La mujer gime. Rondas de sueños ajenos trepan por las telarañas de sus pensamientos; la atormentan con visiones de gigantes desgarbados acechándola con sus ojos perversos.
Los descomunales monstruos dejan escapar de sus gargantas sonidos guturales. Ríen, beben, bailan y pelean en torno de una eterna hoguera en la que crepitan los leños que ellos rescatan para alimentar sus candelas.
Ella desea huir. Si sólo pudiera abrir los ojos lo lograría, pero los extraños no la dejan y la obligan a seguir soñándolos. No es nada personal, es sólo que ellos no quieren disolverse en ese vacío que deja el final de las pesadillas en el infeliz durmiente que acaba de padecerlas.
Por eso, los gigantes danzan y seguirán haciéndolo hasta que el sueño de la mujer se convierta en otro sueño más profundo del que ya no podrá despertar. Nunca más.
Los descomunales monstruos dejan escapar de sus gargantas sonidos guturales. Ríen, beben, bailan y pelean en torno de una eterna hoguera en la que crepitan los leños que ellos rescatan para alimentar sus candelas.
Ella desea huir. Si sólo pudiera abrir los ojos lo lograría, pero los extraños no la dejan y la obligan a seguir soñándolos. No es nada personal, es sólo que ellos no quieren disolverse en ese vacío que deja el final de las pesadillas en el infeliz durmiente que acaba de padecerlas.
Por eso, los gigantes danzan y seguirán haciéndolo hasta que el sueño de la mujer se convierta en otro sueño más profundo del que ya no podrá despertar. Nunca más.
3 comentarios:
Me encantó.
Excelente, María. Creo que tendré pesadillas esta noche.
Gracias, Gabriela; gracias, Javier.
Un saludo afectuoso para los dos.
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