He debido olvidarme de tomar mi medicación, porque hoy he vuelto a ver marcianos. Como otras veces, ocurre de repente. Sueño con el oscuro espacio, con un largo viaje, y cuando me levanto de la cama todo parece extraño, alienígena. Me asomo a la ventana. Los internos del sanatorio tiene la piel verde. Los celadores también. El cielo es naranja, como se supone que es en Marte. Está ocurriendo de nuevo.
Acudo al médico. Es, por supuesto, verde. Le cuento que vuelvo a verlos. Me mira preocupado, con esos ojos gatunos, de brillo esmeralda. Sus antenas se mueven hacia mí, inquisitivas. Entonces le explico con todo detalle otra vez mi fantasía. Es parte de la terapia. Le cuento que me parece como si fuera diferente, como si estuviera en Marte. Le digo que esa noche he soñado que soy un astronauta, que estoy perdido en otro mundo.
Aprieta un botón, y el celador aparece, su piel aceitunada reluciendo. En sus manos, el vasito con mi medicina. ¡Por fin! La miro. Tengo miedo, algo muy profundo dentro de mí susurra que no debo tomarla. No debo hacer caso.
Tomo el vaso en mis manos. Me miran con ¿ansiedad?... No, son paranoias mías, debido a mi enfermedad, claro. Me lo han explicado muchas veces. De un solo trago, con gran alivio por mi parte, y quizás también por la de ellos, me tomo mi medicación. Todo está ya bien. Ya no hay más marcianos. Pero en mi interior, mi alma de humano grita aterrorizada.
Acudo al médico. Es, por supuesto, verde. Le cuento que vuelvo a verlos. Me mira preocupado, con esos ojos gatunos, de brillo esmeralda. Sus antenas se mueven hacia mí, inquisitivas. Entonces le explico con todo detalle otra vez mi fantasía. Es parte de la terapia. Le cuento que me parece como si fuera diferente, como si estuviera en Marte. Le digo que esa noche he soñado que soy un astronauta, que estoy perdido en otro mundo.
Aprieta un botón, y el celador aparece, su piel aceitunada reluciendo. En sus manos, el vasito con mi medicina. ¡Por fin! La miro. Tengo miedo, algo muy profundo dentro de mí susurra que no debo tomarla. No debo hacer caso.
Tomo el vaso en mis manos. Me miran con ¿ansiedad?... No, son paranoias mías, debido a mi enfermedad, claro. Me lo han explicado muchas veces. De un solo trago, con gran alivio por mi parte, y quizás también por la de ellos, me tomo mi medicación. Todo está ya bien. Ya no hay más marcianos. Pero en mi interior, mi alma de humano grita aterrorizada.
1 comentario:
muy bueno, y el final me pone los pelos de punta
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