Escucho a una mujer gritar. El grito es largo y desgarrador, de esos que salen bien de adentro, de las entrañas; profundo.
Siento una presencia a mi lado. Me despiertan tocándome el pecho. Un dedo toca la base de mi esternón.
Giro mi cabeza al mismo tiempo que abro los ojos. Ahí está parada, mirándome; la veo al amparo de la media luz de la madrugada que entra por las rendijas de la persiana. Me muestra un brazo todo manchado, lo toco, está pegajoso. Me incorporo en un movimiento lento. La miro mejor y su cara parece mal maquillada, con pinceladas burdas que le rodean la boca, impregnan sus mejillas, invaden su nariz. Le pregunto si está bien. Asiente. Sus ojos denotan una sabia serenidad. La tomo de la mano y con calma nos vamos juntas al baño. Empiezo a lavarla, en silencio. La sangre corre despintando ese cuerpo que amo tanto. La ceremonia se interrumpe por mi voz.
—¿Te sangró la nariz?
—Sí, mamá.
Laura Ramírez VidesTomado de
El patio de la morocha
3 comentarios:
Me ha encantado tu trabajo María Laura, si no te importa me he permitido colocar un enlace en tu blog.
Patricia
Lo que sin dudas sí te va a importar es que te haya agregado un 'María' de mi propia cosecha (o de mi propia locura)
Disculpas
Te envío un saludo cordial
Gracias Patricia. No he encontrado comentarios tuyos en mi blog. Por favor, si podés hacélo de nuevo. Saludos,
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