sábado, 7 de mayo de 2011

Purgatorio - Jesús Ademir Morales Rojas


Un nuevo mundo había germinado tras la tercera guerra mundial. La tierra había sido devastada por una global batalla, liberada con armas bacteriológicas y bombas alucinógenas. Las ciudades en ruinas se habían transformado en aislados refugios de seres enfermos, atormentados y enloquecidos que vagaban sin rumbo por entre las montañas de escombros y basura. Los escasos sobrevivientes se agrupaban en hordas, tribus y manadas de varias razas nuevas de subhombres que se devoraban entre sí, bajo un cielo ácido eternamente sucio y verdoso. Alexis Antón buscaba en aquel caos a Katia. Se habían conocido estando recluidos en aquel antiguo asilo psiquiátrico: él siempre con sus ataques epilépticos furiosos, ella con su autismo permanente, siempre mirando ojos negros silenciosos. Los custodios del lugar, aprovechando el caos antes del fin, vejaban y torturaban a los inermes internos. Cuando las luminosas explosiones de luz pura fosforescente llegaron, Katia estaba a punto de ser jugada a las cartas por un grupo de estos bestiales enfermeros. Alexis Antón quiso impedirlo luchando con su flaco cuerpo de epiléptico. Pronto fue sometido a golpes. Nunca olvidaría la mirada piedad de Katia, enmarcada en negra cabellera ojos sombra. Impotente, yaciendo derrotado entre convulsiones Antón miró como el ganador de la partida, un albino inmenso con el rostro desfigurado de viruelas, cargaba con Katia y salía con ella del pabellón.
La mirada lo miró piedad. Su mirada. Nuevas explosiones. Fosforescencias. Temblores. Gases. Humo. Justo entonces Alexis Antón enfermó y despertó.
Su cuerpo comenzó a arder con una comezón insoportable, le quemaba cada poro, sentía abrasarse de escozor. Desesperado se araño el rostro, pústulas pestilentes comenzaron a brotarle en cada parte del cuerpo. Las piernas y las manos se le hincharon hasta límites monstruosos, alaridos. Los enfermeros asustados confundidos por la alarma externa y el horrido espectáculo de aquel agónico miserable, quisieron ahuyentar su miedo, agrediendo más al caído. Antón entonces sintió como tumores espumosos le brotaban en los brazos y el rostro. Se levantó trémulo grotesco por una energía extraña motivada dolor. Se abalanzó como un demonio de pesadilla sobre los verdugos que le habían arrebatado lo que más añoraba, a uno de ellos le reventó uno de sus brotes purulentos en la cara, un líquido abrasivo le calcinó la cara al enfermero que se derrumbó de inmediato enconchó entre aullidos. A otro que lo sujetó por detrás, le arrojó vómito verduzco sujetando su rostro en un acercamiento letal: no paró de verter hasta que el enfermero muerte ahogado. Finalmente al último que buscaba atinarle con un tolete, lo arrinconó fuerza inédita oprimió contra el muro con todo el peso cuerpo hinchado paquidermo. Cuando estalló sangre despojo caer inerte. Alexis Antón salió corriendo de aquel lugar en busca de Katia.
Ha pasado el tiempo. Aún no ha logrado hallarla. Su cuerpo pronto retornó dolorosamente a su estado inicial y todas las orgánicas alteraciones desaparecieron. No ha sufrido ataque alguno desde entonces ha vagado entre las ruinas con los hombres-roedores masticando yeso y concreto incansablemente. Las hordas de caníbales han descubierto a la manada donde se olvidó Alexis Antón. La acechan. Pronto atacarán. Sin embargo Alexis no sabe aún que ese evento le hará acercarse al ser que tanto ha buscado.
Mucho pasará antes de que Alexis se encuentre con Katia más allá de las estrellas.


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