
Dadas infinitas alternativas, hay infinitos universos factibles, por lo
que el universo de los espejos no es ni más raro ni más improbable que
otros. Las criaturas espejo son bellas, transparentes y luminosas,
aunque bastante tontas casi todo el tiempo. Una de las mayores
frustraciones de esta especie es la imposibilidad que tienen sus
integrantes para verse reflejados y conocer el propio aspecto sin
necesidad de la opinión de un congénere. Pero el gran especulativo
conjetural, doctor Tükör Glasspiegel, tras muchos años de investigación,
dedujo que si existía un universo en el que unas criaturas de tejido
blando podían verse reflejadas en seres semejantes a él y otros de su
especie, debía haber florecido uno en el que vivieran criaturas de
tejido blando en las que fuera posible verse reflejado. De más está
decir que lo logró, pero a medias. El doctor Tükör Glasspiegel logró
establecer contacto con una criatura de nuestro universo, pero con tan
mala fortuna que no pudo verse reflejado en ella, lo que lo deprimió
tanto que se suicidó arrojándose una piedra en el medio del cuerpo.
Lamentablemente, lo que el pobre Tükör ignoraba es que había tratado de
verse reflejado en el conde Drácula de Transilvania.
Acerca del autor
Sergio Gaut vel Hartman
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