Franz Kafka
No poseo memoria ninguna de aquel amor. Es mejor así;
dejar de lado el sufrimiento. Basta ya de sufrir. Se sufre al nacer,
al crecer, al amar. Se sufre si se tiene un amor. Se sufre si se
pierde ese amor; el amor.
Sin
embargo, en ocasiones recuerdo ese amor olvidado. Y quisiera darle
forma. Pensé en el mar en una tarde quieta. No resultó; ese amor
fue turbulento entonces, se me ocurrió una ola encrespada estallando
en la orilla con su rugido de plata. Pensé
en el río, manso en la superficie, misterioso en lo profundo. Me
acosté indecisa. Abrí los ojos en medio de la noche. Pensé en
darle forma de estrella. Ese amor fue como una estrella: me iluminó,
me guió. Mirar las estrellas me conforta. Ese amor me confortó. Un
rayo de sol se filtró por la ventana entreabierta y me encontró aún
despierta. Salí al jardín. La primavera palpitaba en cada pétalo.
Las flores, desnudas como el viento, parecían ofrecerse al amor. Me
recibieron las azucenas, sencillas, delicadas; las violetas, tímidas
como siempre. Acaricié un lirio, aspiré el perfume inquietante de
la rosa. Recogí un crisantemo que yacía solitario al pie de la
maceta, y lo acomodé en un florero. Dejé de recordar ese amor olvidado. El
crisantemo está radiante. Todas las noches le cambio el agua.
Acerca de la autora: Diana Sánchez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario