Yasmal Agüero había vendido de todo en su vida. Desde relojes falsificados hasta violines de mala calidad; desde latas de conserva hasta biblias. Y fue esto último lo que lo introdujo en el camino de lo espiritual.
Cuando visitaba hogares como vendedor, se hizo consciente de cuánto necesitaba el ser humano obtener respuestas. Y así llegó su primera academia de yoga y meditación, en la que poco a poco comprobó cómo sus alumnos se convertían en sus adeptos.
El siguiente paso fue utilizar la academia como núcleo fundacional de una secta destructiva, la llamada "Hermandad del 11-N". Su capacidad de liderazgo ya no admitía discusión, y cientos de nuevos hermanos fueron convirtiéndole en un hombre rico y poderoso. Un negocio redondo.
Naturalmente, un gurú como él necesitaba reafirmarse con una profecía apocalíptica, que no dejara dudas sobre su competencia para guiar y salvar a sus hermanos. Así que, sin pensárselo mucho, vaticinó un espantoso e inimaginable final del mundo para las 11 horas y 11 minutos del 11 de noviembre de 2011.
Otros ya lo habían hecho, aprovechando la misma coyuntura, pero la profecía de Yasmal Agüero tenía sus peculiaridades: una gigantesca nave extraterrestre aparecería minutos antes de la hora determinada para recoger en un campo de alcachofas del Condado de San Benito (California) a los miembros de la hermandad.
El día señalado más de tres mil oncenovembristas se agolpaban en el citado campo, tratando de no pisar la verdura, no fuera a ser que los extraterrestres tuvieran una visión errónea del campo de aterrizaje convertido en una masa informe de alcachofas pisoteadas y se fueran a aterrizar en otro lugar con mejor aspecto. Aunque esto no les valió de mucho.
Cuanto más se acercaba el momento, más sentía Yasmal las miradas de los hermanos clavándose en sus ojos, como pidiéndole explicaciones.
Llegó la hora acordada, pasaron seis minutos, luego dos horas, luego diez... hasta que bien anochecido los oncenovembristas abucheaban a Yasmal Agüero y lo lapidaban a puro alcachofazo.
Todos se alejaron con la sensación de haber sido estafados por un falso gurú. Yasmal, sin embargo, se retiró creyendo en el cumplimiento de su profecía. Porque desde luego, desde ese momento, su mundo se había acabado.
El autor:
Javier López
Cuando visitaba hogares como vendedor, se hizo consciente de cuánto necesitaba el ser humano obtener respuestas. Y así llegó su primera academia de yoga y meditación, en la que poco a poco comprobó cómo sus alumnos se convertían en sus adeptos.
El siguiente paso fue utilizar la academia como núcleo fundacional de una secta destructiva, la llamada "Hermandad del 11-N". Su capacidad de liderazgo ya no admitía discusión, y cientos de nuevos hermanos fueron convirtiéndole en un hombre rico y poderoso. Un negocio redondo.
Naturalmente, un gurú como él necesitaba reafirmarse con una profecía apocalíptica, que no dejara dudas sobre su competencia para guiar y salvar a sus hermanos. Así que, sin pensárselo mucho, vaticinó un espantoso e inimaginable final del mundo para las 11 horas y 11 minutos del 11 de noviembre de 2011.
Otros ya lo habían hecho, aprovechando la misma coyuntura, pero la profecía de Yasmal Agüero tenía sus peculiaridades: una gigantesca nave extraterrestre aparecería minutos antes de la hora determinada para recoger en un campo de alcachofas del Condado de San Benito (California) a los miembros de la hermandad.
El día señalado más de tres mil oncenovembristas se agolpaban en el citado campo, tratando de no pisar la verdura, no fuera a ser que los extraterrestres tuvieran una visión errónea del campo de aterrizaje convertido en una masa informe de alcachofas pisoteadas y se fueran a aterrizar en otro lugar con mejor aspecto. Aunque esto no les valió de mucho.
Cuanto más se acercaba el momento, más sentía Yasmal las miradas de los hermanos clavándose en sus ojos, como pidiéndole explicaciones.
Llegó la hora acordada, pasaron seis minutos, luego dos horas, luego diez... hasta que bien anochecido los oncenovembristas abucheaban a Yasmal Agüero y lo lapidaban a puro alcachofazo.
Todos se alejaron con la sensación de haber sido estafados por un falso gurú. Yasmal, sin embargo, se retiró creyendo en el cumplimiento de su profecía. Porque desde luego, desde ese momento, su mundo se había acabado.
El autor:
Javier López
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