Hay un hombre en los espejos. ¿Quién es? Aparece cada mañana cuando me acerco a la pileta del baño dispuesto a lavarme la cara y despertar. No se va de allí hasta que termino con la diaria rutina de dientes y barba. Se ve que mientras yo me ducho, él también lo hace, porque apenas abro la puerta del placard ya está en el gran espejo frente al que me visto. Sus pelos mojados y un toallón como el mío atado a la cintura. Conmigo elige la ropa y conmigo se viste; en el mismo orden y con la misma velocidad. Lo sé porque cuando levanto la vista para terminar de anudarme la corbata, él se encuentra en el mismo punto y al parecer con los mismos inconvenientes; nunca pude con corbatas y cordones.
No logro observarlo sin que él lo note. Parece estar pendiente y apenas apunto mis ojos hacia él, ya me está mirando. Lo que no sé es qué hace o qué mira cuando no lo veo, pero se las arregla para estar siempre ahí y a tiempo; nunca ni el más mínimo instante de atraso o de adelanto. Una inverosímil sincronía.
A lo largo del día me lo cruzo a cada rato. Está en cada uno de los espejos con los que me encuentro: el del living de casa, el de la pieza de los chicos, el de la entrada. En los espejos retrovisores del auto, en el del ascensor, en los de la oficina. Incluso en muchas vidrieras y charcos.
El hombre que habita en los espejos no me pierde pisada. Aunque vaya al más recóndito punto del planeta, no tengo la menor duda de que allí estará en cuanto me tope con una superficie espejada.
No sé quién es, no sé qué es lo que quiere. No sé adónde va cuando no lo estoy mirando y no sé qué será de él cuando me muera.
Me acompaña. ¿Me acompaña o me controla? El hombre que habita en los espejos me recuerda cada día que no estoy solo, que hay alguien que me espera en los espejos.
Cuando te invito al hotel de la otra cuadra, alquilamos la suite más hermosa y nos disponemos al amor, ¿Qué hace ese hombre en el techo abrazando a una mujer tan parecida a vos?
Sobre el autor: Fernando Puga
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