jueves, 13 de junio de 2013

El coleccionador y otros cuerpos - Raquel Sequeiro


Andrew Matherson Hend, un afamado doctor nacido en Bruselas en el año 1945, tropezó y cayó por la terriblemente larga escalera en espiral de su casa de Malibú, al despertar no recordaba nada que tuviera que ver con su vida anterior. Sabía poner inyecciones y preparar jarabes, obtener cualquier disolución que sirviese de remedio para curar las enfermedades comunes, y lavarse los dientes, montar en bicicleta y manejar un vehículo a tracción. Matherson era a todas luces un superdotado para los Uranianos, que, observando el cuerpo del médico muerto, lo habían envuelto en una nube de vapor y lo habían disgregado en moléculas irreconocibles para luego recomponerlo. H2 se fijó en la masa de pelo que tenía en la cabeza y en la zona que ellos llamaban plúmbea.
—Calipso —dijo JK—, atiende al enfermo y no delegues, estás vago.
Calipso protestó: “¿Vago yo?”, dijo —el jefe de laboratorio se hizo el desentendido, salió de la enorme sala y dejó que Calipso hiciese su trabajo, en lo que tardo tres lustros—. En el Gran Hospital End de Maniatan Village New otros trabajaban en un proyecto de similares características, en el planeta natal del doctor.
—¿Cuántos meses lleva dormido? —La enfermera rubia estaba justo al borde de la cama. Se llamaba Samantha.
—Lo despertarán pronto —contestó el clon masculino de la chica.
El coleccionador siempre traía una maleta, la dejaba sobre la mesa y la abría. Samantha vio trozos de pelo adheridos a cuero cabelludo sanguinolento, dedos, ojos, pestañas y labios.
—¿Has visto eso?
—Por eso lo hemos traído con nosotros, H2. —Tenían a otro accidentado nuevo sobre la mesa.
—No lamento haberme marchado. Hay muchos en las camas.
Mathew Anderson Hend apartó el telescopio.
—Sólo dejamos los cuerpos, H2.


Acerca de la autora:  Raquel Sequeiro

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