lunes, 9 de mayo de 2011

Deslindando responsabilidades – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Puedo proponer una vasta lista de anunciantes, más prosaica que una patada pero menos olorosa que un chorizo podrido? —El que hablaba, Gumersindo Apichafuoco, apodado “Gomina” ...debido a su obsesión por mantener los cuatro pelos que le quedaban en la cabeza perfectamente pegados a la misma, levantó el clavel que había recogido del jardín de la Carmen como si fuese una copa y sacudido por un eruptivo temblor emocional se transportó a una nube que flotaba en el techo.
—No —dijo Jacinto Malaventura, al que le decían “Letrina” por razones bastante obvias—. Aunque tu lista sea maravillosa, y por ello nos perjudiquemos, temo que sea menos inspiradora que una mosca verde, de esas que, por alguna razón que desconozco, me siguen la pista cada vez que voy a una boda.
Gumersindo se bajó de la nube, y arrugando la nariz encaró a Jacinto.
—Te salvaste por el canto de una uña de que cometa el primer crimen de mi vida.
—Ah, ¿sí? —“Letrina” tomó un fideo del plato que había estado comiendo y se lo colocó a “Gomina” en la cabeza, con un gesto que hubiera hecho las delicias de los seguidores de Los Tres Chiflados. Gumersindo retiró el fideo y con su basta mano de camionero tomó a su rival del cogote y lo sacudió como si estuvieran bailando un vals caucasiano, que poco se parece a su homologo vienés.
—¿Te alcanza?
—Ni —dijo Malaventura. Y tomando un puñado de hierba del sendero que corría junto al salón de actos del Club Social y Deportivo Villa Tranquila, lo metió en la boca de Apichafuoco.
—¡Basta! —exclamé cuando advertí que la escalada podía hacerse incontrolable; este cuento empezaba a escapar a mi control—. ¡Fin!
—¿Fin? —dijo Gumersindo “Gomina” Apichafuoco.
—¿Fin? —dijo Jacinto “Letrina” Malaventura.
—Sí, fin —respondí—. Termino ya mismo este engendro porque se me antoja; soy el autor.
—Pero es una mierda de cuento —dijeron mis dos personajes al unísono.
—Problema de ustedes. De todos modos lo voy a firmar con seudónimo. Me voy a poner… Saurio.


Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

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