El semáforo estaba en ámbar. Tuvo que tomar una decisión en décimas de segundo. Frenó bruscamente. El exceso de freno delantero provocó que la motocicleta derrapara. Las ruedas chillaron y sintió que las miradas de los transeúntes se clavaban en ellos. Pero había acertado en su decisión. El coche también se había detenido.
El semáforo estaba en rojo. Podía observar al conductor del vehículo parado a su lado. Un hombre moreno, con el cabello engominado y amplio bigote. Incluso pareció que sonreía al mirar a través de la ventanilla. Reflejaba seguridad y destellos dorados.
Lo conocía bien, conocía a su familia, a sus hijos, su vivienda y su camino al trabajo. Había estudiado aquella foto y aquellos apuntes durante semanas.
Lo único que le sorprendió era su corpulencia, pero no había duda, era él. Durante unos segundos se miraron fijamente. Lo que en principio fue un encuentro aparentemente fortuito de miradas, en aquél hombre se convirtió en el semblante del pánico. Se había dado cuenta, pero ya era tarde.
El semáforo cambió a verde. Se oyeron dos disparos y huyeron a toda velocidad. El trabajo estaba hecho.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario