Operaciones ovinas
Tras su jubilación, el viejo profesor había comenzado a sufrir insomnio.
Decidió
que el conteo de ovejas podía ayudarle, con la condición de no pasar
nunca de veinte. Él se conocía y supo que elevar la cifra supondría
entusiasmarse con números cada vez mayores, y convertir la solución en
un problema. De modo que, cuando llegaba a veinte, comenzaba de nuevo la
serie hasta quedar dormido. Y eso parecía funcionarle.
Una noche
tuvo la idea de que las que llevaban los números uno, dos, tres, cinco,
siete, once, trece, diecisiete y diecinueve, debían ser primas. Ya no
pudo dormir, pensando en las cualidades de esos números que para él
habían sido una fuente inagotable de conjeturas y teoremas.
Las
noches siguientes su insomnio se fue acrecentando, y cayó en la
tentación de comenzar a realizar cálculos sencillos: sumas, restas,
multiplicaciones de ovejas.
Pronto llevaba meses sin dormir. Su
mente matemática no había podido evitar el cálculo mental de las raíces
de cada cabeza de ganado, sus potencias y logaritmos. Murió cuando casi
terminaba de calcular el factorial de la oveja número catorce.
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Javier López
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