sábado, 6 de diciembre de 2008

La ebriedad de los mándalas - Saurio


Considerar la posibilidad de volarle de una patada la cabeza a una paloma al pasar, sólo como una demostración de que la crueldad casual es posible, y perderse en la imaginación de caras airadas de alimentadores y transeúntes que aman a un animal inmundo que engorda cucarachas con su mierda, divertirse en llevar el asunto a niveles mayores, iniciar una cruzada colombofóbica, promover la extinción de una plaga con mejor marketing que los útiles murciélagos, y en este sangriento paladear atravesar toda la plaza, con un sol crepusculeando en gris y naranja bajo la sombra de árboles de nombre desconocido, a metros del punto donde coinciden tres barrios disímiles, entre escapes colectivos, practicantes de tai chi chuan y picados en los polvorientos caminos, observar como siempre y desde siempre el culo erecto del bebedor de mármol brillando en la fantasmal luz, como un ojo acusador de sinsentidos o meridiano de puntos neuróticos, y allí olvidar la masacre para pasar a la orgía, cientos de mendigos borrachos tentados a la sodomía con una estatua andrógina que se ofrece sensual y falsamente inocente, hacerse la imagen de los rostros de los pasajeros de colectivos que recorren profusamente dos de las aristas de la plaza quienes observan horrorizados o incrédulos algo que parece absolutamente imposible que ocurra y de hecho es así.
Hundido en esta marisma de enfermos pensamientos sentir de repente y a espaldas una vibrante voz micrófona acompañada por chinchines, tambores y un zumbón órgano portátil de nombre impronunciable, descubrir que uno se ha convertido en involuntario bastonero de un desfile de hare krishnas, que cantan en sánscrito, aunque uno nunca sabe con gente que llama suntuosa cena vegetariana a un miserable plato de plástico con un puñado de arroz frío y porotos negros o lombrices picadas, apurar el paso y comprobar que ellos hacen otro tanto, intentarlo nuevamente y ver que tal acto es imitado, y así seguir en este juego de aceleraciones por más de cinco cuadras, brindando un extraño espectáculo a los que transitan a pie o en auto la avenida quienes no saben si reír o llorar al ver a un pobre idiota corriendo seguido por una multitud de pelados en túnicas naranja que trotan y cantan.
Sólo la brutal irrupción de un sesenta que avanza con la cegata convicción de los rinocerontes pone fin a esta persecución de cine mudo, que la rueda del bondi es más temible que la del karma, o simplemente sea aburrimiento o casualidad.
O tal vez sea que en este mundo hay vectores que llevan a las cosas a moverse y a estar en determinado sitio en un mismo instante de tiempo para conservar la perfecta armonía geométrica del universo, como cuando uno ve desde la calle a un japonés durmiendo en un sillón en el lobby de un hotel mientras un carnicero con su delantal manchado de sangre espía a través de la cortina metálica de su negocio.

2 comentarios:

pato dijo...

¡Faaaaa! Si querían ver lo que es el dominio del lenguaje, que lean este cuento. ¡Genial, Saurio!

Florieclipse dijo...

Primero lo escuché. La calidad del audio no es muy buena y si a eso se le agrega el acento del lector, pues... mejor leerlo. Me parece sensacional.