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sábado, 17 de noviembre de 2012

Cambio de género - Daniel Sánchez Bonet


Lucía sólo tenía 14 años cuando vio su primer partido de fútbol tumbada sobre el sofá. Un año después, se aficionó a hacerlo junto a algunas latas de cerveza que amontaba allí, sábado tras sábado. Dos años más tarde, cambió su vestuario y decidió llevar pantalones, americanas, corbatas y camisas a cuadros. A los 18, se apuntó a un gimnasio para fortalecer sus músculos y cuando por fin terminó de alimentar su ego personal, ya en la treintena, se acostumbró a liberar sonoros eructos por la calle mientras rascaba su trasero. Con 32 años ya se había tragado todas las películas de acción disponibles en el videoclub y tres años más tarde, muerta aburrimiento, Lucía ingresó en el club de borrachos del bar de la esquina, quienes no dudaron en aceptarla, a pesar de ser mujer.
Por fin, a los 36 años, se casó y desde entonces, al llegar a casa, nunca se olvida de dar algún azote a su marido.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

viernes, 13 de abril de 2012

7 12 27 31 32 44 - Daniel Sánchez Bonet


Pagar de una vez la hipoteca, hacer ese viaje soñado lejos de la rutina aplastante del día a día o simplemente vivir mejor, sin sentir la soga de fin de mes… Antes de marcar la edad de su hijita pequeña -el ojito derecho de la familia-, el pobre Armando se secó la frente y dio una profunda calada a su imponente cigarrillo casero. Después, con las demás casillas siguió el mismo ritual: secarse la frente, calar el cigarro y marcar. Marcar la edad de su otro hijo –al que nunca falló cuando había que llevarlo a entrenar-, marcar el día de la boda con su mujer –para él, lo más importante de su vida-, marcar la edad que tenían los dos cuando se casaron –apenas se llevaban un año-. Secarse la frente, calar el cigarro y marcar. Marcar, por fin, el último número y con él, retar con valentía y a pecho descubierto a la diosa fortuna…
Armando sólo fallo seis números, pero su sueño -aquel que llevaba 44 años esperando- seguía intacto.

Tomado del blog Microrrelatos a peso

martes, 14 de diciembre de 2010

Evolución - Daniel Sánchez Bonet


Con Lucía, no hubo más que sexo e instinto, como dos animales en celo sueltos en medio de la selva. Con Azucena, empecé a descubrir el amor y años más tarde, con Ángela, aprendí por fin a controlar mi naturaleza primaria. Con las dos siguientes, Teresa y Yolanda, averigüé los beneficios de la vida en sociedad, propia de los humanos y erguí definitivamente mi espalda para exhibir mi altivo orgullo de serlo. Pero, la rutina y el trabajo acabaron conmigo: fueron tan nocivos para mi organismo que desarrollé unas tóxicas mutaciones en pies y brazos. Entonces, alertado por mi instinto de supervivencia y aquejado por un molesto picor que recorría todo mi cuerpo, me arrojé al agua para calmar mi dolor. No había más, o sobrevivir o morir.
Ahora, ya en mi hábitat natural y sumergido entre las profundidades, sólo tengo ya una única preocupación: buscar a Lucía lo antes posible para recuperar el tiempo perdido.


Tomado del blog http://microrrelatoapeso.wordpress.com/2010/12/03/evolucion/