Júpiter en el año de Nuestro Señor, 07 (el revólver)
Mi querida Amanda Rosa venusina: te escribo desde ésta, Amanda Rosa, esperando de que te encuentres al igual que yo mismo me encuentro buscando las supremas palabras para expresarte, el desvelo amoroso, que me embargaría, recuerdo tu voz de blanca alondra, piel de nácar, mejillas de terciopelo suave cuales pétalos de rosa roja, que florecen en mis jardines, recordando vuestra sonrisa tus dientes de perlas negras me hallaba, cuando desenterré la solución, cual cometa que recorre mis desvelos, al decidir presentarle a usted estas palabras en esta presente misiva.
Amanda mía, no ignoráis en tu preclara inteligencia y excelsa bondad, porque los sueños, señora mía, hacen la felicidad y el fin no justifica los miedos de nuestra juventud, la semilla nueva del mañana, encontrará esa felicidad en nuestras próximas nupcias. El tiempo es tirano, pasando, corre como el caudaloso río que no vuelve atrás aunque cambies de órbita y estamos en el mismo sistema solar al igual, mi ardorosa pasión, tiempo en la eternidad de las brillantes estrellas, en el infinito cielo rojo y amarillo con tantas lunas!. Espero que tu también me sigas como meteorito. Si yo habría encontrado salvadora satisfacción a esta fogosa y álgida pasión candente, que quema ardientemente, fuego en mis humildes entrañas, no voy a rogarle a Usted con este endiablado atrevimiento que me hizo sonrojar, si, el fuego en mis mejillas en las oscuras tinieblas en que me encontrareis en este tormentoso planeta al que me abdujeron para que penara por mis leves delitos, los vientos terribles me traen tu voz cuando pico las piedras.
En ti adorada Amanda Rosa la salvación redentora, si te debatieras entre el virtuoso honor desesperado amor, y accedéis entregarte a las mieles, mi pasión arrolladora serás la más feliz entre las mujeres. Seremos solo uno pero unidos como la Luna al planeta Tierra. Cuando decidierais ser mía, tu deliciosa belleza, con vuestra virginidad impoluta, elevaré el inmaculado altar para la diosa que eres tu, diosa del mar de Venus.
Cara mía, quedando ansiosamente a la espera, bienamada, bienhechora, sería satisfactoriamente positiva nuestro encuentro sanitario, por eso te espero en la humilde, pieza de mi pensión actual, palacio, solo para ti, diosa, de lujosas cortinas y piedras preciosas tus ojos brillarán maravillosamente con mi tembloroso amor tu invalorable presencia. Esperando no temáis penetrar en mi pobre morada, te recuerdo Amanda Rosa, humildemente, de que la prueba de amor será saldada en el futuro pasado.
Ay amor mío, esperando que mi sonrisa de bienvenida no te sorprenda porque se me finalizó la pasta de dentadura y el pegamento para la postiza.
Cuando dejaras nuestro idílico planeta, venusiana de mi corazón también, asimismo, os recuerdo portar algunos costales de yerba y azúcar, como asimismo, también, de cigarrillos que deberás entregar al guardia de entrada y al carcelero del piso para poder penetrar en la misma y asimismo contribuirían a mi bienestar algunas reconfortantes vituallas, provisiones en general y espirituosas bebidas. Te ama eternamente, delicadamente, tu Negro Salvador.
Acerca de la autora:
Ada Inés Lerner
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