viernes, 29 de abril de 2011

Las termópilas – Héctor Gomis


Recuerdo bien cuando mi padre me habló por primera vez de la batalla de las Termópilas. En el paso de las Termópilas, un puñado de guerreros espartanos se enfrentaron a un ejercito cuarenta veces superior. Lo hicieron con la certeza de su fracaso, pero con la convicción de que debían hacerlo. Los espartanos conocían de antemano lo imposible de su misión y asumieron su destino con entereza. Fue una batalla perdida antes de comenzar, un grupo de hombres embistiendo de cabeza contra un muro sin ninguna esperanza de moverlo.

Aquel día escuché por primera vez la palabra héroe, y desde entonces cada vez que la escucho recuerdo a aquellos hombres.

Mi abuelo lleva dos años intentando escribir un libro con sus memorias. Mi abuelo no es una persona famosa, ni influyente, ni importante para el resto del mundo. Sólo es una persona más, un anciano que desea dejar una huella en los que le rodean antes de desaparecer.
Decidió escribir su historia el mismo día que el médico le anunció que estaba perdiendo la memoria. Desde entonces, luchando contra las lagunas de su mente y la escasa fuerza de sus manos, intenta llenar páginas con retazos de sus dispersos recuerdos.
Hemos intentado ayudarle de todas las maneras posibles, transcribiendo sus cuadernos, grabando su voz, ordenando sus notas, pero todo ha sido en vano.
Seguramente debió empezar antes, antes de que las fuerzas le fallaran y de que su memoria se perdiera entre brumas. Ahora los recuerdos van y vienen por su mente como las olas en el mar.
A veces me siento a su lado e intento seguir el hilo de sus historias, pero en su cabeza se entrelazan unas con otras, convirtiéndose en una maraña de fechas y nombres imposible de seguir. Soy consciente de que nunca podrá acabar sus memorias, es una tarea imposible. Él también lo sabe.

Mi abuelo intenta escribir sus memorias, lo hace con la certeza de su fracaso, pero con la convicción de que debe hacerlo. Conoce de antemano lo imposible de su misión y asume su destino con entereza. Es una batalla perdida antes de comenzar, un hombre embistiendo de cabeza contra un muro sin ninguna esperanza de moverlo.

Ahora, cada vez que escucho aquella vieja historia de espartanos y persas, no puedo evitar acordarme de mi abuelo.


Tomado de: http://uncuentoalasemana.blogspot.com

1 comentario:

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Estupendo. Todo un tema, la memoria, y otro, no menos agudo, la extinción. La vida es un chispazo entre dos eternidades, y quien más, quien menos, desea dejar una huella, una marca, un signo. ¿Será suficiente con escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo o se necesita resistir a los persas en las Termópilas para que esa chispa tenga el valor de una llama o incluso de una hoguera?