi lista para hacerlo.

Título original: Seven a.m. Pacific Time
Traducción del inglés: Daniel Ricardo Yagolkowski

Acerca de la autora: http://www.marissalingen.com/