Hay cosas que pasan, tarde o temprano. Digamos, por ejemplo, que si los reyes de España no hubiesen gestionado la financiación del viaje a Colón, el descubrimiento del nuevo continente no se hubiese demorado demasiado. Claro que América no se llamaría así, Colombia sería Maccormickland, o Vandervaartland y hablaríamos inglés, holandés o chino; pero hubiera sido colonizada de cualquier manera.
Pero otras cosas no. Cuando el doctor Menseguez ―doctor en física― estudiaba los gravitones, experimentó con una nueva rama de las matemáticas y desarrolló una serie de ecuaciones de cierta complejidad. Cometió cuatro errores fortuitos que encaminaron sus razonamientos hacia una deducción que, de haberla formulado, le hubiera ―nos hubiera― permitido conocer La Verdad. Sin embargo, antes de dar este paso, decidió revisar una vez más sus fórmulas y encontró el primer error, luego el otro, luego el otro y el cuarto. Las ecuaciones, ahora bien escritas, no conducían a nada. Dejó las fórmulas, la nueva rama de las matemáticas y los gravitones, quemó sus notas; y se dedicó a conquistar a la señorita que atendía la caja en el comedor de la Universidad. Eventualmente, se casó con ella, tuvo tres hijos y murió, en un geriátrico, a la edad de noventa y un años. Nadie, nunca, jamás supo lo cerca que estuvimos.
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Daniel Frini
1 comentario:
Es la continua especulación del qué hubiera pasado si...
Muy ocurrente historia.
Un abrazo.
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