sábado, 6 de diciembre de 2008

El sueño - Bruce McAllister


Soy la soñadora, una muchacha de esas que leen mucho. De “imaginación desenfrenada”, como dicen mis padres y profesores.
En mi sueño, estoy bajando por una colina o por una antigua calzada pedregosa hacia la playa. Vivo en el campo. No hay muchos árboles, el mar es pequeño y muy azul, el sol de un brillo imposible. A mi alrededor, se extienden las paredes y pequeñas casas de un pueblo de pescadores. Todo está hecho de piedra y cal, y no soy una muchacha sino una mujer, la mujer que tal vez nunca pueda llegar a ser.
La brisa comienza a sacudir la ropa limpia tendida en una soga. No demasiado lejos, escucho llorar a un bebé. Observo, y allí, en el cielo azul, percibo el brillo de metal. Es un misil, lo sé, porque eso es lo que significa el brillo. Arrastra algo que va a florecer como el corazón de una estrella, y una vez que florezca traerá la noche al día.
Mientras lo contemplo, el objeto metálico explota en el cielo distante y empieza a expandirse.
Me arrodillo, cierro los ojos, dejo de respirar, hasta mi corazón se detiene. Se detienen la brisa y el llanto del niño, hasta que todo el mundo permanece quieto. Nunca hice esto antes, me digo a mi misma, aunque, por supuesto lo he hecho… porque yo soy la mujer, la que pude o no pude haber sido, no la muchacha que lo sueña.
Cuando me levanto y miro, la expansión se ha detenido. Se contrae y cierra, como una flor que pliega sus pétalos y, en un instante, el objeto metálico se forma de nuevo y el cielo vuelve a nacer. Observo, porque lo deseo, un brillo que indica que el objeto está retrocediendo en su camino hasta regresar al lugar del que surgió, en el horizonte.
Respiro. Cuando lo hago, la brisa regresa, la ropa se sacude ruidosamente en la soga, el bebé llora y continúo mi camino por la calzada pedregosa hacia la playa.
No se lo digo a nadie, no deseo que se rían de mí. 
Como no se lo digo a nadie, los hombres… esos que trabajan para el gobierno y saben qué países van a empezar eso y tienen razones para creer en dones como el mío, nunca conocerán mi existencia. Al no saber nada de mí, no me buscarán. Al no buscarme, no me ayudarán a convertirme en la mujer de mi sueño. Como no me van a ayudar a transformarme en esa mujer —aunque el mundo necesite de esas muchachas y mujeres para detener lo que se viene— mi sueño nunca se va cumplir. 

Título original: The Dream
Traducción del ingles: María del Pilar Jorge

1 comentario:

Olga A. de Linares dijo...

Un bello cuento... ojalá siempre haya soñadoras (y soñadores) bien atentos para evitar futuros siniestros