sábado, 15 de junio de 2013

Dibujos en el vidrio - Fernando Andrés Puga


Los dos hombres se recelan mutuamente. Hace tiempo. Cada martes por la tarde se cruzan en la puerta vaivén del bar que esconde en los fondos la cereza del postre. Uno, Juan, va de salida. Otro, Pedro, entra. Cada martes, los dos hombres se miran de reojo y, por un instante, se ven. Ambos saben del otro. Ambos visitan el cuarto de Rosita y pretenden que el otro ya no vuelva por allí. Los dos hombres se han visto dibujados en el vidrio de la mesa donde se sientan con Rosita a tomar una copa antes de ir a los bifes.
Hoy es martes. Juan se atrasó. Tuvo un inconveniente en la oficina y llegó media hora más tarde. Pedro, por su parte, se adelantó, treinta minutos. Tiene una importante reunión familiar y, aunque no debería haber venido por lo de Rosita, no se resignó y se dijo que si se apuraba podía darse una pasadita rápida.
Hoy Juan y Pedro empujaron juntos la puerta vaivén en la misma dirección, subieron la escalera uno al lado del otro y golpearon la puerta al unísono.
Rosita los invita a pasar y, como si tal cosa, pasea por ambos cuerpos y los va llevando a la cama haciéndoles olvidar el recelo mutuo.
Al terminar, y luego de despedirlos hasta la próxima, esbozó un nuevo retrato sobre el vidrio. El dibujo reproduce el momento en que Juan y Pedro se acariciaron entre sí, sin repelerse.
El martes próximo, y por no negarse al pedido de Rosita, vendrán juntos otra vez. Parece que ella la pasó estupendamente y ni se les ocurre negarse. Ninguno de los dos la quiere perder.


Acerca del autor:  Fernando Puga

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