—¡Te voy a desnudar! ¡Esos trapos de colores son hojarasca, neblina con perfume a sal! —acusó enhiesta en sus sólidas estructuras.
—-¿Envidias mi vuelo? ¿Deseas mi infinitud? —replicó su interlocutora, mientras arrojaba sus prendas al fuego y se calzaba a la perfección la última proclama ambiental del novísimo congreso internacional del medio ambiente.
—Me asqueas, deberías desaparecer, nadie te necesita.
—¿Crees eso? La humanidad me adora. Me encuentran en el sentido de la vida, en los huecos vacíos que completo, en las respuestas a las preguntas ciegas, en los recuerdos más vívidos y en la justificación de las acciones equivocadas.
—No habitas el alma de los humanos, entras y la corrompes. ¡Te desprecio tanto!
—No deberías hacerlo —respondió mientras bailaba con el arte, los sueños, el análisis, la democracia, el amor. —Eres fría, por tanto no cobijas ni empalagas. Un páramo al que también doy vida e identidad. Me provoca risa tu inmovilidad y el orgullo que acarreas. ¿Alguna vez pensaste que soy absoluta? ¿Y que aun puedo llevar en mi vientre partes tuyas? ¿Qué sin mi te evaporas bajo el fuego del instinto? No reniegues, eres mi hermana, mi viceversa, el anverso y el reverso, unidas siempre la Mentira y la Verdad.
Tomado de:
El hueco detrás de las palabras
La autora:
María Pía Danielsen
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