Mientras los músicos de Bremen amenizan la espera, Hansel y Gretel, confundidos entre el público, ofrecen caramelos de chocolate y galletas almibaradas. Los animales descansan solícitos en sus jaulas: el lobo feroz, el gato con botas, el patito feo y los tres cerditos. Hay curiosidad por presenciar los nuevos espectáculos que exhibe la compañía: Pinocho “el hombre de madera”, y la actuación estelar del Ogro “come niños” —el ser más cruel que jamás haya pisado la faz de la tierra—. Los pequeños aplauden entusiasmados el baile en monociclo de los cabritos equilibristas, la magia de Gulliver, los saltos de Pulgarcito y el trapecio de Rapunzel. Desde que Blancanieves gerencia la compañía, los sietes enanitos ya no salen encadenados y apagan la luz segundos antes que el lobo feroz se coma a los tres cerditos. Tras esos gruñidos, aparece el Flaustista de Hamelin y, siguiendo su estela, una comitiva infinita de niños cerca la pista. En ese instante los focos iluminan al humanoide de pies grandes, pelo hirsuto y cabeza desproporcionada, que emerge disimulado entre la oscuridad de la grada: envuelto en gritos y penumbra el Ogro cierra majestuosamente la función.
Tomado del blog
Caleidoscopio
El autor:
Xavier Blanco
2 comentarios:
Muy bien enlazados todos estos cuentos en tu tema fetiche.
Qué bien engarzas el tono naif de los cuentos con la crueldad de fondo. Ese punto y final, grandioso.
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