El sonido de las campanas le dio una súbita conciencia de si misma, dejo el sofá, se acercó a la ventana y miro el horizonte, algunos nubarrones corrían desbocados de oeste a este presagiando tormenta; pensó que en verdad no estaba en el cielo sino dentro de ella; el desasosiego volvió a pegarle una puñalada en el costado derecho justo debajo de la última costilla, “algo no esta bien”, pensó recordando la última tarde, pelea, gritos, miedo, la desesperación y la huida; el destino quiso cruzarlos, dándole una oportunidad, quizás la ultima y llego de su mano a ese lugar tibio y tranquilo; se hizo un ovillo en el rincón mas alejado, ahí en el ángulo como queriendo pasar desapercibida, mimetizándose entre cortinas, y muebles, se fue quedando dormida con la cara apoyada en las rodillas.
Lentamente el sueño se fue agitando trayéndole imágenes difusas que pasaban demasiado rápido para poder distinguirlas, le recordaba al viejo equipo de cine graft, los colores estallaban en sus ojos cerrados cegándola, un aroma especial la transporto lejos; físicamente y en el tiempo, a un lugar de paz; una mano tibia se poso en la suya y se despertó, tenia el cuerpo dolorido y la luz entraba con nitidez de recién nacida, por la puerta entreabierta profanando su territorio de semi-oscuridad, el le traía una taza de café, se sentó a su lado y la abrazó, sintió que el universo se hacía pequeño conformando un mundo solo para dos, abandono la cabeza en su pecho y la tibieza ahuyento el miedo, no creía estar preparada para que alguien la tratara con respeto y cariño, se sintió rara era mas fácil aceptar un golpe que un abrazo ¡Cuánto tenia que aprender!
Las horas fueron pasando, la inquietud era un peligroso péndulo entre el miedo y la desconfianza; entre la vida y la muerte; su corazón estaba estrujado, sabía que no iba a volver, pero pensaba en todos los años que había perdido destrozados en las garras de un ser terrible, las humillaciones, los golpes; todo lo que la convertía en persona y mujer había quedado sepultado y quería recuperarlo, el camino era arduo y necesitaría mucha ayuda. Otra vez la mano amiga dándole fuerzas con mucho respeto pero sin abandonarla le trajo algo de comer, pero su estomago se negó absolutamente; estaba a punto de amanecer en el sitio exacto en que la noche se torna mas oscura, el la tomo de la mano y confió, ya estaba convencida; era una buena persona; el frío de la madrugada los obligo a buscar refugio en la cama, le acomodo las almohadas, y la abrigó muy bien como mariposa en capullo, se tendió a su lado y tomados de la mano se quedaron dormidos, soñando en mañana…
Acerca de la autora:
Paula Duncan
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