martes, 11 de junio de 2013

Robert Houdin - Ana María Shua



Si su discípulo Houdini fue sobre todo un atleta, la clave de los trucos de Robert Houdin fue su profesión de relojero. Sin embargo, lo más importante para los dos, como para todos los ilusionistas, fue la comprensión psicológica de la ilusión, su aguda percepción de los huecos por donde atravesar el engaño.

Uno de los trucos de Houdin consistía en mostrar una liviana caja de acero, que hasta un niño podía levantar, y pedirle después a los hombres más fuertes del público que intentaran moverla, mientras la mantenía adosada al suelo con un enorme imán. El truco fue muy exitoso mientras Houdin afirmó que su poder mágico consistía en aumentar el peso de la caja. Pero pronto descubrió que la gente se impresionaba mucho más si afirmaba ser capaz de extraer la fuerza de un hombre, debilitándolo de tal modo que ya no pudiera mover el artilugio. Como ciertos autores que, en lugar de reconocer el peso específico de su novela, culpan a la debilidad del lector. Este truco se puede realizar sin utilizar imanes, pero es necesario contar con el férreo sostén de la crítica.

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1 comentario:

Miguel Ángel Pegarz dijo...

¡Qué manejo de la ironía! Esto debería aparecer en los diccionarios al lado de la definición de retranca.