viernes, 2 de enero de 2009

Cuerdas que se tañen para quien quiera oírlas - Jorge X. Antares


Tarareó la canción sin darse cuenta. No lo sabía pero era una canción primigenia, compuesta por los primeros sonidos del universo. Esos sonidos que son la llave entre dimensiones y que permiten hacer los sueños realidad. 
Sin saberlo, una retahíla de flores y plantas multicolores se fue formando a su paso. Unas con olores dulces y otras con frescas fragancias que te llevaban a hogares nunca tenidos. 
Un camionero  paró y recogió una pequeña flor y se la ofreció a un ejecutivo de negro bombín. Este la cogió y le dedicó una sonrisa olvidada en los días anteriores a la escuela de negocios. 
Una anciana que vio esto, le lanzó un beso a un guarda de trafico que se sonrojó como un tomate, y que a su vez, de pura felicidad, dedicó un baile a todos los conductores.
De esta manera se salvó el mundo, pues un pequeño invasor con un virus mortal dispuesto a aniquilar a la raza humana sintió curiosidad por primera vez en su vida, curiosidad por ver que pasaría después. Y esa fue su perdición. Al no soltar en su momento el virus, provoco que los mortales genes mutaran en curativos y el odio fue erradicado de forma biológica del mundo.

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