—¡Hola, Polaco! ¿Cómo va todo?
—Peleándola, ¿y usted?
—Cansado, pero por suerte lleno de laburo hasta las orejas.
—Me alegro. Nosotros no nos podemos quejar. ¿Qué le doy?
—Un cuarto, como siempre.
—Almendras a la crema, chocolate y limón, como siempre.
—Exacto. ¡Cómo te acordás!
El heladero se concentró en su tarea, pero se movía de un modo errático, como si rumiara algo que quería desembuchar y le resultara difícil. De pronto levantó la vista y me miró fijo a los ojos, con expresión indefinible.
—¿Usa feisbuk?
—Bastante, ¿por?
—¿No se enteró?
—¿De qué?
—Es un invento de la CIA, un método para controlar a la gente. Lo espían, lo filman, registran qué piensa, quienes son sus amigos. Hay que rajarle al feisbuk, me lo dijo uno que viene a comprar helados acá y trabaja en la embajada yanki.
—¡Macanas, Polaco! Una leyenda urbana más, como tantas.
—¡No! Usted mo me toma en serio, pero el tipo me dijo que tienen a todo el mundo agarrado de las pestañas. No hay salida. Sáquelo antes de que sea tarde.
—¡Por favor! ¿Cuánto el helado?
—Nueve.
—¿Aumentó?
—Y, no hubo más remedio; coletazos de la crisis global.
—Claro, entiendo.
Me dio pena que el Polaco tuviera un ataque cardíaco pocas horas después de esa conversación... tan joven... no había llegado a los cuarenta... y lo que más me molesta es que al nuevo voy a tener que explicarle que siempre, siempre, llevo helado de almendras a la crema, chocolate y limón. Tardan mucho en recordarlo.
2 comentarios:
Je, je... No sé por qué, pero este cuento refleja mucho de lo que pienso (mente conspiradora que le dicen). Bien, mejor no digo más nada, a ver si se dan cuenta de que los descubrí y mañana me borran de un plumazo(digo... de un teclazo: "delete")
No hay nada que temer Patricia, si uno se comporta como corresponde. Además, nosotros al Polaco lo recordaremos siempre, tal como él recordaba nuestros gustos favoritos de helado. ¡Qué fatalidad, pobre Polaco!
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