Augusto
es un revolucionario convencido: mitin andante, despertador de
conciencias, libertador de ilusos y sumisos. Ni grillos, ni moscas, ni
perros se salvan de sus discursos libertarios, para todos tiene unas
palabritas. Con las ovejas es muy distinto, con ellas se exalta, grita,
se sale de sus casillas; tengo yo que sujetar su rabia ante las caras
incrédulas y aborregadas de incredulidad de las merinas que no aceptan
el genocidio de su raza, que no ven la sangre negra de sus cinceles
homicidas.
Luego están las sirenas, tarea difícil, porque sus
dulces cantos le confunden. Su mitin invitándolas a abandonar su
sumisión y sus serviles cantos, se entrecorta por la somnolencia dulce y
placentera que le induce a seguirlas. Ahí estoy yo, para salvarle de
ser arrastrado a las profundidades por esas esclavas bellezas
incapacitadas para la vida terrenal. Entonces un sopor dulce le mantiene
en brazos de Morfeo unas cuantas horas. Cuando despierta, yo, su amigo,
el dinosaurio más libre y paciente de la tierra,... todavía estoy allí.
La Autora:
Isabel María González
4 comentarios:
Muy interesante tu perversión.
¡Muy bueno!
gracias, Miguel Angel, me lo pasé bien escribiéndolo.
Gracias, Álvaro.
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