Si su discípulo Houdini fue sobre todo
un atleta, la clave de los trucos de Robert Houdin fue su profesión
de relojero. Sin embargo, lo más importante para los dos, como para
todos los ilusionistas, fue la comprensión psicológica de la
ilusión, su aguda percepción de los huecos por donde atravesar el
engaño.
Uno de los trucos de Houdin consistía
en mostrar una liviana caja de acero, que hasta un niño podía
levantar, y pedirle después a los hombres más fuertes del público
que intentaran moverla, mientras la mantenía adosada al suelo con un
enorme imán. El truco fue muy exitoso mientras Houdin afirmó que su
poder mágico consistía en aumentar el peso de la caja. Pero pronto
descubrió que la gente se impresionaba mucho más si afirmaba ser
capaz de extraer la fuerza de un hombre, debilitándolo de tal modo
que ya no pudiera mover el artilugio. Como ciertos autores que, en
lugar de reconocer el peso específico de su novela, culpan a la
debilidad del lector. Este truco se puede realizar sin utilizar
imanes, pero es necesario contar con el férreo sostén de la
crítica.
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1 comentario:
¡Qué manejo de la ironía! Esto debería aparecer en los diccionarios al lado de la definición de retranca.
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