lunes, 31 de diciembre de 2012

El regodeo del señor Lagunsa — Cristian Cano


Los diluvios del señor Lagunsa son tan violentos que, cuando sale a caminar, se lleva un diminuto bote salvavidas encima. Todos confunden eso con las peripecias de un loco y nadie pretende aclararlo de forma definitiva, cuando él está presente. A él no le importa, sale caminando, rechoncho, con las manos en los bolsillos y la pera hacia arriba, deteniéndose cuando sabe de un lindo jardín con flores. Hasta ahora, logró no regresar nunca en su barca, siempre se pone a salvo dentro de algún café o deambulando por los pasillos de una librería se olvida de todo lo malo. El señor Lagunsa siempre zafa. No llora mucho, pero cuando lo hace, mamita, ¡un diluvio que ni te cuento! Sólo una persona logró verlo llorar. Dicen las malas lenguas que la vecina, harta de seguirlo planeó toda una estrategia para poder develar aquél enigmático personaje. Lo emboscó en los pasillos de la biblioteca del barrio. Dicen que el señor Lagunsa abrazaba y olía las páginas de los libros. Comentan que sus gritos rezaban a viva voz que él sí, los quería escuchar.

Sobre el autor: Cristian Cano

1 comentario:

Ada Inés Lerner dijo...

Qué buen texto, compañero!! Me gusta el señor Lagunsa, abrazando y oliendo los libros.