sábado, 29 de diciembre de 2012

Decisión egoísta – César Klauer


Me encontré con este monstruo, así de pronto, en medio del verdor de la maleza mojada. Yo me  había desmarcado de la aburrida fila india para explorar los alrededores con la esperanza de hallar algo que valiese la pena. ¡Y vaya que valió! Las largas patas se proyectaban hacia el cielo, inmóviles, pero aún así fui prudente. Uno nunca sabe si estás cosas están realmente muertas. Me situé a una distancia prudencial. Examiné al bicho. Qué buen color: Estaba fresco. Me acerqué convencido de que no había peligro, le di una mordida. ¡Qué crujido tan delicioso!, un “cranch” tan sonoro que me dio miedo que fuera a llamar la atención del batallón. Fue en ese preciso instante que me entró la angurria, ¿y si me lo llevaba solo?  Calculé el peso, tamaño, distancia. Se supone que trabajamos en equipo, que somos el ejemplo del orden y laboriosidad, ¿por qué entonces ese sentimiento (delicioso, tengo que confesarlo) de egoísmo? Dudé (ya no tendría que trabajar por un buen tiempo). Lo pensé (yo podría con el peso, claro que sí). Volví a dudar (harta comida para mí, para mí, para mí). Finalmente decidí levantarme a la cucaracha yo solo.

Tomado de  La eternidad del instante (Editorial Micrópolis)
Sobre el autor: César Klauer

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