sábado, 20 de octubre de 2012

Como cuando - Fernando Andrés Puga


Como cuando llegaste de aquel largo viaje tuyo y apenas se te distinguía de tan flaca detrás del vidrio esfumado de la puerta de calle, con el polvo entre esos pelos revueltos y tan negros y tus mejillas apenas salidas de la adolescencia y tan chupadas, como cansadas de haberse quedado sin aire en la larga peregrinación que habías empezado aquel día de marzo, subida a ese camión entre papas, cebollas, zapallos..., en busca de ti misma.
O como cuando no te decidías a tocar el timbre en el quinto B de la calle Amenábar y te arreglás el pelo, el cuello de la blusa, buscás una pastilla de menta en el bolsillo, tan seca la boca que no vas a poder, frente al espejo de ese amplio hall al que llegaste diez minutos antes de la cita, esa impuntualidad al revés, por no hacer esperar, los nervios de que pueda pasar algo en el camino y me demore y por las dudas... pero nada, no sucede más que tu impaciencia por sacarte de encima la cita, tu apuro. Sin embargo son más de diez los minutos que transcurren desde el primer intento de apoyar el dedo en el timbre y aún das vueltas y cuentas las baldosas y vuelan tus pensamientos vaya a saberse dónde, te distraes y entonces tu dedo índice decide por vos y toca.
Como que perder ese impulso te sacó de nuevo del camino y entre los matorrales te escondiste por creer que alguien te seguía de cerca con el objeto de sorprenderte y con una soga apretar fuerte tu garganta hasta quitarte la respiración, hacerte sentir la muerte ahí, al alcance de la mano como queso en ratonera y la trampera que se cierra y quedás atrapada entre barrotes que no se pueden doblar por más que te esfuerces..
Como donde dormías de niña, entre la basura que amontonaba el viejo y los bichos que la disfrutaban como elixir que da vida y juventud, ahí, con los otros apretándote, lloriqueando, ay, de hambre o calentura en la frente que no deja dormir del ruido que hace crujir las tripas y entonces una mamá, o quien sea, que trae algún abrazo que todavía le quedaba por ahí y a todos como si fuéramos uno nos estruja susurrando algo que vaya a saber si alcanza para ser canción de cuna.
Como quien fue el que se hundió entre esas piernas blanquitas todavía y en el callejón te acomodó entre dos chapas y de prepo y sin más arrancó la pollera con bombacha incluida que fregás y fregás en la palangana ahora y queriéndole borrar esa angustia pastosa que no termina, no podés de tan sucia y tan rota y tanto que dolió y no se olvida.
Como porque nadie entendía lo que hablabas dando señas desde adentro del agua y entonces te perdés entre burbujas de aire que escapan de tu boca y te vas reblandeciendo hasta llegar a no ser más que barro en el barro del fondo y pasa una vieja que succiona lo inservible y allá vos, con tu vida y tu carita que se destiñó de tanto llanto.
Como cuando rompiste bolsa y goteaste hacia la luz sin saber lo que vendría y a pesar del espinoso sendero, contra molinos o contra toros o contra bolas de nieve que bajan desde la cima y es un único alud que arrastra tanto tiempo perdido en insignificantes cavilaciones, y terminás revuelta, una más en el último guiso, bien condimentado y espero que a Su Señoría le guste, ¡Oh, gran Zeus! Padre y verdugo de todo lo que en este mundo es.

Acerca del autor: Fernando Andrés Puga

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buena lírica, traspasa pantalla, papel... y llega. Saludos y felicitaciones

fernando andrés puga dijo...

muchas gracias, Marisa.