La nena era diabólica, obvio, su padre era el mismísimo diablo. Pero lo
de vomitar verde lo hacía por fastidiar más que por maldad. Cuando
quería ejercer su vileza, quemaba edificios con solo mirarlos o empujaba
gente debajo de los automóviles. Divertirse era otro asunto. Ahí se
sonaba la nariz con los vestidos de las viejas o se pintaba unos bigotes
Hitler. Se hizo famosa en poco tiempo y creció, dominando una ciudad
que le temía. A los quince años, se enamoró de un chico alto y trigueño,
de bigote y barba largos, el cual le correspondió pues la Nena
Diabólica (salvo por sus toscos cuernitos) era bonita. Él le propuso que
se casaran y esta aceptó. El día de la boda el novio le confesó que en
realidad era hijo de Dios. Esto inquietó mucho a la diablesa pues se
percató de que su alma había sido llevada hacia otros lares sin siquiera
advertirlo. Sin embargo, por amor, decidió seguir adelante y cambiar de
vida. Su padre la desheredó y ya no quiso saber nada de ella. Esto no
la deprimió; Dios ya la había acogido como hija para enseñarle un mundo
diferente, con otro tipo de maldades.
Acerca de los autores:
Alejandro Bentivoglio y
Carlos Enrique Saldivar
1 comentario:
Certera prosa de irreverente y sacrílego contenido.
Saludos.
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