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miércoles, 18 de agosto de 2010

El profesor de ética - Antonio Cruz


En una universidad, donde por algún tiempo fui alumno en una carrera humanista, había un Profesor de Ética que era un gran académico. Curiosamente en la cúspide de su carrera y cuando aún tenía mucho para brindar a las nuevas camadas de estudiantes, renunció y se fue a vivir en una pequeña localidad rural.
Hace poco tiempo me lo encontré en la calle y no pude aguantar mi curiosidad.
—¿Por qué dejó de enseñar Ética? —le pegunté.
—Es muy simple —contestó—. Cuando supe que algunos de mis mejores discípulos, que habían llegado a ser autoridades o burócratas del gobierno, miembros de los gabinetes ministeriales y funcionarios judiciales, no se diferenciaban en nada de aquellos a los cuales criticaba durante mis clases y que habían sido seducidos por la corrupción imperante en nuestra sociedad, me di cuenta que había perdido la batalla contra el sistema y que ya no me quedaba nada por hacer. Entonces decidí retirarme.
Me despedí apresuradamente y me marché casi a la carrera. No quería que me preguntara en que andaba trabajando por estos días.

miércoles, 14 de abril de 2010

Bailanta - Antonio J. Cruz


-Esa mina es nueva por aquí – dice Franco
-Si - coincide Martín - Es la primera vez que la veo.
-Tiene un físico impresionante
- Más o menos… Además es tan paliducha que da miedo
-Tiene un lomo espectacular y se mueve como una diosa
-A mi me parece que tiene cara de muerta – concluye Martín y da por finalizada la conversación.
La fiesta está en su apogeo. Las guarachas, chamamés y pasodobles llenan la noche de verano en los suburbios de la pequeña localidad. El animador, con voz impostada, incita de manera desmedida a continuar el frenesí de la danza.
Franco ha bebido más de la cuenta. Se siente extraño. Sus ojos enfocan de nuevo la figura femenina que mueve sus caderas con cadencia sensual y sugestiva. La mujer baila sola en medio de la multitud. Eso atrae aún más a Franco. A los tropezones camina hacia la pista y toca el hombro de la mujer. Ella se da vuelta sonriendo de manera enigmática y sus movimientos se exacerban hasta parecer eróticos y libidinosos. Un extraño escalofrío sacude a Franco. No es el rostro pálido y etéreo ni la sonrisa irónica lo que impresiona; es su mirada… una mirada color púrpura que parece ver el más allá.
-¿Querés bailar? – pregunta desafiante – ¿Te animás?... Se me ocurre que no te da el cuero.
-Movete muñeca que yo me las arreglo.
Baila moviendo apenas sus pies sobre la pista mientras sus sienes laten y él se siente aturdido. En un momento tropieza pero la mujer lo sostiene de manera firme.
-No te hagás el loco que estás hasta las manos. Lo único que vas a conseguir es cagarte de un golpe.
La mujer baila cada vez más enardecida y la mente de Franco se obnubila.
-Salgamos de aquí – pide el hombre – vayamos a otro lado.
-¿Estás seguro?... Mirá que conmigo podés conocer que mierda es el infierno.
El sonríe canchero y la toma del brazo. Martín, que sigue prendido a la cerveza ni siquiera se da cuenta de la partida de su amigo.
Cuando salen a la calle un nuevo estremecimiento preocupa a Franco. Su sexto sentido le dice que algo no anda bien. Al instante siguiente deja de lado sus miedos y se prepara para vivir su gran noche.
¡No puede creerlo!
Mientras recorre las calles tortuosas de la villa detrás de la hermosa mujer, observa la generosa turgencia de sus glúteos y las perfectas piernas. El vestido se adhiere obstinado al magnífico cuerpo, haciéndola más bella y más impúdica.
Por momentos siente un dejo de irrealidad. Su cerebro, a punto de estallar, vaga indeciso entre las fantasías del goce próximo y la realidad de no poder explicarse cómo ha logrado conquistarla.
La casilla de lata donde vive Franco es pequeña pero a ella parece no importarle. Apenas llegan, se recuestan en el catre
-¿Estás asustado? – Pregunta de golpe la mujer - ¿Tenés miedo de algo?
-No veo por qué – miente él sin convicción.
-Con la cara que tenés – vuelve a atacar sabiéndose dueña de la situación - pareces un pollo mojado... Tembleque y ansioso.
-Es una impresión equivocada – se defiende Franco.
Ella queda en silencio un largo rato. Franco nota que le tiemblan las manos. “Tengo que serenarme” se dice “Si llego a arruinar una ocasión como esta me enyeto de por vida”.
Un poco más sereno comienza a besarla; primero de manera tímida pero, a medida que ella responde, sus caricias se hacen más atrevidas. Durante una eternidad continúan abrazados besándose.
De pronto Franco nota algo en la mirada de ella pero ya es tarde. Siente un dolor lacerante en el cuello mientras la mujer ríe a carcajadas.
Las pupilas desorbitadas del hombre registran la escena en un relámpago breve y eterno, mientras su mente, huérfana de cualquier otro pensamiento, dibuja el inesperado final de la historia.
Un rato más tarde, en la bailanta, Martín que ya está tan borracho como su amigo junta coraje y encara a la mujer. Ya no la ve tan pálida y el movimiento de su cintura lo enloquece. Está tan obnubilado que ni siquiera se acuerda de Franco.
La mujer de vestido negro y rostro desvaído ondea sin pudor sus caderas mientras una sonrisa misteriosa se instala en su boca.

lunes, 22 de febrero de 2010

Rutina - Antonio J. Cruz

Despierta, se ducha, desayuna y parte rumbo a la oficina. Un día más en una vida gris y sin sorpresas. Desde lejanos tiempos está solo, acostumbrado a la rutina y ha olvidado todas aquellas cosas que nos hacen sentir vivos. Ya no tiene esperanzas. Camina hacia la parada del colectivo. Sabe que tras un corto viaje bajará, caminará unos metros, abrirá su oficina, se sentará en su escritorio y revisará expedientes hasta la hora de salida, volverá a su casa, calentará comida en el microondas, dormirá la siesta y después irá al café a dejar correr las horas. En su vida todo es previsible.
Lo que no puede prever es que, en unos minutos, unas caderas habrán de contonearse unos pasos más adelante, quedará hechizado por una mirada franca y transparente y por una sonrisa pícara y sincera mientras viajan, la que habrá de renovarse cuando ambos desciendan en la misma parada.
Por la tarde, con ansiedad contenida, saca el papel arrugado del bolsillo, toma el teléfono y marca. Cuando escucha la voz de la mujer del otro lado de la línea sabe que ha encontrado el camino de regreso a la vida.

martes, 19 de enero de 2010

Peligro de extinción – Antonio Jesús Cruz - Sergio Gaut vel Hartman


—Soy un hereje, aunque no crío cocodrilos —dijo mi amigo Antonio descorchando el tercer Malbec Rosé de la cena.
—¿Podrías explicarlo? —pregunté sin demasiada convicción. A mí me gusta el
Chardonay cosecha tardía, y llegado el caso prefiero un Beaujolais fresco, suave como beso de muchacha. Pero Antonio no se inmutó.
—Como un amigo mío que cría una nambá verde en los quince centímetros cuadrados de su bolsillo.
—¿Una namba verde? —Lamenté no tener acceso a la Wikipedia; la Wikipedia era la solución perfecta. O lo habría sido, si Antonio no hubiese seguido con su incomprensible discurso.
—Ahora bien, lo que Saturnino no sabe es que mi volcán, que antes erupcionaba con abundante lava, ahora sólo tira cenizas, por lo tanto, no puedo utilizar plumas incandescentes para escribir cuentos. Eso me pasa por sentarme a tomar un café justo al frente de la plataforma uno.
Renuncié a seguirlo. Me embutí un buen pedazo de vacío —debo admitir que como maestro asador Antonio raya la perfección— y busqué consuelo en Pocho, el alienígena que había llegado de Tau Ceti para reformular la actividad solar y evitar que el 21 de diciembre de 2012 la desestabilización de la corteza terrestre nos mandara a todos a la quinta del ñato. Pero a Pocho el Malbec Rosé le había pegado de un modo insultante.
—¿Qué cocodrilos, nambáes verdes, cenizas de volcanes y plataformas de trenes? En este planeta lo que hace falta es mano dura para poner en cajas a los intelectuales que todo lo embrollan y confunden. —Cuando se enfurecía, Pocho hablaba con un dejo de acento alemán—. Me parece que no voy a arreglar nada lo de los neutrinos para que este mugriento sistema se vaya por el desagüe.
—Calma, Pocho —dijo Antonio guiñándome el ojo—. Ya vienen las mollejas, y están como te gustan.
Pocho se serenó y pasando la lengua trífida para secar sus jurcias, estiró el brazo y puso la copa en posición para que le sirvieran otro poco de Malbec Rosé.

jueves, 7 de enero de 2010

Cirujano de guardia - Antonio Cruz


Aturdido, se sienta en la cama. Toma conciencia de donde se encuentra; refriega sus ojos mientras mueve la cabeza. La puerta suena con urgencia. Se da cuenta de lo que ocurre y se calza los mocasines rápidamente.
Camina en dirección al baño. Mientras avanza termina de vestirse. Hunde la cabeza en el agua fría; sus ideas comienzan a ocupar el lugar correcto en su cerebro. Se echa encima el guardapolvo y sale al pasillo.
Avanza velozmente hacia la sala de Emergencias Médicas. Saluda a media voz a la enfermera, que intenta explicarle algo; antes de que la mujer abra la boca, él cruza la puerta. Cuando llega, se topa con una de las médicas de guardia y dos enfermeros que luchan contra un río de sangre que brota del tórax del paciente. Un ambiente de irrealidad domina la escena.
- ¿Qué tenemos? - Pregunta con voz firme.
- Un herido de arma blanca - contesta la doctora. Luego continúa con voz monocorde como si estuviera recitando una lección - Paciente de 22 años, sexo masculino, herido en una reyerta. Entró hace aproximadamente diez minutos. Por las características de la hemorragia sospecho que ha interesado pulmón izquierdo. Se le realizó una placa; parece que tiene una colección de sangre en el tórax.
Le extiende la radiografía que el mira a contraluz.
- Un hemotórax - piensa para sí - Seguro que habrá que intervenir rápido.
La Doctora sigue recitando. "Está intubado, ya le hemos pasado 500 de sangre y le estamos dando expansores plasmáticos..." Pero él ya no la escucha. Acaba de tomar una decisión.
Se dirige sin dudar al teléfono. Una voz femenina le contesta desde el otro lado de la línea.
- ¡Quirófano Central!
Ordena con voz segura y se dirige nuevamente al consultorio.
- ¡Doctora!... En diez minutos estará todo listo. Ya llamaron al anestesista; disponga lo necesario para que el enfermo llegue en las mejores condiciones a la cirugía.
Recorre el largo pasillo de paredes azulejadas de blanco con paso elástico, pero a medida que se acerca a la esquina que dobla en dirección a las salas de operaciones su marcha se hace vacilante. Él sabe por qué... Ese hombre... Siempre aparece cuando las cirugías son complicadas. Su presencia es una muerte en el quirófano. El primer encuentro fue una pesadilla. Le contó a alguno de sus amigos, pero todos, sin excepción, se rieron de él. Es el único que ve esa presencia. De nada le sirvió la asistencia psicológica. Estuvo a punto de dejar la medicina. A su pesar. De cualquier forma, el desagradable sujeto es una constante en su vida... Su sonrisa irónica y maligna, condena a muerte al paciente. Durante un tiempo se negó a operar cada vez que lo encontraba, pero los pacientes morían igual porque se tardaba en intervenirlos. Desde entonces resolvió no hablar más del tema con nadie. Afortunadamente no siempre aparece.
Cuando llega a la esquina y está a punto de lanzar un suspiro de alivio, aparece el maldito. Lo mira fijo pero esta vez él sostiene la mirada... El tipo sonríe...
Una vez más el cirujano ha perdido la batalla.
Bamboleante, se desliza en esa realidad repugnante. Cuando llega a la puerta del quirófano, una mujer de mediana edad y rostro agradable se acerca a él y lo abraza convulsa.
-¡Doctor! ¡Por favor! ¡Me dijeron que usted va a operar a mi hijo! ¡Por Dios! ¡Sálvelo! ¡Es lo único que tengo!
Entra al quirófano aún más confundido y preocupado. ¿Cómo se enteró la mujer de que él era el cirujano? ¿Cómo llegó tan rápido desde la guardia? "¡Pobrecita!" Piensa para sí. Ese hijo de puta no le va a ganar esta vez. Esa mujer desesperada no merece que él se deje vencer. Siente la mirada en su nuca, pero no se da vuelta "¡Esta vez no!" Se dice. "¡Esta vez no!"
Se saca la bata con gesto cansado pero satisfecho de sí mismo. ¡Está tan contento! Los signos vitales del paciente, le dicen que ha triunfado. Fuma un cigarrillo. Se duerme sentado en una silla. El ruido de una caja de instrumental lo despierta. Una enfermera le sonríe: -¿Dormí mucho rato? Ella le dice que alrededor de una hora. Se levanta; camina por el pasillo clareado por la luz de la mañana. Encuentra a su paciente respirando de manera rítmica. El pulso es bueno. Con extrañeza nota que está solo. Seguramente la madre se fue a dormir un poco más aliviada.
El muchacho abre los ojos y quiere hablar pero no puede. Dibuja con los labios la palabra gracias. Se acerca al joven y le susurra: “El que tiene que agradecer soy yo; todo salió bien gracias a tu mamá”. Este cierra los ojos y sonríe.
Camina satisfecho rumbo al dormitorio de los médicos de guardia. Se dirige al baño. En el momento en que se lava las manos se observa al espejo. El cristal le devuelve una imagen oculta por el vaho. Ahí está de nuevo el tipo. Mientras el espejo se desempaña, comienza a descubrir su propio rostro... Se hace la luz en su cerebro... ¡Al fin a descubierto a su enemigo! ¡Era él mismo!... Su miedo, sus contradicciones. Lanza un grito de júbilo con la certeza de que nunca más volverá a pasar por lo mismo. A unos cuantos metros, el muchacho herido, se pregunta qué habrá querido decirle el médico con la frase "Todo salió bien gracias a tu mamá". Seguramente no sabe que su madre ha muerto hace cinco años.


jueves, 29 de octubre de 2009

Brujas - Antonio Cruz



Era tarde cuando encontré a Leticia. Es una buena mujer pero no me simpatiza demasiado. Las personas que hablan de más me ponen de mal humor. Con infinita paciencia soporté durante un rato su interminable lista de desdichas. Me parecieron de lo más intrascendentes. Le pedí que se apurara pues temía llegar tarde a una reunión con mis colegas pero eso no le hizo mella. Siguió su perorata hasta que me sacó de las casillas con su afirmación de que las culpables de todos sus males son las brujas. "Seguramente alguien me hizo un trabajito" dijo convencida. "Voy a consultar con un parapsicólogo que me recomendaron" La miré de tal modo que ella se asustó. "¿No crees en las brujas?" Preguntó. No le respondí. Ella insistió de manera descarada. "¿Crees o no?" Me vi obligada a contestarle "Según la sabiduría popular, que las hay, las hay" Ella se puso a reír. Logré zafar y fui corriendo a mi casa, me cambié de vestido, busqué mi sombrero y me dirigí a la pieza trasera. Saqué mi escoba y fui a reunirme con mis colegas que charlaban animadamente en la copa de los álamos.

(Selección Provincial. Concurso Literario Nacional C.F.I. – Año 2004)

viernes, 14 de agosto de 2009

Nudo - Antonio Cruz


Noticias llegadas desde la lejana Gordión dan cuenta de un hecho asombroso ocurrido en esa región. Como es sabido, el rey Midas ofrendó al templo de Zeus un carro unido a su eje por un misterioso nudo al que llaman “Gordiano”. Una profecía asegura que quién pueda desatarlo dominará el mundo. Según la versión recogida por nuestro corresponsal en la zona, un tal Alejandro, originario de Macedonia, se habría hecho presente en la mañana del miércoles y enterado de las predicciones, desenfundó su espada y cortó el nudo de un tajo. Después se habría retirado entre los vítores de su guardia personal.

El sorprendente hecho ha provocado un gran revuelo porque el citado Alejandro, primogénito de Filipo, actual rey de Macedonia, de acuerdo con comentarios que circulan en la corte, habría sido engendrado por el mismísimo dios Amón.

Aparentemente nos encontramos ante una nueva escalada de violencia en la zona ya que no se descarta que Alejandro intente llevar adelante alguna guerra o invasión para que se cumpla lo que sostienen las tradiciones acerca del famoso nudo.

lunes, 13 de julio de 2009

Penélope - Antonio Cruz


Mientras teje de manera monótona piensa en lo que ha sido su vida. Un inmenso páramo de soledad y aburrimiento.
Desde que ella recuerda lo único que ha hecho es tejer.
Le hubiese gustado tener hijos. Con ellos se sentiría más acompañada.
Pero está sola.
Agobiada, deja el tejido y se dispone a dormir.
Despierta sobresaltada y sintiendo su carne invadida. En su confusión tiene un instante de lucidez para darse cuenta que además de su miedo siente un extraño y cálido placer que estremece sus entrañas. Y lo disfruta.
Al momento siguiente vence su instinto. Atenaza al intruso con fuerza inaudita mientras muerde con furia escalofriante. El temerario asaltante se debate en desesperada agonía.
Apenas un relámpago de tiempo y los movimientos convulsivos cesan. El atacante está inerte, inmóvil, muerto.
Toma conciencia de lo que acaba de hacer.
Pero no siente remordimientos ni repulsión.
Sin un gesto de repugnancia arrastra el cadáver mientras comienza a babear adelantando el festín que se dará en un rato.
Sin remordimientos.
Sin arrepentimientos.
Sin culpas.
Al fin de cuentas, lo único que hará es cumplir con una ley natural.
Todas las arañas de su género matan a los machos durante la cópula y luego los devoran.

viernes, 10 de julio de 2009

Último momento - Antonio Cruz


Un extraño incendio, que todavía no pudo ser sofocado, asoló varios distritos de Roma a última hora de ayer. Las llamas, que podían verse desde varios kilómetros, destruyeron casi todas las viviendas de diversas zonas suburbanas.
Una fuente de la oposición, que prefirió mantener el anonimato, dijo que el emperador Nerón, quien sería el responsable del siniestro, disfrutó del dantesco espectáculo mientras tocaba la lira y entonaba curiosas canciones, aunque él, entrevistado más tarde por nuestro corresponsal, negó enfáticamente la especie. “Yo estaba descansando con Popea en Antium desde donde tuve que regresar de manera urgente cuando me informaron del siniestro” sostuvo.
Asimismo dijo que ordenará una profunda investigación para encontrar a los culpables. “No tengo dudas de que esto fue un atentado de esos subversivos que se hacen llamar cristianos con apoyo del exterior y sepa el pueblo que no descansaremos hasta que paguen su culpa” dijo muy ofuscado. Al cierre de nuestra edición se habían iniciado redadas por los barrios bajos. No se descartan detenciones y ejecuciones sumarias como ha acontecido en los últimos meses.

viernes, 3 de julio de 2009

Bestia - Antonio Cruz


Para María Luisa Valenzuela

Como era un burro, sus compañeros de escuela lo bautizaron “Bestia”; no hubo apodo mejor puesto en el pueblo. Con el paso de los años honró dicho mote. Fue la oveja negra de la familia. Más ladino que un zorro, astuto como un hurón, chismoso como loro. Venenoso como alacrán, tenía lengua de víbora. Por ser amigo de lo ajeno parecía una urraca, pero cuando lo apretaban se apichonaba y simulaba ser una dócil y sumisa paloma. Las veces que estuvo preso cantó como una calandria y mandó en cana a todos sus amigos.
Con las mujeres se hacía el gallito, pero a la hora de los bifes no alcanzaba a ser otra cosa que un cerdo. Un asqueroso gusano. En fin, una miserable rata que reía como una hiena.
Ya cincuentón, se volvió hombre de confianza de un caudillo lugareño, pero cuando el jefe cayó en desgracia, trató de acomodarse con las nuevas autoridades hasta que cometió una gansada y se hizo perdiz. Desde entonces nunca más tuve noticias de él.

lunes, 29 de junio de 2009

Partida (Gen 6, 5) - Antonio Cruz


Para Florencia, Agustina y Trinidad

Llueve. Hace casi cuarenta días que llueve pero no hay vastedad líquida porque lo que cae no es agua sino un chubasco de partículas radioactivas. Menos mal que algunos pudimos escondernos en los refugios y logramos apropiarnos de estos trajes que nos protegen.
Todo es desierto.
En la tierra ya no queda casi nada.
Mientras los técnicos terminan los aprontes para la partida de la nave en busca de algún planeta donde pueda sobrevivir la humanidad, pienso en cuanta vida mancillada.
El cataclismo nuclear no ha respetado nada… Absolutamente nada.
La nave ha sido bautizada con el nombre de “Arca”, pero estoy seguro, completamente seguro, que ninguno de los que viajarán conmigo en este viaje de ventura dudosa, sabe que mi verdadero nombre es Noé y que esta es la segunda y definitiva vez que emprendo un viaje como este.