Para el Aldán
1)
Para esconderse del señor Miedo, Edilberto enciende las luces, pone discos de Elvis Presley a todo volumen, cierra ventanas puertas persianas, mientras veinte televisores salpican su grisáceo arco iris en las paredes. Edilberto no halla sosiego. A veces le da por abrir algún libro: algo ligero, sin dramas ni sangre ni descripciones barrocas de callejuelas oscuras héroes atormentados o mares plagados de monstruos. Pero a los pocos minutos cierra el libro, saca otro, otro, otro más pues tiene miles. El señor Miedo aguarda afuera: ocioso y en pijama, sonriente, tenaz y reflexivo. Tal vez demasiado sonriente.
2)
El señor Miedo nació el mismo día que Edilberto; sol en Libra, luna en Cáncer. Los arrullaron en la misma cuna, jugó con él en la escuela: le desataba las agujetas, le encajaba colmillos de arroz en el sueño o le hacía bromas pesadas que tenían que ver con sombras, gatos o pianos huyendo. Años después el señor Miedo se disfrazaba de rostros y se camuflajeaba en los retratos, en los reflejos verdes de cristos y cristales, o en el caer de aguaceros eternos que invitaban al sopor. Una vez el señor Miedo se duplicó para enredarse, serpientes gemelas recién nacidas, en las cadenas kundalini del columpio donde Edilberto divagaba.
3)
Edilberto duerme, da volteretas, es un gigantesco pollo rostizándose en su propio sueño. Afuera, el señor Miedo juega a aventarse desde lo alto del cielo en un paracaídas una y otra vez. Las nubes gruñen y la luna, aburrida, se rasca los sobacos en un rincón. Lejos de este cuento, un poeta malísimo dice: la noche es el terciopelo en el ataúd de Dios. Pero como siempre: el tiempo pasa. La luna se aleja en su silla de ruedas y el sol viene desde lejos pisoteando ciudades y campos con pasos de mastodonte. Tras el sol: las hormigas. Son cientos de miles de millones de hormigas como puntos suspensivos salpicando todas las páginas de la realidad. Oscuro.
4)
El señor Miedo se ha ido.
5)
Martes 9:00 am: el inspector Bernal abre la puerta de la casa, las bisagras rechinan. Adentro hay un verdadero desorden, aunque Bernal sospecha que es falso. Todos los libros están abiertos en la página 57. Contemos: dos rebanadas de pizza en la mesa, veinte televisores apagados, cuarenta soldaditos de plomo en una repisa, tres discos de Elvis Presley en la alfombra, siete amuletos, un solo Dios, cero hormigas... En medio de la escena: el cadáver de Edilberto, grande como ballena. En el sueño de Edilberto: hormigas. El inspector Bernal se sienta en un sillón saca su libreta, cruza la pierna y anota. Los telespectadores creen que hace apuntes para resolver el caso. En realidad escribe un cuento.
1 comentario:
Excelente!
Publicar un comentario