—No sé qué pasa con el eter —dijo la muchacha revolviendo el café con una cucharita de plata—. Cargo cargo y cargo palabras y nada... ¿Existira algun tipo de "abducidor de textos"?
El tipo sentado frente a ella, aunque parecía una mezcla de Brad Pitt y Leonardo di Caprio, era un alienígena del planeta Trafalmadore.
—Naaa; no existe tal cosa. Una más entre tantas teorías conspirativas. ¿Oswald mató a Kennedy, acaso? ¿Los norteamericanos llegaron a la Luna? ¿Existió alguna vez Bin Laden? Naaaa.
Pero ella, sumida en su propia línea de pensamientos, siguió con el hilo de la reflexión anterior. —Tenemos que considerar todas las posibilidades... Parece que el "abducidor" solo come textos transportados. Los textos que fluyen espontáneamente están protegidos. Algo le sucede al abducidor que evita la espontaneidad... como Superman con esa piedrita que no me acuerdo como se llamaba...
—Kryptonita —dijo el extraterrestre.
—¡Así te quería agarrar! —exclamó la muchacha saltando de su silla y, con un solo y perfecto movimiento redujo al invasor—. Estás detenido en nombre de la Sociedad Intergaláctica de Escritores. Caíste en la trampa, chichipío. Ya te vamos a dar nosotros abduciendo palabras.
—Piedad. Soy una criatura ficticia creada por Kurt Vonegut…
—Eso lo dirás en la Corte. Pero considerando que ustedes son longevos, no creo que te chupes menos de cuatro siglos en el penal de Sierra Chica.
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