—Creo que esta vez llevó las cosas un poco lejos. Qué quiere que le diga.
—Y… Por ahí tiene algo de razón. Lo de la otra noche fue una locura.
—¡Ni que lo diga, hombre!
—Perdón, laucha. Recuerde que soy una laucha.
—Sí; una laucha de…
—Pare. No me ofenda. Ya lo nuestro se conoce bastante. Usted me odia, eso lo sé, pero no me insulte. Podemos hablar civilizadamente.
—Trato de ser civilizado. De hecho, no la aplasté con otra enciclopedia. Es bastante, considerando todo lo que usted hizo por mí.
—Bueno, abandone ese tonito sarcástico. Ya sé a qué se refiere. De todas maneras, usted comprenderá que no puedo empezar a ser humano así porque sí.
—No lo intento siquiera, porque si lo matara siendo humano voy en cana. En cambio así… zafo, ¿me entiende?
—Mire, no voy a argüir, para qué. Me preocupa, eso sí, que el autor nos haga trabajar horas extras. Me siento Rocky, qué quiere que le diga. Me parece que este cuentista no conoce nada de la teoría de la plusvalía.
—No me cambie de tema. Mire el desastre que armó. Me parece que eso de traer el circo adentro es un acto de megalomanía. ¿Quién se cree que es? ¿Noé?
—Pobres animalitos. Con el frío que hacía la otra noche.
—¡Pero mire el desastre! Tiraron la maceta, cagaron por todos lados, plumas de vedette por donde mire. ¿Qué hicieron? ¿Desnudismo francés?
—Perdón ¿dijo usted desnudismo francés o desnudismo, francés?
—No suelo usar el dativo, mire.
—Ahí me mató. Con las declinaciones latinas no me enganché nunca. Siempre más a lo criollo voy, ¿sabe?
—Ni que lo diga. Si se engancha a una declinación, capaz que aparece colgado. Después me echan las culpas a mí. Porque sabrá que se está haciendo famosa. Ya tiene su club de fanáticos, ¡envidiable lo suyo!
—No es para tanto. Recibo algunas adhesiones, pero creo que es porque le tienen antipatía a usted y me usan.
—¿Qué quiere, armar una interna? ¡Usted no sólo es un bicho deleznable, es un ser despreciable! Inmunda rata de piso de laboratorio…
—Se ve que está cansado. No pone el énfasis de otras veces.
—¿Cansado, yo?
—No; el autor. No lo hace gritar. Pero volvamos a lo nuestro. Le comento que el circo estuvo bueno. Vinieron magos con palomas, lauchas equilibristas, tinterillos cagafuego, perros de afeitar, gatos acalambrados y mis primos hermanos, los cuises.
—¿Cuises vinieron? Me imagino que los espolvoreó, espero.
—¿No, por?
—Pero ¡Qué dice, hombre!
—Laucha
—Laucha… ¡son seres llenos de ladillas! No me va a decir que… ¿Dónde anduvieron jugando al circo?
—¿Jugando! ¡Sepa que somos profesionales acá! Nada de juegos, señor. Cobramos a bordeureaux y todo, señor.
—¿Cobran? ¡Flor de Arca de Noé! La verdad, ni alma le queda. Es un cuadrúpedo desalmado.
—La mejor definición de lo que es un laucha, lo felicito. No tenemos alma y somos cuadrúpedos. Usted va derecho al Parnaso de los filósofos junto a Nansimeno de Pocomás y otros famosos.
—No se me haga el sarcástico usted, ahora.
—Me da cada pie… Además, entre las palomas, las gallinas enanas o pigmeas de Malasia y el zorro con la liebre, nos hicimos unos pesitos. Trajimos a comer a una paloma con inanición, vea lo que le digo.
—¡Ah! ¡Qué gran corazón! ¿Qué le dieron de comer?
—Nada. La comimos. ¿No vio el esqueletito?
—¿Eso era una paloma?
—¿Vio qué prolijita la dejamos?
—¡Infame rata! ¡Inmunda bestia! ¡Cuando llegue el Apocalipsis ustedes van a ir derecho al peor de los Avernos! ¡Que la maldición más gigante les caiga en la cabeza!
—¡Hágame el favor! Ahora viene con eso. ¿Me va a decir que cree esas cosas? Brujerías… ¡Ay, qué cosas dice!
—Trae a sus amigas, organiza una festichola con circo y féminas stripper, me caga todo el local, lo llena de itas, piojos, pulgas, mierda… y ¡encima me trata de bruja?
—En todo caso, concédame que me ría un poco. Un escéptico, un filósofo fisiológico, un ateo militante que habla del Apocalipsis… déjeme de joder. No se puede creer en nadie.
—Lo decía figuradamente, obvio.
—Sí; sí señor. Últimamente, uno de los problemas de la filosofía moderna es tanto recurso a la metáfora, a la metonimia, a la figuración, a la alegoría, si se quiere.
—¡Oiga, no me trate de alegorista que me ofende! ¡Soy un materialista!
—Sí; y mi abuela vino a hacer strip-tease anoche con plumas de paloma metidas en el…
—¡Bueno basta! Retírese y déjeme limpiar este despelote. Que sea la última vez.
—Prometo. Sí; claro. Palabra de laucha.
—Y… Por ahí tiene algo de razón. Lo de la otra noche fue una locura.
—¡Ni que lo diga, hombre!
—Perdón, laucha. Recuerde que soy una laucha.
—Sí; una laucha de…
—Pare. No me ofenda. Ya lo nuestro se conoce bastante. Usted me odia, eso lo sé, pero no me insulte. Podemos hablar civilizadamente.
—Trato de ser civilizado. De hecho, no la aplasté con otra enciclopedia. Es bastante, considerando todo lo que usted hizo por mí.
—Bueno, abandone ese tonito sarcástico. Ya sé a qué se refiere. De todas maneras, usted comprenderá que no puedo empezar a ser humano así porque sí.
—No lo intento siquiera, porque si lo matara siendo humano voy en cana. En cambio así… zafo, ¿me entiende?
—Mire, no voy a argüir, para qué. Me preocupa, eso sí, que el autor nos haga trabajar horas extras. Me siento Rocky, qué quiere que le diga. Me parece que este cuentista no conoce nada de la teoría de la plusvalía.
—No me cambie de tema. Mire el desastre que armó. Me parece que eso de traer el circo adentro es un acto de megalomanía. ¿Quién se cree que es? ¿Noé?
—Pobres animalitos. Con el frío que hacía la otra noche.
—¡Pero mire el desastre! Tiraron la maceta, cagaron por todos lados, plumas de vedette por donde mire. ¿Qué hicieron? ¿Desnudismo francés?
—Perdón ¿dijo usted desnudismo francés o desnudismo, francés?
—No suelo usar el dativo, mire.
—Ahí me mató. Con las declinaciones latinas no me enganché nunca. Siempre más a lo criollo voy, ¿sabe?
—Ni que lo diga. Si se engancha a una declinación, capaz que aparece colgado. Después me echan las culpas a mí. Porque sabrá que se está haciendo famosa. Ya tiene su club de fanáticos, ¡envidiable lo suyo!
—No es para tanto. Recibo algunas adhesiones, pero creo que es porque le tienen antipatía a usted y me usan.
—¿Qué quiere, armar una interna? ¡Usted no sólo es un bicho deleznable, es un ser despreciable! Inmunda rata de piso de laboratorio…
—Se ve que está cansado. No pone el énfasis de otras veces.
—¿Cansado, yo?
—No; el autor. No lo hace gritar. Pero volvamos a lo nuestro. Le comento que el circo estuvo bueno. Vinieron magos con palomas, lauchas equilibristas, tinterillos cagafuego, perros de afeitar, gatos acalambrados y mis primos hermanos, los cuises.
—¿Cuises vinieron? Me imagino que los espolvoreó, espero.
—¿No, por?
—Pero ¡Qué dice, hombre!
—Laucha
—Laucha… ¡son seres llenos de ladillas! No me va a decir que… ¿Dónde anduvieron jugando al circo?
—¿Jugando! ¡Sepa que somos profesionales acá! Nada de juegos, señor. Cobramos a bordeureaux y todo, señor.
—¿Cobran? ¡Flor de Arca de Noé! La verdad, ni alma le queda. Es un cuadrúpedo desalmado.
—La mejor definición de lo que es un laucha, lo felicito. No tenemos alma y somos cuadrúpedos. Usted va derecho al Parnaso de los filósofos junto a Nansimeno de Pocomás y otros famosos.
—No se me haga el sarcástico usted, ahora.
—Me da cada pie… Además, entre las palomas, las gallinas enanas o pigmeas de Malasia y el zorro con la liebre, nos hicimos unos pesitos. Trajimos a comer a una paloma con inanición, vea lo que le digo.
—¡Ah! ¡Qué gran corazón! ¿Qué le dieron de comer?
—Nada. La comimos. ¿No vio el esqueletito?
—¿Eso era una paloma?
—¿Vio qué prolijita la dejamos?
—¡Infame rata! ¡Inmunda bestia! ¡Cuando llegue el Apocalipsis ustedes van a ir derecho al peor de los Avernos! ¡Que la maldición más gigante les caiga en la cabeza!
—¡Hágame el favor! Ahora viene con eso. ¿Me va a decir que cree esas cosas? Brujerías… ¡Ay, qué cosas dice!
—Trae a sus amigas, organiza una festichola con circo y féminas stripper, me caga todo el local, lo llena de itas, piojos, pulgas, mierda… y ¡encima me trata de bruja?
—En todo caso, concédame que me ría un poco. Un escéptico, un filósofo fisiológico, un ateo militante que habla del Apocalipsis… déjeme de joder. No se puede creer en nadie.
—Lo decía figuradamente, obvio.
—Sí; sí señor. Últimamente, uno de los problemas de la filosofía moderna es tanto recurso a la metáfora, a la metonimia, a la figuración, a la alegoría, si se quiere.
—¡Oiga, no me trate de alegorista que me ofende! ¡Soy un materialista!
—Sí; y mi abuela vino a hacer strip-tease anoche con plumas de paloma metidas en el…
—¡Bueno basta! Retírese y déjeme limpiar este despelote. Que sea la última vez.
—Prometo. Sí; claro. Palabra de laucha.
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