Al principio, con sólo pensarlo, se mueven cosas ligeras, se sacuden objetos pequeños, se pulsan botones. Después se adquiere experiencia, crece la fuerza y se desarrolla una habilidad que raya en el virtuosismo, se pueden mover muchas cosas a la vez, en forma coordinada, con ritmo y hasta con gracia.
Pero también se desatan de forma involuntaria las emociones, como cuando se da un puñetazo sobre la mesa o se tira la puerta. Lo que en el caso mental se manifiesta porque, entre otras cosas, se rompen vajillas enteras o saltan los fusibles. Una persona controlada no tendrá esos arranques, y son los controlados los que pueden llegar a ser psicodinámicos, pero alguien así puede llegar a aburrirse o se incomoda o comienza a hacer movimientos involuntarios, como el perro cuando mueve la cola o cuando se tamborilea con los dedos y esto en muchos casos puede producir una perturbación periódica, monótona, resonante.
Ese es el caso más grave y eso fue lo que pasó aquí cuando se desencadenó la avalancha, primero el apagón, luego el aburrimiento. La casa de nuestro más poderoso psicodinámico fue el epicentro del terremoto.
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