—Algo tenemos que hacer, nosotras, las manzanas de variedades importantes —dijo la Granny Smith, visiblemente enojada.
—¿A qué se refiere? —le contestó con aire distraído la Cox’s Orange Pippin, imbuida en su historia—. Creo no seguirla.
—¡Siempre tan distraído! —le espetó la verde manzana ya enojada.
—Perdóneme, pero usted divaga seriamente.
—Le digo que algo tenemos que hacer. Es inconcebible que sigan esas King David como si nada. Está bien que tienen esas vetas que tanto les gustan a algunos humanos, que tengan un sabor extraño que produce cierto embeleso. Precisamente por eso, debería hacerse algo.
—Confieso que no la sigo —y esta vez terció la Renetta del Trentino, que solía estar de acuerdo con la verde, pero esta vez se le cruzó.
—¡Pero tengo que explicárselo todo! ¡No entienden nada! —bufó sin tapujos la Granny.
—En realidad, no comprendo a qué quiere llegar —le dijo, desde lejos, porque le temía un poco, la Braeburn, que bebía su ración hidropónica al lado de la Fuji, ya estudiando con calma oriental lo dicho por la Granny Smith.
—Claro, entre ustedes seguramente hay varias bicolores. No pueden entender lo que decimos las puras.
—¿Puras? Entre ustedes también hay con varios colores —gritó la Red Delicious sin enojarse, pero decidida a no dejarse avasallar.
—No me chicanee Doña “manzana sin origen conocido” —dijo con desprecio la Granny, convertida en una bestial enemiga. Y siguió—: Ustedes, las manchadas, las bicolores, las de sangre pinta, no entienden. Nosotras estamos en la búsqueda del talismán que usó la Gran Manzana para superar el periodo del cajón en la que fue sacrificada para que todas tengamos un destino de mesas distinguidas: La famosa manzana de las Hespérides que recuperó Hércules, que después desapareció de la historia sin dejar rastros, con su savia y su mágica pureza perdida para siempre.
—Disculpe —dijo la Renetta con algo de ironía—. ¿Con qué la han regado últimamente? Me gustaría que me dieran un poco de esa ración.
Todas las otras manzanas rieron. La Granny Smith se sulfuró sin ambages, y dijo:
—¡Cuando terminemos con las King David, ya van a ver ustedes, colaboracionistas de esa manzana inferior!
La Cox, que había intentado seguir las noticias en los diarios en que estaban a medio envolver, le dijo con total desparpajo: —Usted está hablando de olvidarnos de una manzana tan especial, sabrosa, rica en aromas extraños. ¿Se da cuenta a qué está llevando a sus seguidoras?
—¿Seguidoras —interrumpió la verde—. Usted me dice que tengo seguidoras? —dijo con sorna—. Se confunde, y muy mal —manzana inglesa tenía que ser— porque yo misma soy seguidora. En realidad, somos millones que nos reunimos a tomar jugo de manzanas inferiores a vivar a nuestra líder.
Todas las otras manzanas se alarmaron. Se podía decir que chacoteaban pero, en realidad, estaban alarmadas.
—¡Sí, alármense! ¡Sobre todo Usted! —gritó señalando a la Gloster 69—. ¡Viciosa! Ya veremos en qué la convertimos. ¡Manzanas degeneradas!
La aludida, indiferente, quedó en silencio. Acudieron a defenderla la Janet, la Golden, la Gala (con una bandana pintada con un cuadro de Dalí con ella como Leda).
—Cálmese, doña Smith —le dijeron las más conciliadoras—. ¿A dónde nos llevarían estos aires de superioridad varietal? No empecemos aventuras violentas, por favor.
—¿Ustedes llaman a mis gritos violencia? ¡Pues no saben lo que les espera, entonces! ¡Están al borde del abismo y nosotras vamos a empujarlas! ¡A las King David las borraremos de la faz de la Tierra y todas ustedes irán al mismo gástrico para hacer sidra!
La Stark Jongrimes, una de las más jóvenes, se interpuso tratando de rodar con cierto control por entre las demás. Al estar frente a frente, dijo, con calma pero sin superficialidad pacifista:
—¿Dónde es que se reúnen, señora Granny Smith? Acaba de decir que son millones. ¿Dónde se reúnen?
—¿Me está tratando de sonsacar información, jovenzuela barata?
—Por el contrario, abuela, quiero asistir con usted a esas maravillosas reuniones.
La manzana casi madura de golpe del violento brote de orgullo y le dijo dónde se reunían las manzanas.
La Stark se fue en silencio. Al ser de las más jóvenes poseía cierta agilidad que le permitió acercarse al escritorio del controlador de la fábrica de sidra y escribió con su jugo el lugar de reunión de las manzanas fanáticas. A la mañana siguiente, las apisonadoras irían allí para tener sidra de Granny Smith que, sin ser la mejor, tenía buena salida en el mercado. De paso, las manzanas preservarían su dignidad.
Ilustración: Nubes, Héctor Ranea
5 comentarios:
Jugoso, sabrosísimo relato.
JA! Esperando en la verdulería... oí hablar a esa chismosa vestida de verde. El resto cayó como una pila de manzanas en el supermercado!
Manzanas o personas; conjuros,traiciones, trapisondas varias, alianzas espurias. Su relato es un compendio de la sociedad moderna, don Héctor.
O por ahí me cayó pesada una manzana que no sé como se llamaba y estoy viendo cosas raras.
Muy bueno.
Excelente,
Gracias gente! Sóis muy generosos...
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