El ébano nocturno empujó la puerta. Siempre que me quedo acá la
puerta se mueve. Estoy seguro de que se da cuenta cuando alguien se
queda acá dentro. No veo la hora de que el amanecer me de la pauta
segura. Ya no quiero aguantar más esta locura. No quiero. He visto cómo
se mueven las puertas y ventanas, es diferente. El viento no tiene nada
que ver en todo esto. Puedo dar cátedra específica sobre puertas que se
mueven. Les aseguro que ahora está afuera, con ganas. Me tiene ganas. Lo
sé porque siento su hambre. Es un remolino de rojo y negro, uno que te
atropella, te vapulea y te desorienta.
Ni bien pueda salir de mi
escondite voy a correr con todas las fuerzas que tenga en las piernas.
El desconsolador ébano que aplacó la vida no tiene por qué vencerme.
Tengo que darme una oportunidad. Debo darme una oportunidad. Sólo así
voy a lograr arrastrarme por el largo camino hasta la isla de la
conciencia.
Acerca del autor:
Cristian Cano
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