domingo, 30 de mayo de 2010

¡Hmmm! — Claudio G. del Castillo


Fu y Fa, turistas marcianos, deseaban conocer Nueva York. El choque con un pequeño asteroide desvió ligeramente la nave de su curso. Aterrizaron en medio de una plaza, junto a un blanco monumento. Cuando abrieron la escotilla supieron que estaban en problemas. Fu escudriñó el mapa y enfurruñó el pirlimplejo.
—Esa no es la Estatua de la Libertad —concluyó.
—¡Nos hemos perdido! —gimoteó Fa, y tiró la mochila al suelo.
Un viejo vestido de verde se les acercó:
—¿Son yanquis? —preguntó, mirando por encima de los espejuelos la gorra de camuflaje de Fu.
—Venimos de Marte —aclaró Fu.
—Buscan sol y playa, ¿no? —sonrió bonachón el viejo, a la par que paseaba un cabo de tabaco entre sus labios.
—¿Dónde estamos? —inquirió Fa a su interlocutor.
—¡Hmmm! Conque preguntillas, ¿eh? —murmuró este, suspicaz—. De forma general… diría que llegaron a las Antillas.
—¡Forrallonga! —maldijo Fu.
—Necesitamos orientación urgentemente, el hotel cuesta un ojánculo y el tiempo corre —suplicó Fa.
—Geografía, terca geografía… —se palmeó el viejo la frente—. Si mal no recuerdo… Veamos… —se rascó el cogote—. Al sur está Jamaica; a la izquierda, o sea al oeste… creo que la península de Yucatán, y al este Haití… Sí, Haití.
—¿Y al norte? —preguntó Fa—. ¿Qué hay al norte?
—¿Al norte? ¡Hmmm! —el viejo vestido de verde se ajustó los espejuelos con el dedo índice—. Al noreste están las Bahamas. ¡No tenemos norte! —dijo, lanzó un escupitajo y siguió su camino, mascullando algo entre el tabaco y los dientes.
—¡Forrallonga! —maldijo Fu.
—¡Perdidos, perdidos! —sollozó Fa, y pisoteó sus gafas.
—Debe ser una aberración del espacio—tiempo —especuló Fu—. Ascendamos nuevamente y echemos un vistazo. Presiento que pasamos la Tierra: este planeta tiene forma de mango.

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